No es un tema fácil para él. Nano Stern -40 años, conocido músico- lo ha comentado pocas veces en público, pero cuando lo ha hecho ha sido con firmeza: el actual conflicto en Gaza ha significado, en lo personal, un proceso de mucho dolor. Una puesta a prueba, de confrontación con la realidad, de muchas de las posiciones que desde siempre él ha mantenido al pertenecer a una familia judía. Es que ahora, dice, algo se le movió profundamente adentro.
Stern viene llegando de una gira intensa por Europa. Estuvo con presentaciones en España, Italia, Alemania, Suecia y Eslovenia. Hace unos días, en Viña del Mar, celebró los 60 años de Los Jaivas. Mientras, en el otro lado del mundo, no se detiene la guerra entre Israel y los palestinos, que ya cobra más de 62.000 víctimas desde octubre de 2023, en medio de crecientes críticas internacionales al gobierno de Benjamin Netanyahu que lo acusan de genocidio. El cantautor acepta una entrevista sobre el tema, en la que piensa y cuida cada una de sus palabras. Sabe que transita por terreno espinoso.
- ¿Cuál es la historia de tu familia y de tu relación con lo judío? ¿eres practicante del judaísmo?
- Mis cuatro abuelos llegaron a Chile escapando del Holocausto, y la mayoría de sus familiares no tuvieron la misma suerte. Fui criado en una familia en la que se practicaba un judaísmo muy laico, donde por sobre todo se valoraba la capacidad de pensamiento crítico. Yo no soy practicante del judaísmo a nivel religioso, pero crecí al alero de una historia común y de una visión de mundo determinada por un acervo cultural que proviene directamente de esa historia compartida.
- Dices que el conflicto en Gaza te ha afectado de manera muy personal, ¿por qué?
- Porque el espanto que vemos, en vivo y en directo cada día, tiene una dimensión muy concreta: tiene nombres y apellidos, tiene rostros y afectos. Me parece inconcebible que esto nos pueda dejar indiferentes a nivel personal. Y me afecta también porque, como la mayoría de los judíos, naturalmente tengo relaciones familiares con israelíes; y como la mayoría de los chilenos, y particularmente como alguien que viaja mucho, he desarrollado relaciones de mucho cariño y amistad con palestinos, algunos de ellos de Gaza. La creciente imposibilidad de encuentro entre estos afectos cruzados me ha causado mucho dolor a nivel personal.
- Este es un conflicto de muy larga data. ¿Cuándo te empezó a afectar de manera tan personal? ¿Pesó la actual muerte de niños, el bombardeo de hospitales, la hambruna?
- Tras el ataque de Hamás del 7 de octubre de 2023, las posiciones se radicalizaron de manera precipitada y se rompió cualquier espacio de diálogo. Mi reacción instintiva fue buscar puntos de encuentro, rehuyendo de los fanatismos, pero esto se volvió cada vez más complejo y yo mismo, a través del estudio de la historia y el presente -y tras muchas conversaciones con gente que sabe mucho más que yo al respecto-, fui cambiando mis puntos de vista y entendiendo que no es ésta una situación en la que aporte la búsqueda de consensos buenistas.
- En mayo, en radio Súbela, dijiste: “Por primera vez en mi vida que mis posiciones morales absolutas se confrontan de manera violenta con la realidad”. ¿A qué te refieres concretamente?
- Creo que, como humanidad, estamos entrando en un terreno macabro, sombrío y desconocido para quienes no vivimos la última gran guerra, o sea casi todos quienes estamos vivos hoy. Las máximas morales como la no violencia, la defensa de la paz, la democracia, el respeto a los derechos humanos… Todo nuestro marco moral se ve sacudido por la brutalidad de la realidad en la que estamos entrando. La complicidad de Occidente con estos horrores significa la derrota de todo un sistema valórico. Y esto tiene su correspondencia a nivel personal, por supuesto.
“No es posible tapar el sol con un dedo”
- Hablas de que has sentido profundo dolor. ¿Podrías llevarlo a una imagen de las que has visto del conflicto?
- No quisiera entrar en el morbo de una u otra imagen, pero el nivel de destrucción y espanto que hemos presenciado en estos casi dos años es de tal brutalidad, que no puede dejarnos indiferentes. No podemos permitir que estas situaciones se normalicen. No es aceptable que se bombardeen hospitales, campos de refugiados, escuelas; que se castigue colectivamente a una población civil. Cuando Hamás llevó adelante su ataque en 2023, la prensa y el discurso imperante en Occidente se encargó de relatar con lujo de detalle la historia personal de cada víctima y rehén. No hemos visto lo mismo cuando las víctimas son palestinas. En este caso, se habla de números y estadísticas. ¿Acaso no duelen también esas vidas masacradas?
- ¿Hay otras emociones que han acompañado este proceso personal?, ¿rabia, impotencia?
- Al margen de las reacciones emocionales que uno pueda tener, para mí lo importante es formarse y aprender de lo que ocurre para poder tener una visión certera de la realidad que no esté determinada sólo por las fuertes emociones que sentimos al respecto. Creo que ahí recae el riesgo de los fanatismos, que son determinados por la irracionalidad. Dentro de la propia tradición del pensamiento judío, encuentro cobijo en pensadores como Spinoza y Hannah Arendt, y su defensa de la razón en oposición al dogmatismo, incluso -y especialmente- en circunstancias trágicas.
"Dentro de la propia tradición del pensamiento judío, encuentro cobijo en pensadores como Spinoza y Hannah Arendt, y su defensa de la razón en oposición al dogmatismo, incluso -y especialmente- en circunstancias trágicas".
- También hablas de un desaprendizaje de muchas verdades asumidas que vienen de relatos familiares, de tu historia familiar. ¿Cuáles?
- En torno a la creación del Estado de Israel existen muchos mitos que tienen poco que ver con la realidad, partiendo por la frase “una tierra sin pueblo para un pueblo sin tierra”, y todo lo que ésta implica. En la cultura sionista existe una tendencia a negar la existencia del pueblo palestino. “Los palestinos no existen” es una frase que, por increíble que parezca, se dice con mucha soltura. Esa negación del otro no es fortuita ni inocente: es una condición necesaria para la justificación de la expulsión de todo un pueblo de sus tierras. Los dirigentes que lideraron la conformación del Estado de Israel entendían perfectamente que para que el proyecto fuera viable, tenían que expulsar forzosamente a una parte mayoritaria de la población local, y eso es lo que hicieron. Esto no quita que la creación de Israel respondiera en parte a la atrocidad del Holocausto y el contexto político que sucedió a la Segunda Guerra. Pero nada justifica el despojo de un pueblo y la limpieza étnica de un territorio.
Stern continúa: “Para mí ha sido muy transformador conocer personalmente a palestinos que han vivido en carne propia el espanto de la ocupación y despojo del que ha sido víctima su pueblo durante el último siglo. En esas conversaciones he podido aprender a cuestionar mis propias visiones heredadas de la historia y entender que, por más doloroso que resulte, no es posible tapar el sol con un dedo.
- Has dicho que esas verdades que hoy pones en tela de juicio responden a intereses sectarios. ¿Puedes explicarlo?
- Son relatos funcionales, versiones distorsionadas de la historia que se acomodan al discurso oficial. Hoy llegamos al punto absurdo en que se pretende instaurar una visión de que es incompatible ser judío y criticar a Israel; de que cualquier crítica es antisemitismo. Este punto en particular me parece gravísimo y creo que, a la larga, generará un daño irreparable a las comunidades judías del mundo, y a la esencia misma de lo que entendemos como judaísmo.
“Guardar silencio no es una alternativa”
- ¿Cómo has resignificado este conflicto en Gaza?
- He procurado estudiar: informarme, conversar con mucha gente que está involucrada de manera personal, leer para intentar comprender la historia y ampliar el espectro de fuentes con las que me informo. Vivimos en la era de las cámaras de resonancia de opiniones, y me parece importante hacer un esfuerzo concreto para romper el sesgo que nos determina según nuestros contextos y orígenes.
- Tú hoy hablas derechamente de “una intención genocida evidente y explícita”. ¿Sólo es culpa de Netanyahu o, a tu juicio, la responsabilidad es más amplia?
- El gobierno de Netanyahu es responsable de llevar el conflicto a nuevos niveles de brutalidad, pero me parece que la responsabilidad es más amplia y responde a una ideología que por definición es racista y contiene un germen de supremacía étnica que determina la esencia del proyecto del estado israelí. Creo que es necesario entender este momento dentro del contexto político y judicial actual de la sociedad israelí, y en ese sentido es evidente que a Netanyahu no sólo no le conviene poner fin a la guerra, sino que su poder y su capacidad de rehuir de las consecuencias judiciales de sus actos de corrupción sistemática dependen de la prolongación indefinida del estado de guerra.
Stern agrega: “Me parece que la sociedad israelí está secuestrada por un liderazgo político autoritario y criminal, que no escatima en atrocidades para perpetuar su poder. Creo que algo similar sucede en Gaza, y creo que cualquier solución duradera pasará necesariamente por la emergencia de nuevos liderazgos que tengan mayor legitimidad y credibilidad, tanto a nivel interno como internacionalmente”.
- Dices que no reniegas de la familia judía que vienes, como muchos hacen, pero por otro lado insistes que hay que ver una manera de reivindicar la historia por parte de quienes están en una situación difícil como la tuya. ¿Has encontrado cómo hacerlo?
- Creo que lo más fácil es tomar posiciones maximalistas: llámese defender a ojos cerrados el accionar de Israel desde una posición sectaria, o renegar de la propia identidad e historia; pero no estoy dispuesto a traicionar mi capacidad crítica, ya que ésta es justamente la esencia de lo que considero más valioso del judaísmo. Si decido hablar públicamente de este tema tan complejo y que conlleva muchos costos a nivel personal, es justamente porque me parece una responsabilidad ineludible sacar la voz a nombre de los muchos judíos, que cada vez somos más, que decimos “no en mi nombre”. Entiendo, por lo demás, que cualquier costo personal que esto pueda acarrear es insignificante al lado de la magnitud del horror que estamos presenciando en Gaza. Guardar silencio simplemente no es una alternativa.
- ¿Has hablado con tu familia de este dolor y cambio personal que estás viviendo?
- Por supuesto, y no ha sido fácil. Comprendo que la generación que fue criada a la sombra inmediata del Holocausto ve en Israel una defensa incuestionable que impediría que se repitan los horrores de los que fueron víctimas nuestros antepasados. Hago un esfuerzo por empatizar y no juzgarlos; pero a la luz de los hechos, me resulta cada vez más difícil. Pero la situación actual no sólo es diferente, sino en muchos sentidos inversa. A mi parecer, Israel no se comporta en defensa propia, sino que actúa como un Estado agresor con una clara intención expansionista y tácticas que le han llevado a cometer un genocidio. Esto al margen de la visión que pueda tener cada quien respecto a la legitimidad y/o necesidad de su existencia.
“Existe una deshumanización del pueblo palestino”
- ¿Cuál es la reflexión necesaria que se debe hacer frente a lo que está ocurriendo?
- Creo que es tiempo de acciones, más que de reflexiones. Es urgente detener la matanza y el desplazamiento de los palestinos en Gaza, frenar la expansión ilegal y acelerada de los asentamientos en Cisjordania, y juzgar al actual gobierno tanto por sus crímenes de guerra como por sus escándalos de corrupción, que por supuesto pasan a un segundo plano al lado de la crisis humanitaria que se atraviesa.
Nano Stern dice entonces que quiere compartir una experiencia personal que lo conmovió profundamente hace unas semanas: “En el marco de un festival en Europa, tuve la oportunidad de participar de un concierto en que tocamos en directo con músicos de Gaza. El concierto se transmitió allí y colaboramos en vivo con músicos gazatíes a través de FaceTime. Fue muy fuerte la posibilidad de romper el cerco de aislamiento al que ha sido sometida la población de la franja, y hacerlo a través del arte. Existe una deshumanización muy profunda del pueblo palestino, a través de la cual se nos presentan como víctimas o terroristas, dejando de lado cualquier posibilidad de relacionarse con ellos de igual a igual, de manera humana. La música nos brinda esa posibilidad y para mí resultó muy transformador a nivel emocional. En el concierto participó un coro de niños llamado Ahazeej, y una de las integrantes, Sarah Hamed Al Qarnawi, de 10 años, fue asesinada en medio de los ensayos, dos días antes del concierto, cuando una bomba cayó sobre la carpa dónde dormía junto a su familia”.
Continúa: “En este contexto en donde la masacre se tiende a comunicar a través de cifras, creo que es importante entender que estamos hablando de personas tal y como nosotros; niños y niñas que juegan, cantan, ríen, y que hoy no tienen la posibilidad de vivir en paz… Frente a esta realidad, no es aceptable permanecer en silencio”.
- ¿Cuál es entonces la lección aprendida, si es que existe, de todo lo que has visto y sentido en este tema?
- En lo personal, me parece importante reivindicar una identidad judía laica, humanista y autocrítica. Si algo podemos hacer para honrar la historia de nuestros antepasados es, justamente, alzar nuestras voces en contra del horror y hacer todo lo posible para terminarlo.