A diez años de su muerte, tres relatos cercanos recuerdan a Douglas Tompkins
Pedro Pablo Gutiérrez, su abogado y figura clave en la relación del conservacionista estadounidense con Chile; Jib Ellison, uno de sus amigos más cercanos, que además estuvo presente el día de su muerte; y Jonathan Franklin, periodista y autor de Una idea salvaje, recuerdan a Douglas Tompkins y ayudan a entender a un hombre complejo que cambió nuestro país.
Publicado: Sábado 6 de diciembre de 2025 a las 21:00 hrs.
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Douglas Tompkins creció en un campo cercano a Nueva York y al terminar el colegio decidió que no iría a la universidad. En cambio, se dedicó a viajar por el mundo realizando los más diversos oficios, además de escalar, esquiar, hacer rafting y surfear.
En 1966 abrió la tienda The North Face en San Francisco, California, y tres años después vendió la marca a US$ 50 mil para partir, junto a un grupo de amigos, en un viaje en auto desde Estados Unidos hasta la Patagonia argentina con la misión de escalar el monte Fitz Roy. Más tarde se sumó al negocio de ropa de su primera mujer, Susie Buell, para dar vida a Esprit. En 1989, ya siendo un empresario millonario, se divorció, vendió su parte y dedicó los próximos 25 años de su vida al ambientalismo.
Entonces el conservacionista se instaló en el sur de Chile donde creó grandes parques junto a su segunda mujer, Kristine McDivitt. El 8 de diciembre de 2015, a sus 72 años, Tompkins, quien además fue un relevante activista ambiental, murió de hipotermia tras caer de su kayak en medio de una tormenta en el Lago General Carrera.
Cuatro años después, en abril de 2019, la entonces Fundación Tompkins Conservation -ahora Rewilding Chile- traspasó más de 400 mil hectáreas de terrenos, que incluyen los Parques Pumalín y Parque Patagonia con sus infraestructuras, al Estado de Chile, apoyando además un período de transición de 10 años.

Pedro Pablo Gutiérrez: “Esto de que un señor regalara tierras al Estado daba la desconfianza más enorme”
Lavado de dinero, usurpación de tierras, operaciones de espionaje, un basurero nuclear, un pozo petrolero. Estas fueron algunas de las acusaciones que enfrentó Douglas Tompkins cuando comenzó a adquirir grandes extensiones de tierra en el sur de Chile, recuerda su abogado y más cercano consejero, Pedro Pablo Gutiérrez. Se conocieron casi por coincidencia, cuenta. Tompkins buscaba un abogado que hablara inglés para concretar la compra de un primer terreno en Llanquihue y a través de un amigo llegó a Gutiérrez, que entonces tenía sólo 33 años y trabajaba en Carey.
-No es que usted fuera experto en temas de conservación.
-¡Nooo, si esas cosas nacieron con la misma llegada de este caballero al país!
La primera operación de compra no resultó, relata el abogado, pero entonces Tompkins supo que unos alemanes vendían el campo de Reñihue. Ese fue el primer fundo que compró en Chile y donde luego se construyó una casa. “Después se empezó a entusiasmar y a comprar más tierras… Y comenzaron las acusaciones, puros inventos”.
Como se sabe, el gobierno de Eduardo Frei puso todo tipo de trabas a las gestiones del empresario estadounidense en Chile. Durante años, el entonces subsecretario de Interior, Belisario Velasco, articuló distintas estrategias con el fin de dificultar la adquisición de tierras por parte de Tompkins. “Nos intervinieron los teléfonos, lo pasamos pésimo. Me tocó conversar con Belisario Velasco muchas veces. Tuvimos al gobierno y a una buena parte del empresariado en contra. Yo era un cabro de 30 años y me la pasaba en el palacio de la Moneda negociando con ministerios, saliendo a desmentir gente, contestando cartas”, dice. Añade: “Pero al final de cuentas, valió la pena”.
En una ocasión Velasco le insinuó que según un dato de la DEA (Agencia para el Control de Drogas estadounidense), Tompkins estaba lavando dinero en Chile. Gutiérrez acudió a Gabriel Guerra Mondragón, embajador de Estados Unidos, para averiguar más.
“El embajador me dijo que él era el jefe de la DEA en Chile y que el dato era totalmente falso. También autoridades decían que habíamos encontrado petróleo y eran tan ignorantes que no sabían que, si hubiera petróleo, este le pertenece al Estado. Coincidió con que Tompkins comenzó a ayudar a fundaciones dedicadas a temas ambientales y eso le causó verdadera urticaria al empresariado. Él era un tipo que abogaba en contra de la contaminación y esos esfuerzos afectan a la rentabilidad”.
Estas tensiones muchas veces llegaron a la prensa. Gutiérrez cuenta una vez que Tompkins publicó en el diario un aviso tipo “Se busca” denunciando la matanza de lobos de mar, que son especies protegidas, en las cercanías de una planta procesadora de pescado. El asunto escaló y el gobierno los acusó de estar realizando una campaña falsa. Ellos respondieron: “Ok, encontrémonos en los tribunales y vamos a demostrar que es verdad. Y vamos a llamar a National Geographic y a todas las revistas”.
Al abogado le tocó asesorar a Tompkins también en estas estrategias mediáticas: “Era atroz porque él nunca quiso tener un asesor de prensa. Decía que sus ideas eran buenas y no tenía por qué invertir en asesores. Pero se frustraba mucho porque a veces era mal entendido”.
-¿Y cómo enfrentaba usted tanta desconfianza?
- Hubo un momento en que sentí angustia porque iba un matrimonio y la gente increpaba por ser abogado de Douglas Tompkins. En Chile la filantropía, como la entienden los americanos, no existe. Había una falta de cultura total. Esto de que un señor regalara tierras al Estado daba la desconfianza más enorme. Como ellos se miraban al espejo y no le regalarían un campo al Estado, se inventaban razones ocultas para justificar algo que les parecía raro… “Debe ser un negocio tributario” ¡Ninguno! “Lavado de dinero”. Se equivocaron todos.
A Tompkins le costaba mucho entender esa desconfianza, relata el abogado. Pero finalmente terminó conociendo a algunas personas importantes en privado, sin que hubiese ruido público. “Se juntó con el dueño de El Mercurio, con los Matte de la Papelera. Se fue construyendo confianza y ellos entendieron que era un tipo que tenía una visión importante, tal vez un poquito catastrofista, pero cierta. Desde que Tompkins llegó a Chile, a lo que tenemos hoy, no imaginé nunca que fuéramos a andar tan rápido en materia ambiental. Él nos abrió los ojos. Era muy radical a veces porque sabía que era necesario hacer planteamientos extremos para que las cosas se situaran más o menos al centro”, dice Gutiérrez.

El abogado tuvo una relación profunda de amistad con Douglas, que hoy mantiene con Kris. “Discutíamos harto, no siempre estábamos de acuerdo, pero fui su persona de confianza. Y probablemente lo único importante que he hecho en mi vida, mirando hacia atrás, es firmar las escrituras de donación”.
Además de la cercana relación, Gutiérrez se unió a la causa medioambiental. De hecho, durante los últimos años dejó de cobrar por esos servicios. “Era mi manera de contribuir. Yo soy un señor ostensiblemente de derecha, pero me tocó conocer a personas del mundo ambiental con las que pensamos distinto políticamente y nos tenemos cariño y respeto, como Sara Larraín, Manuel Baquedano y la fallecida Adriana Hoffmann”.
“Nadie, en la historia de la humanidad ha regalado en extensión lo que ha traspasado Tompkins”, recalca el abogado. Cuenta que antes de que Tompkins muriera, ya habían diseñado el masterplan de donación de Pumalín y Parque Patagonia que luego se terminó de concretar. “Hace poco se traspasó al Estado el parque Cabo Froward y aparecieron unas colonias de huemules que no se sabía que había en esa zona. Una cosa impresionante que emociona”.

Jonathan Franklin: “Douglas Tompkins es inmortal”
Estar al filo de la muerte para Douglas Tompkins fue algo que ocurrió muchas veces, asegura el autor de Una idea salvaje (Paidós, 2022), una biografía de 300 páginas. Franklin, periodista de investigación estadounidense que vive en Chile desde 1996, entrevistó en distintas ocasiones a Tompkins para medios internacionales y tras su muerte habló con más de 200 personas sobre el filántropo.
“Era un piloto excepcional, pero tenía su propio estilo de manejar entonces la gente vomitaba o lloraba”, cuenta riendo el biógrafo. Más que temerario, Franklin describe a Tompkins como una persona sumamente precisa. “Para volar un avión pequeño en la Patagonia hay que ser muy preciso, un error y mueres. Escalaba mucho sin cuerdas, lo que requiere muchísima precisión. Aventurero sin duda, pero también era muy nerd: pasaba horas estudiando mapas o escuchando a un huaso explicar alguna faena del campo. Entonces tenía mucha confianza para calcular dónde estaba el límite. Y lo hizo con éxito durante toda su vida, hasta su muerte, obviamente”, apunta.
Agrega: “También hizo algunas locuras, como ser una de las primeras personas en bajar en kayak el río Zambeze en África, repleto de cocodrilos (junto a Jib Ellison, entre otros) o embarcarse durante una tormenta en el Golfo de Penas”.
La primera visita de Tompkins a Chile fue en 1964 cuando vino a esquiar a Portillo junto a personajes como el campeón olímpico de ese deporte, Billy Kidd. Volvería en incontables ocasiones. “Tompkins escalaba en los años 60 en Yosemite cuando no era algo común. Siempre fue muy vanguardista. Quiso estar lo más lejos, lo más extremo, lo más arriba, lo más profundo. Exploraba el mundo como nadie”, describe.
Cuando Tompkins instaló la tienda de artículos deportivos The North Face en San Francisco, cuenta Franklin, era un lugar donde estaba ocurriendo la revolución cultural. “Fueron muy amigos con Janis Joplin, según varios cercanos incluso amantes. Ella pasaba por afuera de su tienda en su Porsche amarillo y gritaba: ¡Douuuug! Él se subía y partían, aunque después diría que de las pocas veces que sintió miedo fue por el estilo de conducción de Joplin”.
Frente estaba una librería donde iban los beatniks como Allen Ginsberg y Jack Kerouac. “Tompkins estaba en medio de todo, pero más interesado en sus aventuras outdoors”, acota el autor. Sí fue un gran lector, agrega. “No mucha gente se lo imagina, pero leía miles de libros de filosofía y de pensadores de la agricultura. Siempre su cabeza estaba 30 años adelante pensando en el futuro”.
Tanto Douglas como Kristine, dice el biógrafo, manejan en sus proyectos otra escala de tiempo. “Cuando impulsaron el programa Alerce 3000, que en el año 3000 será un bosque joven de alerces, Kris dijo: ‘La tierra está muy debilitada por el pastoreo de ovejas, pero en 600 años será perfecto’. Los políticos con suerte hablan con plazo a 4 años, los empresarios proyectan resultados trimestrales, pero ellos piensan en 600 años más”, dice Jonathan.
“Doug Tompkins podía ser hardcore -no era una persona suave-, pero la gente lo adoraba. Debe ser como estar en la guerra y tener un general top, estás dispuesto a dar tu vida por ese líder. Él tenía ese tipo de carisma increíble. Y hasta el día que murió trabajaba sin parar, hasta 15 horas diarias”, destaca.
Ser piloto fue sin duda una de sus mayores pasiones y donde se relajaba. “Es divertido porque cuando los pilotos hablan entre ellos se refieren a nosotros, los no-pilotos, como “flatlanders”. Ellos tienen otra visión, más elevada, ven el mundo desde una cuarta dimensión, nosotros en cambio somos pobrecitos pegados a la tierra”, comenta riendo Franklin.
A diez años de la muerte de Tompkins y pensando en su legado, el periodista es taxativo: “Douglas Tompkins es inmortal. Y creo que está más vigente hoy, porque mientras estaba vivo siempre había alguien que desconfiaba de sus intenciones”.

El estadounidense cuenta que el fin de semana pasado asistió al festival Ladera Sur y era como estar en un bosque que sembró Tompkins y que hoy brota encarnado en cientos de ambientalistas y emprendedores jóvenes. “Él sembró una generación completa. Obviamente son movimientos colectivos. La misma Kris, también porque ellos fueron la pareja real de la conservación”, concluye.
Además, enfatiza que hay un cambio cultural positivo: “Siempre hay un hijo verde en cada gran familia chilena. Antes se compraban un kayak, ahora se compran un parque. Es super bonito ver cómo después de años con la billetera apretada, finalmente están haciendo proyectos grandes de conservación”.

Jib Ellison: “De Doug aprendí que es posible crear belleza en el mundo”
Conoció a Tompkins en 1986 y lo vio por última vez el día de su muerte, el 8 de diciembre de 2015. Fueron grandes amigos y compañeros de aventuras durante casi 30 años, afirma Jib Ellison, guía de río y fundador -en 2003- de Blu Skye, consultora de gestión y estrategia con sede en California y especializada en sostenibilidad corporativa.
En ese primer encuentro, Ellison era jefe de una expedición en las montañas de Altai, Siberia, cerca de la frontera chino-mongola, y Tompkins parte del grupo. Se trataba del primer descenso de alguien fuera de la región, un desafío extremo.
“Fue un viaje difícil donde aprendí tres cosas sobre Doug. Uno, tenía una visión de futuro y creía que eran posibles cosas que la mayoría de la gente considera imposibles. Dos, una fuerte voluntad. Y tres, Doug podía ser muy difícil. En esa oportunidad no pudimos hacer lo que queríamos porque era muy peligroso y eso no le gustó nada, pero al final igual nos hicimos amigos”, recuerda el empresario y fundador de Project RAFT conectado por Zoom.
-¿Cómo manejaba él la idea de que algo no era posible?
-Mal (ríe). Peleamos. Pero yo estaba al mando, al final lo entendió y aceptó. Yo también comprendí su posición, él creía en sí mismo y en sus capacidades. Me gustó mucho su visión para crear cosas increíbles que la mayoría considera una locura. Asique nos hicimos amigos a partir del deporte y la aventura.
Doug Tompkins, Tom Brokaw, Jib Ellison, Yvon Chouinard, Doug Peacock y Dima Primacov, científico ruso. La imagen es de un catálogo de Patagonia de 1990 y corresponde a una expedición a descender el río Bikin en Rusia en busca de tigres siberianos.
En ese entonces Tompkins seguía siendo un magnate del retail, dueño de Esprit, y cada vez más interesado por la filosofía medioambiental. “Doug me regalaba libros. Yo era más joven que él, entonces me decía: ‘Tienes que hacer tu tarea: lee este libro. Debes entender esto’. Como deportista de rafting, Jib Ellison ya conocía Chile y había estado en el río Biobio, pero luego Tompkins le presentó la Patagonia. “Lo visitaba en esos primeros años cuando armó Pumalín y Reñihue. Me enseñaba los alrededores, volábamos en su avión, me mostraba las tierras y me hablaba de sus ideas y visiones. Estaba entusiasmado de hacer algo realmente importante con su dinero”.
Destaca su amigo que, a pesar de su carácter fuerte, el empresario conservacionista tenía buena llegada con la gente. “Sabía escuchar y era muy respetuoso con la población local y lo que pudieran enseñarle. Lo gracioso de Doug es que obviamente era un hombre muy rico, privilegiado, gringo, pero realmente envidiaba o admiraba a los locales que cultivaban una chacra o arriaban caballos. Para él eso era realmente la vida. No le interesaba ganar más dinero porque sí, sólo era un medio para conseguir crear estos parques. Creía firmemente que si destruimos la naturaleza, los seres humanos moriremos”.
Cuando Jib evoca los mejores momentos que pasó con Tompkins, siempre vuelve a la naturaleza. “Navegando en kayak por ríos y lugares lejanos o haciendo senderismo donde normalmente la gente no ha estado nunca. Doug estaba realmente conectado espiritualmente con la naturaleza salvaje. Lo que más recuerdo de él es su alegría de estar en esos lugares con amigos, durmiendo en la tierra, comiendo de una lata, con muy pocas comodidades”.
El día del accidente que le costó la vida a Tompkins, Ellison fue quien pidió socorro al helicóptero que logró sacarlo de las gélidas aguas del lado tras caer de su kayak, pero lamentablemente ya era tarde. Una década después, comenta que a pesar de lo trágico y triste que fue ver a su amigo morir, “fue un suceso acorde a los riesgos que él asumía en la vida, tanto en los negocios, como en el deporte y la aventura”.
El año pasado el consultor conoció el futuro Parque Nacional Cabo Froward gracias a terrenos fiscales y a los donados por la Fundación Rewilding. “Estoy muy impresionado de lo que Carolina Morgado y su equipo han hecho, es un inmenso legado. Y en lo personal me encantaría que el Estado chileno, de poder, invirtiera más dinero porque estos parques diferencian a Chile en el mundo, y obviamente generan más turismo. Comparto lo que Doug planteaba: los países que mantienen la integridad de su naturaleza a largo plazo van a ser mejores y sus economías también. Lo veo como una oportunidad”, afirma con convicción.
Douglas Tompkins junto a Carolina Morgado, directora ejecutiva Rewilding Chile.
Estuvo en Puerto Guadal y le pareció emocionante ver a una generación de colonos eligiendo una vida acorde a los principios de conservación y regeneración. “Pensando en la salud del suelo y el cuidado de los animales, creando comunidad y trabajando junto a los antiguos lugareños. Pasó de ser un pueblo minero algo tosco a cobrar una nueva vida. Y Doug tiene mucho que ver”.
Agrega: “Él era fuerte y a veces difícil, pero tenía un gran corazón y vivía la vida con mayúscula. De Doug aprendí que es posible crear belleza en el mundo. Tal vez no sea probable para la mayoría, pero sí es posible. No es una idea utópica, es algo que se puede trabajar y eso me ha inspirado”.

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