Mientras nos preocupábamos de sobrevivir a este mundo tan cambiante, nos distrajimos por unos segundos y sin darnos cuenta la moderación pasó a ser una mala palabra. Esto es particularmente serio para quienes hemos caminado por la vida tradicionalmente como moderados, lo que era un activo del cual nos sentíamos razonablemente orgullosos pasó a ser una carga que cuesta desprenderse de ella, especialmente cuando uno se resiste a hacerlo.
Con un buen amigo, tan perdido como yo en política, hace algunos meses atrás avizorábamos una segunda vuelta entre Matthei y Tohá como la venganza de los noventa, después de años de alta incertidumbre el país y su política daba una lección de madurez y nos ponían dos opciones donde se podía perder tranquilo. Cerquita anduvimos. Como sabemos, no es una particularidad de Chile, en todo el mundo soplan los mismos vientos. Los matices son despreciados y quienes representan posiciones sin medias tintas tienden a ser preferidos por la ciudadanía.
La paliza de Jara en las primarias de la izquierda tiene eco en lo que pasa en la derecha hoy con una Matthei que corre muy rezagada con respecto a Kast. Es cierto que uno puede atribuir en parte a errores de campaña o patinazos comunicacionales, pero hay una fuerza subterránea más potente que una cuña aquí y otra allá que hace ver la ponderación como debilidad.
En estos tiempos la política es puesta en escena y redes sociales y no mucho más, sólo un grupo muy pequeño está interesado en equipos y programas de gobierno. Tohá y Matthei cayeron en el mismo error, privilegiaron un mensaje relevante a la hora de gobernar, pero que casi nadie quiere escuchar. Mientras lo tajante vende, la mesura y sobriedad requieren tiempo para explicarse y desarrollarse y hoy nadie tiene tiempo para latas, aunque se esté jugando el destino del país de los próximos cuatro años. Puede parecer exagerado, pero no por ello menos cierto, los mejores en el uso de Tik Tok estarán probablemente en segunda vuelta.
No todo es depresión. Los candidatos de los extremos pispan que si bien son los preferidos por representar con autenticidad el ethos del respectivo sector saben que tienen un margen de acción limitada. Después de todo la imagen es todo para ellos también. Sus propuestas son meros titulares que buscan empatizar con las angustias del gran público, no hay detalles ni profundidad, pero tampoco hay radicalidad en las promesas. Kast dejó de lado por completo su agenda conservadora en esta vuelta, frente a cualquier pregunta al respecto se limita a decir: “mi posición es conocida al respecto” y Jara hace lo posible por alejarse del imaginario comunista, promete crecimiento y respeto a la propiedad privada. Quien los ha visto, quien los ve.
Los candidatos no son percibidos como moderados, pero su discurso, a pesar de todo, lo sigue siendo o al menos intenta serlo. Pareciera haber un diagnóstico común de que algo que es de todos debe ser preservado a pesar de las grandes diferencias. Es una victoria pírrica para la moderación, pero una victoria al fin.