Nouri al-Maliki se niega a irse. El primer ministro iraquí está desafiando un movimiento apoyado por la élite política de Bagdad y los aliados foráneos que busca reemplazarlo como jefe del nuevo gobierno de Irak por el vicepresidente del Parlamento.
“Aseguramos al pueblo iraquí que lo ocurrido no tiene importancia ni efectos prácticos”, dijo el lunes horas después de que Fouad Masoum, el presidente de Irak, designara a Haidar al-Abadi como el próximo primer ministro y le diera un mes para formar un nuevo gobierno. “Claramente no es válido. No está respaldado por ninguna regulación”.
Pero el que Maliki o sus rivales tengan argumentos sólidos en el turbio marco jurídico de Irak es irrelevante. Su capital político se ha mermado por el desafío planteado por el Estado Islámico de Irak y el Levante, o Isis, el control de Al Qaeda sobre un tercio del país, y poderosas fuerzas en su contra.
Sus opciones legales, políticas y militares también se ven limitadas por la posición internacional de Irak como cliente de EEEUU e Irán y por su lugar dentro de la clase política y religiosa chiíta del país. No más de unas pocas docenas de los 328 diputados parecen apoyarle.
“No tiene el respaldo suficiente para negarle al Parlamento el quórum. No hay nada que pueda hacer para detener el proceso democrático”, dijo Reidar Visser, analista iraquí.