Obituarios de CEO: los líderes están más vivos que nunca
Respuesta del mercado a la muerte de un director ejecutivo es mayor ahora que antes.
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En los anales de las tareas académicas más extrañas, buscar en casi seis décadas de obituarios de directores ejecutivos califica muy alto. Al hacerlo, Timothy Quigley, de la Lehigh University en Pensilvania, desenterró evidencia de que los todo poderosos CEO están vivos.
En un paper que se presentará el la reunión anual de la Academia de Administración en Boston el próximo mes, el profesor Quigley observó la respuesta del mercado a 193 muertes súbitas de CEO (con causas que van desde accidentes aéreos hasta hemorragias cerebrales) entre 1950 y 2009. La magnitud de la reacción de los inversionistas fue mayor en los años recientes que a inicios del período. De hecho, las alzas de precios de acciones (o caídas) para las muertes anunciadas entre 1990 y 2009 fue más que el doble que las reacciones en los ‘50 y ‘60.
La conclusión del profesor Quigley es que los inversionistas “depositan un mayor énfasis sobre los individuos que dirigen empresas transadas en bolsa hoy en día en comparación con los períodos anteriores”. Como él señala, si los mercados no hubiesen considerado la pérdida del CEO como un evento, el precio de acción apenas se hubiese movido. Para ponerlo de otra manera, la muerte del CEO-alfa, de cuyas fortalezas y debilidades personales depende el futuro de las firmas, ha sido exagerada.
Tales conclusiones son preocupantes. Ya van más de diez años desde que el mundo celebró la caída de CEO imperiales (tras los escándalos de Enron, WorldCom y Tyco en EEUU). Si los mercados siguen poniendo esa atención a la influencia individual de los CEO, y los directorios siguen, inevitablemente, poniendo atención exorbitante a los mercados, es difícil saber cuándo los directores dejarán el hábito de darle mucho poder -y sueldo- a confiados tomadores de riesgo, en vez de a largoplacistas bajo perfil.