Un punto a favor se anotan, lamentablemente, quienes vaticinan que
Chile sufrirá este año un inevitable traspié en materia de crecimiento.
Acorde con las expectativas privadas, el Banco Central informó
ayer que la actividad local descendió 1,4% durante enero. El primer
resultado negativo para este mes desde 1999, un año emblemático, por
cierto, puesto que fue la última vez que el país vio deteriorarse con
fuerza su Producto Interno Bruto (PIB).
La bullada “crisis
asiática” hace diez años se tradujo en una brusca disminución de las
exportaciones nacionales, así como de las reservas internacionales y
del valor de la moneda local y que, por primera vez -desde 1991-
explicó un déficit en las cuentas fiscales.
Todos condimentos
que inexorablemente comienzan a darse en 2009, pero que -más
preocupante aún- parecieran ser propios de los momentos más críticos,
sinónimos de recesión, en la historia de la economía local.
Así,
por lo menos, lo demuestran acabados estudios. Uno de ellos, realizado
por Sergio de la Cuadra y Hernán Cortés -quienes revisaron los datos
oficiales sobre la evolución del PIB- que se centró en el período entre
1926 y 1982.
Los elementos en común
Su análisis
zanjó una discusión que bien podría adquirir ribetes bizantinos. ¿Qué
se define como recesión? Para estos economistas, el concepto dice
relación con aquellos años donde efectivamente el PIB cae, pero también
en los cuales su desaceleración es muy marcada y, por lo menos, se
traduce en una variación a la baja de cinco puntos en relación al
ejercicio anual previo.
El análisis mostró que Chile ha
atravesado por doce recesiones en casi seis décadas: 1930, 1936, 1938,
1941, 1947, 1949, 1954, 1958, 1967, 1972, 1975 y 1982.
El
seguimiento de estos episodios develó que tenían elementos comunes.
Quizás el más fundamental, para lo que ocurre hoy, es que el 83% fue
causado por factores externos.
Como punto de referencia
internacional, se evaluó lo ocurrido con Estados Unidos. Cada vez que
éste mostró un signo negativo, a Chile le dio inexorablemente pulmonía,
explica el académico de la Universidad Católica, Rolf Lüders.
Las
excepciones han sido dos: 1941, cuando los problemas obedecieron a una
caída del sector agrícola (-30%); y 1936, cuando la desaceleración
respecto a 1935 fue parte de la lenta recuperación tras la Gran
Depresión del 30.
Para los otros casos, la dinámica de
deterioro fue la misma: desplome de exportaciones -con caídas de hasta
70%- y de los términos de intercambio –de más de 30%-, con efectos
adicionales sobre el flujo de capitales hacia el país.
Desde
la perspectiva interna, las políticas monetarias y fiscales exhibieron
un patrón consistente previo a la recesión, siendo ambas muy expansivas
en el 80% de los casos. Ya en la tormenta, las tasas de interés
tendieron a seguir bajando, jugando un papel anticíclico; y el sector
público restringió algo su gasto, evidenciando el ajuste de la economía.
La
política cambiaria, por su parte, fue forzosamente reactiva y buscó
restablecer los deteriorados niveles de reservas internacionales
mediante devaluaciones. Si eran escasas, la devaluación se anticipó; si
eran abundantes, se postergó. Un hecho marcador, como el abandono del
dólar a $ 39 en los ´80.
El país, además, siempre que pudo
recurrió a un mayor endeudamiento externo para amortiguar el impacto de
la caída en la actividad.
La peor de todas
Tras
la aún presente crisis del 82-83, la economía local sólo sucumbió a un
menor crecimiento en 1990. Se pasó de un ritmo de 10% a uno del orden
de 3% en medio de un cambio político y un ajuste que buscó controlar
los efectos de un excesivo gasto fiscal en la inflación, a esas alturas
de 30%. Después vino 1999, cuando el golpe de nuevo provino del
exterior.
Puesto en perspectiva, análisis del mismo Banco
Central sostienen que esta última fue mucho menos extensa, intensa y
costosa que la recesión de 1982 y, por lo mismo, guarda más distancia
con la de 1975 y aún más con la del ´30.
A este último año, le
siguieron otros dos de números muy rojos. En 1932 el PIB era sólo un
poco más de la mitad del existente en 1929. El derrumbe del crecimiento
implicó -según un estudio de José Díaz, Rolf Lüders y Pert Wagner- que
el PIB per capita se redujera 46,5% entre 1930 y 1932; mientras que
cedió 23,27% entre 1972 y1975. Entre 1982 y 1983, cuando de nuevo Chile
enfrentó una difícil combinación de problemas institucionales y el
golpe de las restricciones externas, el PIB cayó 18,8%.
¿Qué
pasará ahora? Rolf Lüders señala que la caída de la tasa de
crecimiento del PIB con respecto a 2008 puede perfectamente ser de 4
puntos o quizás aún más. "Si es así, técnicamente podemos entrar en
una recesión. Lo importante es que la economía chilena tiene las
instituciones, incluyendo las políticas económicas, y las reservas
internacionales necesarias para minimizar los costos asociados a esa
recesión. Aún así, las autoridades no podrán evitar un significativo
aumento del desempleo y de las quiebras de empresas”, sostiene.