Si no cambia, no es viable
- T+
- T-
¿Qué ganan los vecinos con un megaproyecto? o ¿por qué razón tienen que cambiar su estilo de vida obligatoriamente? Son preguntas que nos hacemos frecuentemente. Sin embargo, también podríamos preguntarnos ¿qué gana un empresario desarrollando estrategias de sustentabilidad? Generalmente vistas como restricciones operacionales o absolutamente externas a su quehacer diario. El desafío está en unir ambos mundos.
El criterio universal para un negocio se basa en la minimización de costos y maximización de rentabilidad. Esta lógica económica nos ha hecho olvidar el entorno –territorio y comunidades– donde se encuentra inmerso el negocio. Esto se refleja en una fuerte paralización de inversiones en nuestro país.
En este contexto, mientras no se explicite ni se entienda la importancia de incorporar variables ambientales y sociales al centro del negocio, esta dinámica no cambiará. Un ejemplo son los proyectos mineros; si se tienen reservas para los próximos 50 o 100 años en un lugar determinado y, además, se requiere de una inversión billonaria para viabilizar el proyecto, se debe provocar un cambio en la estrategia del negocio, pues la factibilización socioambiental pasa a ser una variable crítica y estratégica. La ingeniería y tecnología ya son variables conocidas, lo que genera incertidumbre es la legitimidad social y legal de dicha inversión.
Hoy es imperativo que las empresas desarrollen una lógica territorial. Lo que se traduce en trabajar con las mismas personas que habitan ese lugar, generando valor e identidad a dicho territorio, apalancando otras actividades y entendiendo las vulnerabilidades y conflictos estructurales que allí cohabitan. La fórmula antigua de intentar sustituir al Estado o de "hacerse cargo" de todas las necesidades del territorio llegó a su fin, es inagotable y sólo genera más conflictos y expectativas. En cambio, diseñar conjuntamente una estrategia de desarrollo compartido del territorio debe ser entendida como la solución, siendo la empresa sólo un actor más.
Sólo así se puede asegurar un negocio rentable de largo plazo, logrando simultáneamente un aumento en la competitividad de la empresa y un avance en las condiciones económicas y sociales en las comunidades donde opera. Esta nueva mirada requiere por un lado que las comunidades sean protagonistas y responsables del desarrollo de su territorio y, a la vez, la empresa entienda la importancia de redefinir la productividad en su cadena de valor.