La batalla de alto nivel de los magnates rusos en los tribunales de Londres
El caso de los magnates subraya el rol crucial que ha adquirido el Reino Unido para llenar los vacíos en la justicia rusa y los riesgos que afrontan todavía los inversionistas que quieran aventurarse en ese mercado.
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Es una historia de riqueza y acusaciones de traición, cobros por protección e intrigas políticas, de intentos de asesinato y mafiosos chechenos. Incluye oligarcas fabulosamente ricos, a los ex presidentes rusos Boris Yeltsin y Vladimir Putin, y miembros de sus círculos más íntimos. La acción va desde cruceros en el Caribe hasta los campos petroleros en Siberia, desde el Kremlin hasta hoteles en Londres y mansiones en la Costa Azul.
Este es el juicio por US$ 6.500 millones de Boris Abramovich Berezovsky contra Roman Arkadievich Abramovich, que comenzó la semana pasada y la Corte Suprema de Londres no ha visto nada parecido. Mientras la jueza Elizabeth Gloster , entrevistaba al tumulto de abogados prestigiosos, fornidos guardaespaldas con audífonos y más de tres filas de periodistas, comentó dijo que no existía “un tribunal en la Tierra que pudiera hacerlos caber a todos”.
Berezovsky es un otrora capo de los oligarcas, los empresarios que amasaron riqueza y poder político en la Rusia de los ‘90. En 1996, presumió ante FT que él y otros seis empresarios controlaban la mitad de la economía de su país. Hoy día vive en un exilio político en el Reino Unido y es un declarado enemigo del Kremlin.
Abramovich también pasa tiempo en Londres, como dueño del Chelsea Football Club, pero sigue siendo uno de los hombre más ricos de Rusia, valorizado por Forbes en
US$ 13.400 millones. De los ex socios de negocios, se dice que fueron fundamentales para ayudar a Putin a convertirse en presidente en 2000. Uno se negó a someterse al segundo mandato de Putin, donde el Kremlin, y no los oligarcas, llevaría la voz cantante; el otro accedió.
La esencia del caso es si Abramovich intimidó o no a Berezovsky, con el aparente respaldo del Kremlin, para obligarlo a vender una participación en Sibneft, un gigante petrolero, a un precio irrisorio. Berezovsky pide US$ 5.000 millones de indemnización por la participación, más
US$ 565 millones por la supuesta venta sin su autorización de acciones en la empresa de aluminio Rusal, que él acusa que Abramovich retuvo en su nombre.
El juicio arroja una luz sobre los sucios manejos del capitalismo ruso del “salvaje este” en los ‘90. No es sólo una disputa entre magnates. Las audiencias se tratan, en esencia, de todo el sistema post-comunista ruso, y el sospechoso entrelazamiento de políticos y empresarios en la ausencia de la ley.
“No es fácil para un abogado inglés, en cualquier lado de la corte, evaluar el comportamiento de gente que tiene que vivir en ese mundo”, dijo a la corte el abogado de Abramovich, Jonathan Sumption del Consejo de la Reina. “En nuestra experiencia nacional tenemos que volver al siglo XV para encontrar algo remotamente comparable”. Para comprenderlo, recomendo “leer a Shakespeare”.
Pese a tratarse de un período particular en la historia de Rusia, el caso arriesga reforzar visiones negativas del actual clima de negocios, justo cuando Putin está juntando esfuerzos para tranquilizar a los inversionistas ante un regreso a la presidencia el próximo año. Berezovsky aseguró la semana pasada que el país está mucho más corrupto que hace 15 años.
El caso ilustra, también, cómo los super-ricos de Rusia y sus feudos, se abrieron paso en la vida londinense. Y cómo, con Rusia sin lograr imponer la ley por sí sola, las cortes inglesas están llenando el vacío. Berezovsky contra Abramovich es la punta del iceberg. Según algunas estimaciones, más de la mitad de los casos en la división comercial de la Corte Suprema están relacionados con Rusia u otras ex repúblicas soviéticas. “Probablemente no existe ninguna gran firma de abogados en Londres, con práctica en disputas, que no esté involucrada en casos rusos”, dijo Artem Duodko de White & Chase.
El juicio abre una ventana al sistema de “préstamos por acciones” de Rusia de 1995. Bajo el programa, empresarios prestaron dinero al gobierno a cambio del derecho de comprar acciones estatales a precios bajísimos. Estas poco transparentes subastas permitieron a un puñado de nuevos millonarios convertirse en multimillonarios. Entonces utilizaron su riqueza y control de medios de comunicación para que Yeltsin, que iba cayendo en las encuestas, fuera reelecto en 1996, dando una peligrosa lección de cómo las elecciones podían cambiar.
Berezovsky tuvo un rol protagónico. Fue un profesor de matemáticas que creó la concesionaria de autos más grande de Rusia. Tras sobrevivir a un atentado que decapitó a su chofer en 1994, reflexionó. “Decidí que si personalmente... no participaba en política, sería muy complicado construir cualquier negocio en Rusia”, le dijo al tribunal en un inglés gutural. El país necesitaba estabilidad política, agregó, lo que significaba que Yeltsin tenía que vencer al candidato comunista Gennady Zyuganov.
Hábil urdidor de redes, Berezovsky se hizo amigo de la hija de Yeltsin y de su futuro yerno, persuadió al presidente para que lo dejara a él y a sus socios comprar 49% de la transmisora estatal ORT, para dar apoyo político. Pero ORT estaba teniendo grandes pérdidas y necesitaba financiamiento nuevo. Por esa época, en un yate caribeño, Berezovsky conoció a un empresario, 21 años más joven, con una interesante propuesta.
Abramovich era un huérfano criado en un pueblo petrolero en el lejano norte de Rusia. En 1988 había empezado a hacer negocios, construyendo muelles plásticos, y luego se abocó al comercio de petróleo. Utilizando su conocimiento de la industria, delineó un plan para que Berezovsky se hiciera con dos activos primordiales de Rosneft, el holding petrolero estatal, para así crear una empresa potencialmente rentable, Sibneft. Berezovsky vio una oportunidad para utilizar el dinero de Sibneft para financiar ORT.
Utilizó sus contactos para asegurarse de que Sibneft se incluyera en las subastas de préstamos por acciones y trabajó con Abramovich para tomar el control.
Hasta aquí los dos están de acuerdo. Entonces el relato se complica. Berezovsky dice que él y un socio de Georgia, Badri Patarkatsishvili, compraron la participación de Sibneft a medias con Abramovich. Pero en 2000, sintió que quedaba mal con Putin, después de que su canal criticara al presidente y se fue de Rusia.
Laurence Rabinowitz del Consejo de la Reina, abogado de Berezovsky, dice que Abramovich enfrentó una elección: seguir leal a su “amigo y mentor” o “traicionar a Berezovsky y sacar ganancias de sus problemas”. Le dijo a la corte “Abramovich en ese momento demostró que era un hombre cuya riqueza e influencia le importaban más que la amistad y la lealtad”.
El bando de Berezovsky asegura que Abramovich en una reunión de 2001, lo amenazó para vender su participación de 21,5% en Sibneft por US$ 1.300 millones, cifra muy distante a su valor real, advirtiendo que de otra manera el Kremlin lo expropiaría. Cuatro años después, Abramovich vendió 73% de Sibneft a Gazprom por US$ 13.000 millones.
Abramovich, que pacientemente sigue los procedimientos traducidos por audífonos, niega tal intimidación. Según él, Berezovsky ni siquiera tuvo alguna vez una participación en Sibneft. Dice que los pagos que suman US$ 2.000 millones que le hizo a Berezovsky entre 1995-2002 no eran acciones de las ganancias de Sibneft, sino tarifas por los servicios de su socio para mover hilos y presentarlo a los cortesanos del Kremlin. Esto permitió que Abramovich, solo, tomara control de Sibneft; Berezovsky no contribuyó con “ningún centavo”.
“Nadie podría adquirir o construir una empresa importante en Rusia en los ‘90 sin acceso a poder político”, dice Sumption. “Si no tenías poder político tú mismo, necesitabas acceso a un padrino que lo tuviera”. Estos pagos, agregó el abogado, es lo que los rusos llaman krysha o “techo”-un término utilizado en los ‘90 para referirse a “protección”.
Berezovsky dice que él y Patarkatsishvili tenían derecho a su participación en Sibneft a través de un acuerdo verbal con Abramovich. Esto no sería inusual. A los oligarcas no les gustaba revelar la propiedad directa de activos por miedo a que se los quitaran. Mikhail Khodorkovsky, el fundador de la empresa de petróleo Yukos, fue el primero en dar a conocer todos sus activos. Un par de años antes él, también, tuvo problemas con Putin y fue encarcelado por fraude.
Una complicación del caso es que mucho depende de relatos contradictorios sobre reuniones y contratos de hasta hace 16 años, de los que no existe ningún registro. Algunos testigos cruciales, incluso, ya no están. Patarkatsishvili murió en 2008 de un ataque al corazón en su mansión inglesa. Stephen Curtis, un abogado inglés que trabajó para magnates, incluyendo a Berezovsky y Khodorkovsky en establecer los complejos fideicomisos a través de los que tenían activos en el extranjero, murió en un accidente en helicóptero poco después del arresto del jefe de Yukos.
Sin embargo, muchas cosas dependen del resultado de este juico. Berezovsky sin lugar a dudas verá una resolución a su favor, incluso si es una fracción de las indemnizaciones que busca, como una venganza contra Putin. Esto le daría grandes fondos para financiar su oposición política.
Abramovich, por su lado, se enfrenta a perder casi la mitad de su patrimonio. De cualquier manera, las revelaciones en Londres podrían dificultar los esfuerzos de los oligarcas para cerrar la discusión sobre cómo adquirieron sus activos y reinventase como filántropos y empresarios.
En un lugar donde el juicio no es noticia es en los cuatro grandes canales de televisión de Rusia, que están vigilados de cerca por el Kremlin. “No nos tienen permitido cubrirlo”, dijo el empleado de uno, presente en la corte por “intereses personales”.