Tomás de Figueroa y la reacción realista en 1811
Por: Equipo DF
Publicado: Viernes 1 de abril de 2011 a las 05:00 hrs.
El 18 de septiembre de 1810 se formó una Junta de Gobierno presidida por Mateo de Toro y Zambrano, la que debía gobernar el reino mientras durara el cautiverio de Fernando VII. Cada uno de los miembros de la Junta tuvo que responder a la siguiente pregunta: “¿Jura Vd. defender la patria hasta derramar la última gota de sangre para conservarla ilesa, hasta depositarla en manos del señor don Fernando VII, nuestro soberano, o de su legítimo sucesor; conservar y guardar nuestra religión y leyes; hacer justicia y reconocer al Supremo Consejo de Regencia como representante de la majestad real?” Era la fidelidad al Rey, que resalta Jaime Eyzaguirre en su Ideario y ruta de la emancipación chilena.
La historia posterior marchó en un camino distinto, y emergieron figuras políticas, como José Miguel Carrera y Bernardo O’Higgins; en 1812 surgió la Aurora de Chile como primer periódico; mientras los símbolos patrios, como la bandera y el escudo, comenzaron a ser parte de la nueva situación del país. Una de las creaciones más revolucionarias fue el Congreso Nacional, que se inauguró el 4 de julio de 1811.
El proceso de instalación de la nueva Asamblea no fue fácil, y tuvo su punto culminante con el llamado motín de Figueroa, por el líder que lo encabezó, el coronel Tomás de Figueroa (1747-1811), hombre activo y con historias amorosas y militares a cuestas, y que irrumpió en la política chilena con ocasión de las elecciones de Congreso que debían verificarse el 1° de abril en Santiago.
Entonces, al mando de unos 250 hombres y bajo los gritos de “Viva el Rey”, los amotinados quisieron poner fin al gobierno de la Junta Gubernativa, volviendo al sistema precedente bajo el liderazgo del propio Figueroa. Más de 500 hombres armados enfrentaron el motín, y los seguidores del coronel español comenzaron a desertar ante la inminente derrota. Correspondió a Juan Martínez de Rozas actuar con energía y rigor frente a los amotinados, e incluso acusó a los oidores de la Audiencia de ser los “instigadores de la sangrienta asonada”.
Figueroa, fue condenado “a la pena ordinaria de muerte, pasándole por las armas dentro de la misma prisión en que se halla”, y fue ejecutado, tras un juicio sumario que el historiador realista Melchor Martínez califica de injusto y marcado por ilegalidades.
Por su parte, Diego Barros Arana aventura que, de haber triunfado el motín del 1° de abril de 1811, “se habría levantado el cadalso en la plaza de Santiago para los más ilustres patriotas”, y otros tantos habrían sido condenados a prisión. En realidad no podemos saberlo. Sin embargo, cuando se produjo la restauración de la monarquía a fines de 1814, muchos patriotas sufrieron el destierro a Juan Fernández, la privación de sus bienes y otras vejaciones.
Tomás de Figueroa, por el contrario, asomó con honores en la escena pública, cuando el 20 de febrero de 1815 “se trasladaron este día a la Sta. Iglesia Catedral las cenizas del benemérito Teniente Coronel D. Tomás de Figueroa, que por haber pretendido restablecer con las armas a las legítimas autoridades, fue primera víctima en Chile del furor de los rebeldes”.