Una, Henri Matisse. The Cut- Outs es la más amplia reunión de los trabajos en la técnica de recortes de papel de color creada y desarrollada por Matisse al final de su carrera- entre la década de 1940 hasta su muerte en 1954- como una culminación expresiva de su estilo. Organizada por el Museo de Arte Moderno de Nueva York (MoMA) y por el Tate Modern de Londres, presenta más de 150 obras y estará abierta hasta el 8 de febrero de 2015. Es una exposición para el goce del espectador, una verdadera explosión de color y formas. Ello presentado gracias a un trabajo curatorial digno de ser apreciado por la reconstrucción del material y el arte con el que se ha desplegado la muestra para manifestar las sensaciones envolventes y dinámicas que Matisse imprimió en su nueva técnica.
La segunda, Cubism. The Leonard Lauder Collection es el regalo prometido del coleccionista Leonard A. Lauder al Metropolitan Museum of Art (MET) y a la ciudad de Nueva York. Se trata de una cuidadosa selección de obras de los representantes del Cubismo: Pablo Picasso, Georges Braque, Juan Gris y Fernand Léger que desde este año pasan a formar parte de la colección permanente del museo. Si se quiere comprender la historia, la estética y el espíritu que formó el movimiento cubista desde sus inicios, un recorrido por la recién estrenada colección- dispuesta por sus curadores con una sensibilidad que permite al espectador una verdadera comprensión de la naturaleza y relación de las obras- es simplemente iluminador.
Asociados a estas exhibiciones- que merecen ser visitadas una con la perspectiva de la otra para introducirse en dos corrientes que dan giros fundacionales a la historia del arte- los museos han publicado catálogos que resultan ellos mismos piezas que reflejan los respectivos procesos curatoriales que dieron lugar a las muestras. Ello constituye a estos libros en obras cuyo interés no se limita a la comprensión de una exhibición particular, sino que permiten conocer a los artistas y, más aún, la visión y los procesos históricos que caracterizaron el siglo XX, que se materializaron artísticamente y que se proyectan a la realidad presente a través de la creación posterior. Este espíritu de la modernidad es acogido de diferente modo por artistas como Matisse o Picasso (y los cubistas) y se refleja en posibilidades diversas, que sin embargo nacen de una experiencia común.
El catálogo Matisse. The Cut-Outs1, está compuesto por diez ensayos - uno de ellos fotográfico- escritos por curadores y expertos en historia del arte, en los que se presenta el proceso a través del cual Matisse concibió una nueva técnica y la forma en que se desenvolvió esta intuición inicial. Desde los trabajos en pequeña escala para ilustrar el libro Jazz y el diseño de portadas para revistas de arte como Cahiers d'Art, Matisse avanzó hacia mayores dimensiones, utilizando sus recortes de papeles de color en un trabajo ambiental y envolvente en las paredes de sus estudios. De ello son testimonio obras como la piscina con la que decoró su comedor, "Oceanía", "La sirena y el periquito" y "Máscaras" entre otras.
La capilla de Vence fue una culminación de este concepto. En ella Matisse desplegó su técnica en un espacio arquitectónico y espiritual, y la aplicó en vitrales, en cerámicas y en sus dramáticos dibujos del Via Crucis.
En el ensayo "Chapel Factory", la autora Flavia Frigeri explica la historia de la creación de la famosa Capilla del Rosario de Vence, atribuyendo un determinante papel al fraile dominico Marie-Alain Couturier, un profundo conocedor del arte y de los artistas de su tiempo. El mismo padre Couturier narró la historia en el artículo "Church Full of Joy" (publicado en Vogue en diciembre de 1951 (p. 129) y que se reproduce en el ensayo de Frigeri). Diez años antes de la Capilla del Rosario de Vence, Matisse había estado muy enfermo y había recibido el cuidado de una joven de "extremada" amabilidad e inteligencia según pudo apreciar el enfermo. Fue esta joven la que tiempo después tomó los hábitos en la orden dominica con el nombre de hermana Jacques. Cuando las hermanas se movieron a Vence y decidieron construir una capilla, la religiosa visitó a su bien conocido antiguo paciente, Henri Matisse, para mostrarle unas acuarelas que había creado como posibles bosquejos de las ventanas de la nueva capilla: "Matisse dio su consejo. Varios días después, decidió diseñar la ventana él mismo... después todas las ventanas y, finalmente, la capilla entera." El padre Couturier, que por aquel entonces se recuperaba de una pleuresía en Vence y que sabía bien quién era Matisse afirma en su artículo "viendo lo que la intuición y la severidad de un Matisse podía traer al anémico arte Cristiano, propuso que Matisse hiciera la capilla de las hermanas él mismo".
La exhibición y el catálogo incluyen trabajos relacionados con el proceso de creación de Vence. Especial mención merece la concepción de sus vitrales: el intento de representar la Jerusalén Celeste derivó en los ventanales azul claro y finalmente en el Árbol de la Vida.
Una anécdota narrada en el ensayo merece ser reproducida. Mientras se encontraba diseñando la capilla de Vence, Matisse recibió la visita de Pablo Picasso y le mostró su proyecto. Picasso se mostró muy ofendido con la iniciativa: "¿Por qué no haces un mercado, en vez? Podrías pintar frutas y vegetales." Matisse estaba furioso y le confidenció a Couturier: "me importan un bledo las frutas y los vegetales: mis verdes son más verdes que mis peras y mis naranjos más naranjos que las calabazas. ¿Cuál sería el punto?". Fue significativo que el mismo Picasso se embarcara luego en un proceso similar al de Matisse, pero bajo una premisa muy opuesta. Como respuesta al proyecto religioso de Vence, Picasso creó frescos para una capilla desconsagrada en Vallauris (p. 155).
Matisse. The Cut-Outs es una muestra bella que sigue con minuciosidad la evolución de Matisse en sus tres estudios del Boulevard Montparnasse de Paris (1946), de Villa la Rêve en Vence (1943-1948) y en el Hôtel Régina (desde 1949 hasta su muerte). Lo ilustra y permiten acceder a la interioridad de su trabajo y de las intenciones del autor: su deseo de hacer una obra cuasi arquitectónica en la que el espectador no sólo sea un observador, sino que viva "vivir dentro"; su cualidad iterativa y constantemente cambiante mientras los recortes estaban clavados en el estudio; el uso de los positivos y negativos; las formas orgánicas; la simplificación de las líneas y el uso del color como límite de la forma. Matisse hace estallar los colores para crear su propio jardín al final de su vida, en una época de invalidez física que le llevó a concebir el tiempo como algo fugaz y simplemente prestado.
Por otra parte, el catálogo Cubism2 introduce al lector en un universo opuesto y en una maestría de la simplificación de la forma con un objetivo cerebral. Los colores de Matisse y sus curvas vuelven aún más visible el contraste con los tonos tierra, casi monocromáticos de los cubistas. Ambos movimientos son aún representacionistas y no abandonan del todo la referencia a los objetos, pero los cubistas juegan con el espectador para llevarlo a preguntas sobre la naturaleza del espacio, del tiempo, y el papel de la mente, del concepto, en la reconstrucción sintética de una realidad. Los elementos reconocibles actúan como pistas que deben ser terminadas por el sujeto observador. Las perspectivas tridimensionales están todas presentes a unísono en el plano bidimensional, evocando la capacidad de la mente de proyectar espontáneamente los espacios ocultos a la percepción a través del concepto.
Las obras no pretenden envolver en un espacio estético, un jardín, sino desafiar con un acertijo.
El catálogo editado por Emily Braun y Rebeca Rabinow, narra la historia del cubismo a través de veinte y dos ensayos que exploran por medio de las obras de la colección de ochenta piezas, uno de los movimientos más influyentes del siglo pasado.
Presentes están los primeros intentos de Braque, que siguiendo a Cézanne, recontruye paisajes a través de pinceladas geométricas que el espectador debe reunir en una totalidad, para alcanzar una realidad identificable. En su ensayo "The Birth of Cubism", Jack Flann desarrolla el nacimiento del movimiento cubista como una forma de reconciliar las tensiones sobre las ideas de la "realidad" "proclamando una nueva, generalmente Neoplatónica, relación entre pintura y naturaleza". Esta relación se constituye en una "deshumanización" del objeto representado, una abstracción de este a formas geométricas sin abandonar la referencia a ese objeto particular, pero llevándola a un lenguaje inhabitable.
El cubismo responde, tal como se desarrolla en el ensayo "The Cubist Challenge to the Beholder's Share" de Eric Kandel a las teorías freudianas sobre la influencia del inconsciente en el conocimiento del objeto. Ella se aplica en teorías del arte como las de Ernst Kris y Gombrich que elaboran la idea sobre el acto del ver señalando que éste es en parte creativo, pues está constituido tanto por la percepción, como nuestra propia construcción a partir de las memorias y procesos internos. De este modo, la obra de arte no está completa sin la restauración inteligible efectuada en la visión del espectador. Otras influencias científicas a las que responde son la teoría de la relatividad, y la invención de los rayos equis. Los cubistas, siguiendo estas influencias se proponen cuestionar la "realidad" del espacio, del tiempo, la dimensionalidad mediante la fragmentación. Desafiar al espectador a construir el objeto él mismo mediante palabras, y formas deconstruidas, pero reconocibles.
Cubism incluye variadas perspectivas sobre los cubistas y explica sus técnicas, sus motivos y el despliegue del movimiento a través de sus máximos representantes.
Dos obras que recopilan exhibiciones históricas y que vale la pena revisar (se puede adquirir vía Internet en www.moma.org - www.metmuseum.org).
1 Henri Matisse. The Cut-Outs, Karl Buchberg, Nicholas Cullinan, Jodi Hauptman y Nicholas Serota (Editores), The Museum of Modern Art, New York, 2014, 298 págs.
2 Cubism. The Leonard A. Lauder Collection, Emily Braun y Rebecca Rabinow (Editores), The Metropolitan Museum of Modern Art, Yale University Press, New York, 2014, 382 págs.