El pintor comenzó haciendo un paralelo entre el quehacer del artista visual y el rol del emprendedor. “Enfrenta la incertidumbre, se reinventa, gestiona recursos limitados y transforma una idea en algo tangible que impacta a otros”, apuntó Marco Bizarri, quien vive en Inglaterra hace cinco años.
En menos de 15 minutos el artista le entregó al público un ágil repaso por su carrera y sus motivaciones, mientras iba mostrando en la pantalla imágenes que acompañaban el relato, como dibujos de su croquera y de sus primeras obras de arte. Sus referentes -Roberto Matta y Benjamín Lira-, la decisión de estudiar Arquitectura y luego optar definitivamente por Arte, las primeras exposiciones y clientes, la pasantía en Nueva York para trabajar de técnico que terminó con algunas de sus obras expuestas, el momento en que partió a una residencia al norte, en el pueblo de Los Choros. “Necesitaba un cambio, sentía que estaba atrapado en mi propia obra, que no podía salir de ahí, ya lo había intentado todo, había trabajado las cabezas en pintura, acuarela, collage, grabado, serigrafía, escultura…”, expresó.
La audiencia se mantuvo atenta durante el viaje al desierto y su etapa de montar instalaciones y “pintar tarros viejos” hasta el vuelo que lo transportó, en plena pandemia, a Inglaterra. Bizzarri contó cómo cambió los planes de estudiar en el Royal College of Art y se ganó una residencia.
La estadía en el taller de Antony Gormley, “el Paul McCartney de la escultura en Inglaterra”, y otras residencias y exposiciones hasta que conoció a quien se convertiría en su primera mecenas, Georgina Susan Fitzalan-Howard, duquesa de Norfolk, a quien se refirió como “Georgie”. Ella primero le encargó una obra y luego le prestó una casa en el exclusivo barrio de Belgravia en Londres. Las imágenes del Castillo de Arundel donde reside la duquesa sacaron suspiros en el público, más aún cuando el artista contó que vive hace tres años en una casa que forma parte de sus instalaciones. “Me dio un taller y me prohibió volver a Chile”, dijo Bizzarri.
Otra anécdota que compartió fue cuando Allegra, otra mecenas suya, lo invitó a celebrar el cumpleaños número 100 del pintor Lucian Freud, en la casa de su abuelo, Sigmund Freud, padre del psicoanálisis, y cómo le presentó en la fiesta a una persona interesada en su obra: ¡Sting! Después de ese giro sorpresa, Bizzarri cerró su presentación agradeciendo a su familia y destacando la importancia de apoyar el arte: “Así como un país necesita emprendedores que generen innovación económica, también necesita artistas que generen innovación emocional y cultural. A los empresarios y emprendedores que me escuchan hoy, quiero invitarlos a ser parte activa de un ecosistema fundamental para el futuro cultural de nuestro país: el ecosistema del arte”.