Todavía abierta la temporada de esquí, las inmediaciones lucen varios locales de arriendo de equipos y ropa de esquí con todo tipo de ofertas en portugués. Se observan muchos turistas circulando por el sector. Frente a “La Chascona”, la Casa Museo de Pablo Neruda, con acceso desde la calle Constitución y también desde Chucre Manzur, se alistan los últimos detalles de Terrazas San Cristóbal, el complejo de restaurantes que cuenta con una superficie total de 4.321 m2 y 312 estacionamientos subterráneos, fue construido por el grupo inmobiliario Cimenta, significó una inversión de aproximadamente US$ 25 millones y proyecta recibir 80 mil visitas mensuales.
Barbazul, MIT Burger, La Chimba, Bartolo, La Tequería del Güero, Tapas y Birras, La Pobre Vermutería, Donde Zacarías, Quechua, 7 Negronis y Ozaki, son los locales que abrirán sus puertas. El último es la apuesta nikkei del chef José Ozaki y el empresario gastronómico venezolano John Maldonado.
¿Por qué instalarse en Bellavista? Entusiastas, los socios mencionan algunas novedades del barrio que reflejan un renacer. Pronto abrirá el nuevo Teleférico Pío Nono del Parque Metropolitano, hace un par de meses el Hotel Aubrey reabrió sus puertas luego de ser adquirido por Manfred Paulmann y reacondicionado por Grisanti Cussen, sumado al Hotel Castillo Rojo en la Plaza Camilo Mori son dos alternativas de hotelería boutique a pocos metros del boulevard.
La seguridad ha mejorado el último tiempo, afirman. Hay un plan de reactivación en el barrio al que se han unido vecinos y locatarios, además del trabajo en terreno de la Municipalidad de Providencia y Carabineros. El boulevard cuenta con 200 cámaras de seguridad habilitadas y tecnología IA que identifica movimientos sospechosos, cuenta Maldonado.
“Yo estoy aquí desde 2019 y en todo el ciclo post pandemia Bellavista era un caos total. La seguridad era el talón de Aquiles del barrio, pero eso el último tiempo ha cambiado y de verdad se nota”, dice el emprendedor venezolano que lleva 10 años en Chile y que tuvo un restaurante en Patio Bellavista.
Hoy vuelve a apostar por el sector. Lo contactaron de Terrazas San Cristóbal hace cuatro años y en un principio pensó en abrir un local con gastronomía de su país, se llamaría Orquídea, como la flor nacional de Venezuela. Pero en el camino se cruzó con el chef José Ozaki, de quien era fan, y lo convenció de asociarse para abrir un restaurante que ofreciera cocina nikkei de autor.
Ozaki nació en Callao, Perú, nieto de japoneses, padre peruano y madre chilena. Después de un tiempo trabajando en Costa Rica, lleva unos 20 años a cargo de restaurantes en nuestro país, estuvo a cargo de Ozaki en la calle Santa Beatriz, República Nikkei en Merced y Piso Uno en Santa Magdalena, entre otros. Se había tomado una pausa, un tiempo sabático, cuando Maldonado lo contactó a través de un amigo en común para pedirle una asesoría. Terminó lanzándose en una nueva aventura que nuevamente lleva su nombre.
“Esta actividad es muy demandante y bastante estresante. Yo tenía un cansancio acumulado. Necesitaba decantar y limpiar la cabeza para volver a generar una idea. La idea de instalarnos aquí me genera entre un reto y curiosidad. A ver qué va a pasar. Seguro tendremos muchos clientes turistas, pero el desafío también es cautivar a los locales. Hacer que la gente vuelva desde otros barrios a comer a Bellavista”, apunta Ozaki.
“Este es un sitio bohemio por naturaleza, tiene historia. El Cerro San Cristóbal es el sitio más visitado turísticamente en todo el país. Hay hoteles y universidades cerca, durante los fines de semana pasean muchas familias por aquí y en la noche el público es más adulto. Se siente que de a poco está cobrando nueva vida”, agrega su socio.
Aunque todavía no abren los restaurantes del boulevard, los estacionamientos subterráneos están funcionando hace algunos meses y los fines de semana se llenan, eso sería un buen indicador, apuestan. El complejo además cuenta con una gran sala de 1.000 metros cuadrados que funcionaría como sala de eventos.

Volver a lo puro
Se suele creer que “nikkei” es el nombre de la fusión gastronómica entre Japón y Perú, pero su significado es más amplio y se refiere a elementos nipones fuera de su patria, explica Ozaki. Puede ser una persona, un libro, un plato. “Yo ahora estoy bajándome un poco del coche del nikkei peruano porque de eso hay harto. Muchos que lo hacen bien, otros medianamente bien, otros mal. Aquí podemos hablar de un nikkei chileno porque la mayoría de los insumos son locales: pescados, mariscos y vegetales”, dice el chef.
Su cruzada es volver al origen. “Queso crema no uso hace 15 años. Trato de apegarme al concepto de que la comida japonesa es saludable, no puede llevar queso crema, ni fritura, porque ahí se escapa... Este nuevo nikkei es más purista porque directamente con la calidad del insumo, con los sabores naturales. Entonces no se trata de tapar el sushi con salsas y chaya como hacen hoy en algunos lugares de manera de disfrazar productos de mala calidad. Podrían estar trabajando con pescados ultracongelados, entonces necesitan distractores. Quiero irme más a lo simple”, apunta el cocinero. Para eso ha trabajado en la búsqueda de buenos proveedores y productores de norte a sur.

El restaurante, con capacidad para 150 personas, tiene dos pisos y dos terrazas, una mira hacia La Chascona y otra a la cordillera. La inversión total del local fue de US$ 500 mil. Los socios cuentan que habrá una barra abierta con seis puestos que ofrecerá una experiencia omakase, donde el cliente deja la selección de platos en manos del chef, habrá tres alternativas que se diferenciarán de la carta. Ozaki recalca que se ha preocupado de elaborar una completa de sakes para acompañar la comida. “El público chileno ha ido aprendiendo y se ha vuelto más exigente”, dice el chef sobre el paladar nacional que conoce ya hace 30 años.
- ¿Cree que en términos de identidad gastronómica en Chile ha pasado algo que se asemeje a lo que pasó en Perú?
- Está la intención. Pero creo que no ha habido la revolución. Se ha desarrollado muy bien la cocina de afuera, pero la chilena no ha despegado. Mira la moda coreana: hay mil locales de ramen por dos de cazuela. Estamos todavía al debe.
