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La sombra de Trump se cierne sobre el acercamiento entre EEUU y Cuba

Aunque las intenciones del magnate no son claras, numerosos miembros de su equipo de transición desprecian tanto al gobierno de Castro como la política de Obama de buscar impulsar cambios a través de vínculos comerciales.

Por: M. Frank y J.P. Rathbone, Financial Times | Publicado: Lunes 19 de diciembre de 2016 a las 04:00 hrs.
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Josefina Vidal, la diplomática cubana que ha liderado las negociaciones con EEUU durante los últimos dos años, hace dos semanas no era la misma persona serena de siempre. A pesar de un puñado de acuerdos recientes entre EEUU y Cuba, incluyendo una operación empresarial de Google, la usualmente refinada Vidal parecía estar cansada y frustrada.

"Cuba espera que el nuevo gobierno estadounidense tenga en cuenta los resultados logrados desde que se restablecieron las relaciones y que esté dispuesto a seguir avanzando de manera civilizada", dijo Vidal, refiriéndose a la distensión iniciada bajo Barack Obama y que ahora está siendo potencialmente perjudicada por el presidente electo Donald Trump. Pero Vidal no sonó como si creyera sus palabras.

La perspectiva de Trump —quien ha amenazado con "poner fin" al acercamiento entre ambas naciones a menos que La Habana acelere las reformas— ha arrojado otra capa de incertidumbre sobre el crecimiento a la baja de la economía de la isla, cuyo crecimiento se prevé que sea de menos del 1% en 2016, frente al 4% el año pasado.

Los grandes sectores exportadores, como la minería, se han reducido una quinta parte. La crisis económica de Venezuela amenaza el suministro de petróleo subsidiado que Caracas envía a La Habana. Mientras tanto, las reformas económicas domésticas iniciadas por el presidente Raúl Castro —las cuales algunos esperaban que pudieran aumentar tras la muerte de Fidel Castro— se han estancado.

"Nada parece estar funcionando, excepto el turismo", comentó un alto diplomático asiático con una década de experiencia en la isla gobernada por los comunistas. "Supongo que las reformas no están funcionando tan bien", dijo.

Uno de los indicadores de la relajación de las reformas es que no se ha sabido nada de Marino Murillo —un miembro del politburó que desde hace tiempo es la cara de los esfuerzos de Castro para modernizar la economía y cuya constante presencia pública lo hizo sinónimo de reforma— en meses.

También se han desechado numerosas reformas agrícolas que le habían otorgado un mayor papel al sector privado.

Otro indicador es la insuficiencia de inversión extranjera, donde el proceso de planificación centralizado de Cuba ha obstaculizado incluso a los inversionistas persistentes. Un efecto secundario es que esto ha detenido el crecimiento de un grupo de negocios pro-acercamiento.

Aunque Cuba aspira a atraer más de US$2.000 millones en inversión extranjera anualmente, el ministro de Comercio, Rodrigo Malmierca, dijo el mes pasado que sólo US$1.300 millones en proyectos han sido aprobados en dos años. Además, dos de ellos eran lujosos campos de golf, valorados en un total combinado de US$900 millones, pero aún no ha comenzado la construcción en las ubicaciones.

"Es complicado y lento", dijo uno de los financistas del proyecto.

Las únicas excepciones a la desaceleración parecen ser las operaciones turísticas, como las visitas de cruceros recientemente aprobadas de Royal Caribbean y de Norwegian Cruise Lines que están programadas para comenzar el próximo año, y una actualización de Google que permite descargas más rápidas en el notoriamente lento sistema de internet de Cuba.

Las llegadas de turistas crecieron un 12% este año a partir de las 3,5 millones de visitas récord de 2015, ayudadas por unos cientos de miles de visitantes estadounidenses que viajaron bajo reglas más flexibles dentro del embargo. Otros turistas se han apresurado a visitar a Cuba ansiosos de verla antes de que los norteamericanos la inunden.

Pero con Trump como presidente, puede que ya no haya prisa alguna.

Aunque las intenciones del magnate no son claras, numerosos miembros de su equipo de transición desprecian tanto al gobierno de Castro como la política de Obama de buscar impulsar cambios políticos y económicos a través de vínculos comerciales más estrechos.

El vicepresidente electo, Mike Pence, quien ha llamado a Castro "un dictador asesino", también está cerca de los extremistas cubanoamericanos, como el congresista Mario Díaz-Balart quien votó a favor de Trump en las elecciones primarias.

"Barack Obama buscó usar regulaciones para fomentar el cambio dentro de Cuba", dijo John Kavulich, presidente del Consejo de Comercio y Economía de EEUU-Cuba. "Trump usará las regulaciones para demandar cambio", aseguró.

La historia de Cuba de endurecerse en tiempos difíciles no ofrece evidencia de que cederá a las tácticas de intimidación, a pesar de que dentro de la isla existe un creciente grupo de partidarios del cambio, especialmente el incipiente sector privado cubano y los jóvenes.

La Habana también puede buscar fortalecer los lazos con aliados como Rusia y China, los cuales últimamente han expandido sus misiones comerciales. Una visita en septiembre del primer ministro chino, Li Keqiang, fue ocasión de la firma de varios acuerdos de desarrollo.

No obstante, muchas de las iniciativas de Obama —como los vuelos comerciales — se pusieron en marcha por orden ejecutiva y pueden ser fácilmente limitadas o revertidas por Trump.

"Existen demasiados individuos en el equipo de transición de Trump que consideran las iniciativas de Obama relacionadas con los viajes como una violación de la ley estadounidense", señaló Kavulich. "Ellos exigirán una mayor aplicación de las leyes y probablemente lo conseguirán", estimó.

Eso no significa el fin del acercamiento entre Cuba y EEUU, pero puede enfriarlo. Los visitantes estadounidenses, por ejemplo, puede que tengan que presentar extensas solicitudes de visas para demostrar que sus planes de viaje no están relacionados con el turismo.

En la actualidad, los viajeros estadounidenses en vuelos regulares desde su país sólo tienen que autocertificar que no viajan como turistas, lo cual es una ofensa que puede ser multada.

"Yo ya he notado una caída en el número de visitantes estadounidenses desde la elección de Trump", dijo Nora, quien está a cargo de una casa de huéspedes privada en la isla. "Creo que están asustados de que los multen", apuntó.

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