Moët Hennessy quiere seducir a los conocedores europeos con un exótico vino producido en el Tíbet
Ao Yun, que significa nube sagrada, es producido a 2.600 metros sobre el nivel del mar, en uno de los lugares más remotos de la tierra.
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Cuando Moët Hennessy presente su nuevo vino de máximo nivel a sus clientes internacionales, el próximo mes, no va a llevar a sus invitados a Bordeaux ni a Burgundy, sino a la embajada francesa en China.
Ao Yun, como se conoce este “poderoso tinto”, es producido y embotellado en Adong, una región a 2.600 metros sobre el nivel del mar, al borde de la planicie tibetana en uno de los lugares más remotos de la tierra.
MH –parte del conglomerado de lujo francés LVMH y es dueño de marcas como Dom Pérignon, Krug y Château d’Yquem– está apuntando a un público global al igual que al mercado chino con este vino de 300 euros la botella.
“Estamos comenzando a ver coleccionistas en todo el mundo deseosos de adquirir vinos icónicos producidos en China”, dijo Jean-Guillaume Prats, presidente de la división de viñas de MH. Moet comenzará a comercializar Ao Yun –que significa “nube sagrada”– en Europa a partir del próximo mes y en China desde octubre. La producción en la viña, ubicada en la provincia sur occidental de Yunnan, cerca de la frontera con el Tíbet, es de sólo 24.000 botellas pero el plan es llegar a 50.000 en cinco años. La exótica ubicación fue seleccionada por su clima, muy raro en China, no demasiado húmedo ni frío.
Los críticos han alabado al Ao Yun 2013, la primera cosecha, un factor que ayuda a explicar su precio retail. “Nunca habríamos fijado el precio a este nivel si los críticos en todo el mundo no hubieran dicho que es excepcional”, afirma Prats.
Pero el precio también refleja los desafíos de logística, que convierten a Ao Yun en el vino más caro de producir para MH. Debió contratar a 150 campesinos para atender las uvas en las 320 terrazas a cuatro horas y medias del aeropuerto más cercano a través de caminos de tierra.
“La logística de vinificar en el lugar es una verdadera pesadilla”, dice Prats sonriendo, pero “es una extraordinaria aventura”.