La desesperanza del Estado moderno

Por: | Publicado: Viernes 25 de enero de 2013 a las 05:00 hrs.
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La economía no ha sido ajena al proceso de secularización de la sociedad española. Con esa secularización, se han difuminado valores éticos esenciales o presupuestos culturales, como una concepción no meramente individualista de la propiedad. En lo concreto, también se ha borrado la huella de la doctrina social de la Iglesia en la legislación laboral, y han caído instituciones como las Cajas, aquel invento católico (hasta que se apropiaron de él los partidos) que rechazaba la especulación financiera y revertía sus beneficios en la comunidad. Escribe Rubén Manso Olivar, inspector del Banco de España en excedencia
La crisis económica no es sino la parte que mejor se ve de un fenómeno cuyo núcleo es la crisis de valores que sufre Occidente. Las soluciones al problema económico no son la solución a la crisis, pero lo urgente se antepone a lo importante, y el hombre común vuelve sus ojos a los que dirigen la economía, los políticos, y les piden soluciones.

Una cuarta parte de los españoles no tiene trabajo; no puede cumplir con el mandato divino: Con el sudor de tu rostro comerás el pan. Tal vez esto ocurre porque el hombre moderno olvidó un mandato previo: Creced y multiplicaos; llenad la tierra y sojuzgadla. El Estado moderno, que se presentó como un amigo del hombre, tomó las riendas de la producción material, y le prometió la abundancia sin esfuerzo a cambio de su obediencia. Tras un siglo XIX en el que la Revolución liberal, violenta y sangrienta, no pudo con el prestigio de la acción de la Iglesia en favor de los desfavorecidos, el Estado moderno intenta expulsar a aquélla de la provisión de determinados bienes y servicios, y lo hace con la fuerza de quien puede gravar con impuestos y no con el amor de la limosna. Ya nadie es responsable de socorrer a su hermano, porque para eso paga impuestos. Tal vez al Estado moderno le haya movido, en ocasiones, la caridad para actuar así, pero su objetivo le sobrepasa, por lo que ha fracasado y ha conducido al hombre moderno a la melancolía y a la desesperanza.

El objetivo de proveer al hombre moderno de todo lo que necesita ha sido utilizado para convencerle de que sólo necesita lo que el Estado puede darle -que es sólo material-. Por otro lado, requiere que la organización estatal controle todos los aspectos de la vida: desde cuántos niños pueden nacer, hasta cuánto podemos vivir. El Estado ha vuelto al hombre irresponsable de su vida. Un hombre irresponsable no es libre y carece de esperanza.

La educación se convierte en adoctrinamiento y la sanidad, en muchos casos, en una herramienta de control vital. El Estado provee la cultura, que pasa a ser propaganda. Provee el trabajo de gran parte de la población. Provee las oportunidades de negocio, y provee el crédito. Las Cajas de ahorros, que durante siglos se dedicaron a lo que ahora denominamos las prácticas financieras de inclusión social, el microcrédito, por ejemplo, han sido un buen ejemplo de cómo las creaciones humanas desaparecen cuando no son fieles a su objeto.

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