Tengo un recuerdo idealizado de un juego muy simple que había en mi niñez. Consistía en tener que meter unas piezas circulares, triangulares y paralelepipédicas en unos orificios donde las piezas cabían muy al justo. No era tan chico de edad, pero podía pasar mucho rato en ello para luego repetir el ejercicio. Parte del juego era el intento de meter la pieza en el espacio equivocado, por supuesto, por más empeño que uno pusiera eso no funcionaba. Lo acontecido con José Antonio Kast en el seminario de Moneda respecto al espacio de gestión que tiene el poder ejecutivo sin pasar por el Congreso me recordó ese juego infantil.
Es muy incómodo tener un candidato de extrema derecha -ese es el lugar que ocupa en las categorías políticas actuales- que no diga cosas extremas. Es cierto que en algún momento ha habido coqueteos con figuras como Bukele, Trump y Milei, pero no se le puede imputar a Kast conductas ni parecidas con esos Presidentes.
Por mucho que a Kast le pueda interesar las mega-cárceles salvadoreñas poco y nada tiene que ver eso con las maniobras para perpetuarse en el poder que ha dado Bukele. Es probable también que Kast simpatice con el antiwokismo trumpiano, pero no ha dado ninguna señal de querer asaltar las instituciones chilenas como si lo viene haciendo Trump con consistencia y desembozo. Hasta aquí, las credenciales democráticas del candidato republicano son impecables como les gusta a decir a los comunistas chilensis sobre sí mismos.
Por su parte, los denuestos de Milei a la prensa en general y a periodistas que se animan a cuestionar algunas de sus políticas no tienen eco en el caballeroso Kast que contesta en forma calmada las preguntas más incisivas y punzantes. Nadie podría decir que hay un antecedente serio que ponga en duda que bajo un eventual gobierno de Kast la libertad de prensa podría estar en cuestión.
Esta disonancia entre el espacio que ocupa Kast y su discurso, en vez de generar alivio provoca prurito y sarpullido. Es la única forma que se puede entender la reacción apresurada de la prensa, figuras políticas y analistas de fuste cuestionando una supuesta declaración de gobernar vía decreto que el candidato no había hecho. Hasta el siempre ponderado y quirúrgico Rector Peña cayó en ello sacando una columna atolondrada buscando hacer calzar la pieza a la fuerza. Autoritario e iliberal fueron los adjetivos que le espetó Peña a Kast. Seguro que llevaba tiempo buscando una razón para poder lanzárselos por la cabeza.
El problema no está ahí. Kast sigue siendo el mismo UDI conservador que siempre fue, sólo que ahora cambió de chapa. Es un lujo que la extrema derecha chilena tenga un líder tan sensato, basta conocer un poco a algunos de sus simpatizantes más fervientes para convencerse rápidamente de ello. Lo que debiese preocupar de Kast no es que vaya a emular a Bukele, Trump o Milei en sus derivadas menos democráticas porque no lo va a hacer.
Donde debiese estar el acento y lo que debiese genuinamente intranquilizar es que hoy es el más probable Presidente de Chile y parece haberse preocupado de hacer una impecable campaña y poco y nada de cómo va a gobernar. Los equipos que lo acompañan brillan por su ausencia, y simplemente poner la fe en el mantra “ya se sumarán los técnicos de Chile Vamos” es también intentar meter la pieza a la fuerza en el orificio equivocado. Yo lo intenté por años y no se puede.