Estamos viviendo una “temporada de reformas”. Pareciera ser que la orden es “todo lo que pueda ser reformado, refórmese y publíquese en el Diario Oficial”. Con cierto humor un conocido líder oficialista me señalaba que si había que reformar también el Manual de Carreño, pues, manos a la obra. Razones hay varias, pero como el fin no siempre justifica los medios, la política de fast track, hechos consumados y el estilo autoritario e ideologizado, no se compadecen con nuestro más puro espíritu republicano. La palabra “consenso” se nos ha presentado como enemiga de la voluntad mayoritaria expresada en las urnas y en las calles. Como si esa voluntad no fuese en democracia por definición cambiante. Grave error.
Pero más allá de estas consideraciones “de temporada”, los “ciudadanos-metropolitanos” detentadores del poder absoluto, ni siquiera sospechan que la madre de todas las reformas se está incubando con mucha fuerza fuera de los muros de la gran capital.
En efecto, por una decisión histórica de la Presidenta se ha creado una comisión presidencial para la descentralización, rápidamente ninguneada por los señores feudales. No es tema, comentan. Estas comisiones no llegan a nada, y, en el peor de los casos, si logran consensuar propuestas que lleguen al parlamento, “nuestros soldados-parlamentarios sabrán cumplir con su deber”, esto es, dilatar su discusión hasta que el tema desaparezca o se reduzca a su más mínima expresión. Así que en realidad no hay motivo para preocuparse, los ciudadanos–provincianos del Reyno están bajo control. A lo más un aumento de la mesada, unas pocas monedas más y se quedarán tranquilos como siempre, dicen.
Lo que en palacio ignoran es que en pocos meses se han realizado innumerables diálogos, encuentros y plenarias en todas las regiones del país, sus líderes naturales se han conocido y han concordado cambios significativos a la hiper concentración actual. No es un problema de monedas ni mesadas. Es autonomía; dentro de nuestro histórico estado unitario, queremos y exigimos, al menos: elección directa de Intendentes; incremento del gasto subnacional no condicionado de un 15% a un 35%; patrimonio propio para las regiones, que incluya a las empresas públicas sitas en ellas; presupuesto de la nación regionalizado; ChileCompra y Alta Dirección Pública regionales; incentivos para que las empresas y los profesionales se queden en las regiones, desincentivos para lo mismo en Santiago, entre otros.
Los cortesanos de palacio se van a resistir, es evidente. Nadie entrega poder voluntariamente. Pero los súbditos de regiones somos el 60% de la población y de los votos. Y si es necesaria una rebelión, estaremos preparados para ella. Por ahora, seguimos trabajando silenciosamente nuestras propuestas y conquistando voluntades. Pero ya en la Fundación P!ensa (think tank independiente y regionalista de Valparaíso) tomamos una decisión: vamos a seguir a cada parlamentario de regiones respecto a sus opiniones y votos en la materia, y lo vamos a difundir a sus electores en distritos y circunscripciones. Los ciudadanos de regiones exigimos cambios radicales pero sensatos, por el bien del país en su conjunto y por la equidad territorial en particular. Por la razón o la fuerza.