La evolución silenciosa del ecosistema Republicano
La colectividad que hoy respalda a José Antonio Kast es muy distinta a la que lo acompañó en sus campañas presidenciales anteriores. Con presencia territorial en todo el país y una marca ya instalada, el Partido Republicano ha ido moviendo el tablero político de la derecha. ¿Cómo ha evolucionado en los últimos años y cómo ha ampliado su poder en Chile? Aquí te lo contamos.
Por: Fernanda Paúl
Publicado: Viernes 14 de noviembre de 2025 a las 19:12 hrs.
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La decisión se tomó a mediados de 2018.
Durante reuniones privadas en la casa de Javier Leturia -expresidente de la FEUC en 1973-, a la que solían asistir figuras como José Antonio Kast, Arturo Squella, Cristián Valenzuela, Gonzalo Rojas, Julio Feres y Carmen Domínguez, entre otros, se resolvió una pregunta que venían discutiendo hacía meses: ¿debían formar un partido político o mantenerse sólo como un movimiento?
El consenso terminó siendo casi total: optaron por fundar un partido. ¿El nombre? Republicano. Para muchos, ese concepto resumía los principios que querían promover y reflejaba su aspiración de fortalecer las instituciones, un objetivo que, para sus fundadores, era esencial.
A esas alturas, Kast ya había quebrado con la UDI, el partido en el cual había militado por más de 20 años.
Las razones de esa ruptura -explicó en una carta enviada a militantes el 31 de mayo de 2016- tenían que ver con diferencias profundas respecto de la conducción de la colectividad fundada por Jaime Guzmán.
Para Kast, la UDI había transado ideas a cambio de popularidad; se había alejado del proyecto fundador para transformarse en una tienda dominada por un afán de ser “el más grande” a “cualquier costo”. El entonces diputado expresó su molestia por la falta de renovación de la directiva del partido, apuntando a los entonces “coroneles” de la UDI -Pablo Longueira, Andrés Chadwick, Juan Antonio Coloma y, especialmente, Jovino Novoa-, a quienes tildó de “controladores”. También tuvo públicas diferencias con quien presidía el partido, Hernán Larraín.
Su renuncia causó sorpresa dentro del bloque y tuvo un fuerte impacto, sobre todo porque, tiempo después, otros dirigentes decidieron seguir sus pasos. Uno de ellos fue Arturo Squella, quien dimitió en marzo de 2018, y quien era parte de un núcleo de jóvenes -con Javier Macaya, Jaime Bellolio y Guillermo Ramírez- que prometía la renovación de la UDI.
“Nos convencimos de que era imposible romper la inercia y que se volviera a tomar el proyecto original”, explica Squella. “Era más viable partir con energía un nuevo movimiento que convocara a muchas personas desencantadas”, agrega.
En Chile Vamos había dudas sobre cuán exitoso podría ser el proyecto de Kast. Cuando dimitió a la UDI, Kast había advertido que no se alejaría de la derecha -“no me cambio de domicilio”, señaló- pero muchos veían con dificultad que pudiera realmente conducir un movimiento que le hiciera frente al poder que por esos años tenía el bloque conformado principalmente por la UDI y Renovación Nacional (RN), con el exPresidente Sebastián Piñera como líder indiscutido.
Primeros pasos
Kast, entonces, comenzó un trabajo silencioso.
Poco a poco fue reuniendo a seguidores que quisieran ser parte de su ideario y logró juntar las 35 mil firmas que, como independiente, le permitieron aventurarse por primera vez en una carrera presidencial. También comenzó a rodearse de leales asesores que lo acompañan hasta el día de hoy, como su principal orejero político y estratégico, Cristián Valenzuela.
En agosto del 2017 fue proclamado como candidato a La Moneda en el Teatro Caupolicán por un grupo diverso que incluyó agrupaciones en retiro de las Fuerzas Armadas o familiares de presos en Punta Peuco. Era un candidato distinto al de hoy: públicamente defendía la “obra del gobierno militar”, hablaba de indultar a aquellos que “injusta o inhumanamente” estaban presos e insistía en la importancia de la defensa de la familia como núcleo de la sociedad.
Su discurso comenzó a generar adhesión y su popularidad creció. En la disputa presidencial -donde compitió en contra de Piñera, Alejandro Guillier y Beatriz Sánchez, entre otros- logró un sorpresivo 8% de los votos, superando las expectativas de las encuestas.
Aunque no pasó al balotaje, este resultado animó al propio Kast y a sus adherentes a formalizar una agrupación que los representara. Y así fue como nació Acción Republicana, un movimiento social que tenía como objetivo la formación política de personas que quisieran llevar adelante las causas que defendía Kast.
“Con Acción Republicana, Kast siguió el mismo modelo de la fundación Jaime Guzmán con la formación de jóvenes como un desafío central”, explica el antropólogo social y académico, Pablo Ortúzar. “Empiezan con un trabajo territorial importante para formar un núcleo militante fuerte e ideológicamente afiatado. Y se van a meter a la boca del lobo: en zonas controladas por el adversario y con eso desafía a la izquierda”, agrega.
Este movimiento estuvo integrado en sus inicios por personas como el exdiputado UDI Ignacio Urrutia; Álvaro Pezoa, académico de la Universidad de los Andes; Luis Silva, el consejero constitucional más votado en 2023; o el abogado Jorge Barrera. No era excluyente de miembros de la UDI o RN y, de hecho, varios de ellos -como María José Hoffmann- simpatizaban con la agrupación.
Cuando Acción Republicana cumplió un año de existencia, en abril de 2019, sus miembros salieron a celebrar públicamente con banderas chilenas.
Decían que tenían razones para celebrar: en 12 meses habían logrado la adhesión de 16 mil personas distribuidas en 315 comunas del país. 36% de ellos eran menores de 30 años. Gran parte de ese éxito lo atribuían a las extensas giras territoriales de Kast, quien ya por esos años entendía que recorrer Chile era clave para reunir partidarios leales.
Salto exponencial
A medida que la base popular detrás de Kast crecía, se iba convirtiendo cada vez más en una “piedra en el zapato” para Chile Vamos.
Desde ese sector advertían que Acción Republicana era un movimiento “sin presencia” y que lo único relevante en él era Kast. Muchos seguían pensando que su liderazgo se iba a terminar por diluir, que estaba solo y que no iba a lograr articularse lo suficiente como para ser realmente competitivo.
Por debajo, no obstante, el entorno republicano seguía trabajando. Ahora, con un objetivo claro: además de Acción Republicana, habían tomado la decisión de formar un partido político, cuya fundación se concretó en 2019 aunque se terminó de constituir en todo Chile en 2021.
Desde su origen, la colectividad se financió con contribuciones voluntarias de militantes -a través de cuotas- y con el aporte estatal que reciben los partidos políticos. En relación con los principales donantes de las campañas presidenciales de Kast, se han hecho públicos los nombres de algunos empresarios importantes que han colaborado, entre ellos, Lucy Ana Avilés (filántropa, de la familia Walton de Walmart), Nicolás Ibáñez (exdueño de supermercados Líder), Wolf von Appen (naviero, exsocio de Ultramar) y los hermanos Hurtado Vicuña (familia presente en negocios como Entel, Consorcio Financiero o Pucobre).
En cuanto a los principios de la colectividad, destacan el de la defensa de la vida desde su concepción hasta la muerte natural; la promoción de la familia como núcleo fundamental; la reivindicación del concepto de patria; la defensa de la libertad de las personas y de la economía social de mercado; y el rechazo a la violencia.
Pero además de la creación del partido, los republicanos también decidieron crear un centro de estudios -llamado Ideas Republicanas- que tenía como fin elaborar políticas públicas para influir desde un mundo más intelectual, algo que, por esos años, les faltaba.
Esas políticas también servirían de insumo para la segunda aventura presidencial de José Antonio Kast en 2021, donde llegó con una base de apoyo mucho más sólida a la que tenía en 2017.
Aquella elección presidencial y parlamentaria marcaría un antes y un después para los republicanos. Según comentan al interior de ese partido, su aspiración era alcanzar el 15% de apoyo en la presidencial y cuatro escaños en la Cámara de Diputados. Pero los resultados fueron mucho más auspiciosos: Kast logró el 27,9% en la primera vuelta, superando a la carta de Chile Vamos, Sebastián Sichel, y pasando al balotaje con el Presidente Gabriel Boric. En términos parlamentarios, los republicanos lograron elegir 14 diputados.
“Fue el primer gran salto exponencial”, dicen en la colectividad.
De acuerdo con Pablo Ortúzar, el resultado “fue una sorpresa: ellos no esperaban que se produjera un desfonde tan rápido en su adversario interno, en Chile Vamos”.
“Y para Chile Vamos fue un golpe muy duro. Fue en ese momento cuando se empezaron a tomar en serio al Partido Republicano”, señala.
Una sola voz
Pero ese crecimiento también trajo problemas.
Al poco tiempo, algunos diputados electos decidieron renunciar al partido, entre ellos, Gonzalo de la Carrera y Gloria Naveillán, quien acusó que los republicanos funcionaban como “secta”.
Aunque estas dimisiones golpearon al partido, existía cierta incomodidad hacia estas figuras “estridentes”. De hecho, cuando Arturo Squella asumió como presidente de la coalición, a inicios del 2023, parte de su sello fue volver a la idea de lo que fue el gremialismo en sus orígenes.
A medida que el partido fue sumando militantes, comenzaron a incorporar nuevas exigencias -como cartas de compromiso o solicitudes escritas de adhesión que deben ser patrocinadas por otro militante- que, en parte, limitaron el ingreso de personas demasiado externas al proyecto que podían generar tensiones.
Hoy, el partido cuenta con poco más de 20 mil militantes -según cifras del Servicio Electoral (Servel)-, por debajo de RN y la UDI, que registran 36 mil y 31 mil, respectivamente, y muy lejos del Nacional Libertario, que tiene más de 50 mil. Esa estructura más acotada les ha permitido mantener un cierto control de sus filas, algo que se refleja en el orden y la disciplina interna que caracteriza al partido.
En los estatutos de la colectividad, de hecho, queda clara la importancia que le dan a esto último, donde se advierte que “no obstante las deliberaciones democráticas y legítimas discrepancias internas en lo contingente, el Partido Republicano mantiene una sola voz”.
En la tarea de captar nuevos militantes, su mayor foco está puesto en Acción Republicana, que forma alrededor de 4 mil jóvenes al año en su mayoría provenientes de sectores populares. Ellos son la base de la militancia nueva.
“La formación de personas es la piedra angular de todo lo que hacemos en nuestro ecosistema republicano”, explica Arturo Squella. “Ganar elecciones no tiene sentido, si quienes las ganen no cuentan con una orientación clara en lo que representamos”, agrega.
La ruptura con Johannes Kaiser
Ya con el partido formado y plataformas sólidas como Acción Republicana e Ideas Republicanas, la colectividad de Kast se enfrentó con un importante desafío en mayo del 2023: liderar el Consejo Constitucional que tenía la compleja labor de escribir, por segunda vez, una propuesta de Constitución.
Era una tarea algo paradojal, pues ellos nunca habían impulsado una reforma a la Carta Magna.
El proceso fue difícil y, una vez más, los chilenos rechazaron un documento que, para muchos, era demasiado conservador y no reunía un acuerdo transversal. Esto implicó una derrota importante para el sector de Kast a fines del 2023.
“Era la primera vez que ellos estaban a cargo de algo, que eran los responsables. Y no lo lograron”, dice Pablo Ortúzar.
La fricción interna trajo otros coletazos: la salida definitiva de Johannes Kaiser del partido.
El candidato libertario anunció su dimisión días después de que se rechazara la propuesta constitucional comandada por los republicanos. Él ya había anunciado que no la respaldaría, votando En Contra. Esto generó tensión; Kaiser dijo tener “diferencias doctrinarias” con los republicanos, acusó “degradación” a su gestión como parlamentario y cerró la puerta por fuera.
“Desde el punto de vista de Kast, lo vieron como oportunidad de librarse de una cierta radicalización”, dice Ortúzar.
A pesar de la dimisión, hoy el mundo de Kaiser tiene cercanía con el entorno de Kast. Aunque ambos líderes van a la primera vuelta como competidores, en la parlamentaria van en el mismo pacto (Cambio por Chile).
“(Su renuncia) terminó siendo algo bastante natural y en la práctica ha permitido que cada proyecto por separado pueda promover sus ideas de una manera más directa”, dice Squella.
Aun así, en el comando republicano admiten estar sorprendidos ante el rápido aumento en la popularidad de Kaiser. Sin duda no esperaban que fuera él quien se convertiría en su principal amenaza, pisándole los talones a Kast en las encuestas de opinión.
Punto de maduración
Tras la derrota en el plebiscito constitucional, el partido apostó por las elecciones municipales del 2024. Aunque no estuvo ni cerca de superar el resultado de Chile Vamos tanto en concejales como alcaldes y gobernadores -y tampoco sus propias expectativas-, sí avanzaron territorialmente: lograron posicionarse como el partido con el mayor número de consejeros regionales (Cores) del país; obtuvieron 233 concejales y ocho alcaldías.
Muchos de los candidatos a Cores que fueron electos venían, precisamente, de Acción Republicana. Así, poco a poco, el partido fue cumpliendo su objetivo de formación que, de paso, le dio presencia en muchas zonas de Chile.
“Empezó a rendir frutos el trabajo territorial de años”, explica Ortúzar. “En sus giras por el país, Kast fue armando pequeños núcleos con fuerza local y eso fue muy importante”, agrega.
Pero el triunfo de Chile Vamos en las municipales fue tan contundente que Evelyn Matthei no sólo salió fortalecida, sino que también se consolidó como liderazgo presidencial y pasó a encabezar la intención de voto de la gran mayoría de los sondeos electorales.
Mientras tanto, José Antonio Kast se sumergió. En el partido comentan que tomaron la decisión de que, con miras a las elecciones presidenciales de este año, el abanderado continuara con una labor más bien silenciosa.
En cambio, trabajó sigilosamente -junto a su equipo de asesores más cercano- en el plan de seguridad que más tarde presentarían como la base de su programa de “gobierno de emergencia”.
A inicios de este año, Kast finalmente anunció su tercera candidatura presidencial. Esta vez, lo hizo con el apoyo de un partido y movimiento mucho más robusto al que tenía en sus aventuras anteriores a La Moneda.
“Kast está cosechando lo que sembró: el trabajo de base está en su punto de maduración”, dice Ortúzar.
“Él hoy día es un personaje de relevancia nacional, donde uno va hay gente que lo apoya. Es una base fuerte y, además, joven, lo cual los proyecta en el tiempo”, añade el académico.
La marca de los republicanos también ha crecido y se ha logrado instalar como una opción viable para muchos votantes. Según expertos, ya no es un partido “de nicho” sino mucho más amplio.
Ambiciosas expectativas
Las aspiraciones del partido para este domingo son, a lo menos, ambiciosas: no sólo esperan pasar al balotaje -para luego llegar a la presidencia-, sino también avanzar de forma contundente en el parlamento.
En la Cámara de Diputados, pretenden obtener la mitad de los representantes totales que podría sacar la derecha en su conjunto (en eso, la aspiración de la derecha es entre 80 y 82) y, al menos, tres senadores, donde las principales apuestas son Arturo Squella, quien va por la región de Valparaíso; Rodolfo Carter, que compite en La Araucanía; y Cristián Vial, quien es candidato por el Maule.
De ser así, el partido republicano desafiará, más que nunca, la hegemonía que han tenido los partidos tradicionales de derecha en los votantes de ese sector.
Pero también enfrentarán desafíos mayores. Según Pablo Ortúzar, si los republicanos llegan a La Moneda podrían encontrarse en una situación “muy parecida a la del Frente Amplio cuando le ganó a la Concertación”. En ese escenario, agrega, “tendrán que recurrir a Chile Vamos, porque la experiencia efectiva de gobierno está ahí”.
Esa negociación no será simple. Y pondrá a prueba a un Partido Republicano acostumbrado a su propia disciplina interna y a militantes altamente comprometidos.
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