Hay ocasiones donde desde la comodidad y la desfachatez surge también el mejor humor. No queda otra que reírse -para qué vamos a llorar en estas fechas- cuando uno lee al presidente de la ANEF (Agrupación Nacional de Empleados Fiscales) señalar con total desparpajo: “Nosotros creemos en la auto calificación”.
Esto, por supuesto, frente a la polémica surgida por los amarres de última hora entre el Gobierno y la propia ANEF para apernar funcionarios a contrata. Ese nivel de candidez sólo puede venir de alguien que estima que tiene el sartén por el mango. Y probablemente no esté tan alejado de la realidad.
De otra forma no se entiende que el gobierno de Boric haya decidido que el último sabor de boca que tengamos los ciudadanos de la administración saliente sea un articulado metido a la mala en medio del reajuste de los funcionarios públicos que evoca lo realizado por Pinochet al momento de traspasar el gobierno a Patricio Aylwin. Sólo faltaría que ahora se pusieran a borrar discos duros y eliminar documentación como lo hicieron los funcionarios de la dictadura en 1990.
Más allá de la jugarreta política de baja estofa y carente de toda elegancia, es muy lamentable que el Presidente Boric haya optado por un accionar que claramente no es lo que el país necesita en este momento. Porque más allá de dificultar el accionar del gobierno entrante, mantener un Estado panzón y sedentario no tiene explicación alguna. Uno puede discrepar de las ideas del Presidente, y también con poco esfuerzo criticar su eficacia en la difícil tarea de gobernar, pero siempre pareció que ponía a Chile por delante de la politiquería.
En medio de la borrachera del triunfo hace cuatro años y lleno de condicionamientos propios y de los socios con que llegaba a gobernar tuvo la visión de poner a un ministro de Hacienda de prestigio y con un sello profesional indiscutible como Mario Marcel. Frente a la muerte de Sebastián Piñera no sólo se portó a la altura de las circunstancias con la familia Piñera Morel sino que lo hizo frente a todo el país haciendo un reconocimiento cabal a las credenciales democráticas del exPresidente.
Estuvo disponible para sacar una reforma previsional muy lejana a sus preferencias, legitimando el ahorro individual y la industria de las AFP, algo que ni se imaginó en sus peores pesadillas al inicio de su gobierno.
Nada de esa visión de Estado o amor a Chile aparece en esta trastada entre gallos y medianoche. Tanta desesperación por buscar un huidizo legado y el Gobierno se pone en la triste posición de ser recordado por haber intentado apernar a los suyos en medio de una percepción generalizada de que el Estado no está al servicio de las personas sino de la propia política.
Todo parece indicar que la norma será finalmente rechazada, pero en política nunca se sabe cómo y por qué se alinean los votos, por lo que hasta que eso no ocurra no podremos distraernos del destornillador presidencial.