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La sombra de Fidel Castro en Latinoamérica se empequeñece y divide al continente

La muerte de Castro llega cuando muchas de las rebeliones populares nacionalistas tardías que ayudó a inspirar también se desvanecen.

Por: John Paul Rathbone, Andrés Schipani y Joe Leahy, Financial Times | Publicado: Martes 29 de noviembre de 2016 a las 04:00 hrs.
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En Cuba, días después de la muerte de Fidel Castro, hay eternas elegías en medios estatales, una prohibición a la venta de alcohol, un sentido de shock adormecido en las calles inusualmente silenciosas de La Habana y banderas izadas a media asta, excepto afuera de la embajada de EEUU.

Pero en América Latina, un destino para muchos de los intentos de Castro por exportar su revolución, los sentimientos encontrados son expresados de manera más abierta, a veces con una alegría oscura. En Venezuela, el aliado más cercano de Cuba, los oponentes del gobierno socialista reenviaron un mensaje de la cuenta oficial de Twitter del comandante fallecido, Hugo Chávez. Decía: “Aquí estoy, esperando a Fidel”. Otro mostraba una foto de Chávez y Castro llamando al casi universalmente rechazado presidente venezolano, Nicolás Maduro, diciendo: “Ven, Nico. Estamos esperándote”.

El legado de Castro en la región es ambiguo y se está desvaneciendo. Al norte, el presidente electo de EEUU, Donald Trump, puede amplificar el impacto de su muerte al deshacer la reaproximación entre ambos países que inició Barack Obama.

Al sur, la muerte de Castro llega cuando muchas de las rebeliones populares nacionalistas tardías que ayudó a inspirar también se desvanecen. De la llamada marea rosa de los líderes de izquierda que bañó a América del Sur este siglo, Dilma Rousseff en Brasil y Cristina Fernández en Argentina han sido sacadas de su cargo.

Otros, como Evo Morales en Bolivia, Rafael Correa en Ecuador y Maduro en Venezuela, enfrentan una oposición creciente, a medida que la región gira desde la izquierda hacia el centro político, tras el fin del boom de materias primas que financió sus administraciones de alto gasto.

Rousseff, en una entrevista con Financial Times poco antes de que Castro muriera, tuvo una visión filosófica de este cambio en una región que por años fue vista como una fortaleza de la izquierda. Como el historiador británico Eric Hobs-bawm escribió en 1960, incluso más allá de la “tierna” promesa de Cuba hay un “continente aparentemente encendido con la lava de la revolución social”.

Los movimientos de izquierda son “cómo el mar”, dijo Rousseff. “En este momento, la marea se ha retirado, pero antes de que pase mucho tiempo, volverá con más fuerza”. La ex mandataria atravesó un impeachment en agosto, en medio de un escándalo de corrupción de miles de millones de dólares en Petrobras, el grupo estatal de energía.

El legado de Castro en América puede verse más tangiblemente en el decaimiento de La Habana y su contraste con los brillantes rascacielos y el espíritu de “es posible” de Miami, una ciudad que resplandece con el trabajo de más de dos millones de cubanos que escaparon de la revolución de 1959.

Políticamente, la influencia que alguna vez tuvo sobre la región también es una sombra que se empequeñece. Castro llegó al poder a través de una revolución armada, pero luego rechazó esa vía a cambio de las urnas, aunque eso era sólo aplicable a los políticos fuera de Cuba, que tuvo sus últimas elecciones libres en 1948.

“Al final de sus días, Fidel Castro reconoció que el combate armado no era el camino”, dijo Juan Manuel Santos, el presidente de Colombia, en gratitud por el rol de La Habana en los diálogos de paz con las FARC, el grupo marxista rebelde más grande del país.

El duradero impacto de Castro en las actitudes es más difícil de evaluar. Para algunos, él sigue siendo un ícono de resistencia, incluso entre quienes no pertenecen a la izquierda. Aécio Neves, quien representa al partido de centro brasileño PMDB, lo describió como “sin duda uno de los grandes líderes de nuestro tiempo”.

En México, el populista Andrés Manuel López Obrador también elogió a Castro. Los analistas creen crecientemente que López, o AMLO, como se le conoce, es un competidor fuerte para las elecciones presidenciales de México en 2018, donde correrá como una figura fuerte nacionalista, contraria a la figura de “EEUU primero” de Trump. “Creo absolutamente que AMLO podría ser el próximo presidente de México”, dijo el ex ministro de Relaciones Exteriores de ese país, Jorge Castañeda.

“Reconocemos a quienes luchan por la dignidad, por la independencia de su gente”, dijo López ante un encuentro de su partido este fin de semana. “Para nosotros, el comandante (Castro) es un luchador social y político de gran estatura”.

Para muchos latinoamericanos, sin embargo, Castro era un tirano opresor, un revolucionario exótico fácilmente idealizado desde la distancia, pero alguien cuyo legado doméstico escasamente resiste escrutinio. En México, Margarita Zavala, una candidata presidencial conservadora, escribió en Twitter: “Ojalá que el nuevo amanecer en Cuba traiga la democracia y libertad que se ha negado por generaciones”.P

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