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Brasil busca concretar el anhelo de la independencia energética

Se prevé que el área adjudicada en la cuenca de Santos tiene reservas entre 8.000 millones y 12.000 millones de barriles equivalentes de petróleo, incluyendo gas natural.

Por: | Publicado: Lunes 28 de octubre de 2013 a las 05:00 hrs.
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En caso de confirmarse las mejores expectativas acerca de las potencialidades de los yacimientos en la capa del pre-sal, en la que el campo de Libra, en la cuenca de Santos, se tornó un símbolo de la futura independencia energética del país, Brasil habrá alcanzado un nivel de seguridad poco común en esa área y atributos adicionales para fortalecer sus posiciones en el juego geopolítico global, en el que el petróleo constituye una carta relevante.

El mapa global del petróleo atraviesa un momento particular. Con los precios en niveles históricamente altos, proyectos de explotación que estaban encajonados se tornaron viables en los últimos años. El resultado es el inicio de un nuevo ciclo de crecimiento de la oferta a nivel mundial, con consecuencias diversas, que contribuirán a reconfigurar el sector. Países con grandes posibilidades de explotar petróleo de varias maneras, como Brasil con la camada del pre-sal, ganan fuerza en la escena global.

Mientras tanto, la relevancia de productores tradicionales, como los países de Medio Oriente, tiende a caer, principalmente para América del Norte y Europa. Estados Unidos, por ejemplo, es uno de los principales clientes de la región, pero comienza a reducir su dependencia externa con el aumento de la producción doméstica, principalmente de gas.

China e India serían casos de “players” de cierta manera incómodos por insuficiencias en materia de disponibilidad energética, que Brasil está superando con inventiva y correspondientes ganancias de autonomía en política externa - por ejemplo, en las posiciones que asume en relación a Irán y cuando mantiene en suspenso a proveedores de aviones militares europeos y estadounidenses. No es difícil percibir las triangulaciones de intereses en las que juega Brasil, o podrá jugar en el futuro, partidas geopolíticas en las que debe interactuar con interlocutores que no están exactamente dispuestos a mantener un diálogo entre ellos.

Para Ciro Marques Reis, doctor en geografía de la Universidad del Estado de Rio de Janeiro (UFRJ) que participa en el Grupo de Investigación GeoBrasil, “en un primer momento, el hallazgo de los enormes yacimientos de petróleo en la camada pre-sal del litoral brasileño se vio como una especie de billete premiado, que le permitiría al país entrar en un grupo selecto de países con capacidad de negociación política y comercial basada en la condición de detentor de grandes reservas de petróleo”.

Sin embargo, en los mejores escenarios futuros, que él diseña como eventualidades que podrán plasmarse en 2030 o 2040, posiblemente Brasil todavía no produzca petróleo suficiente para tornarse un exportador líquido de peso, y subir nuevos escalones en el ranking de relevancia global.

Pero según el experto no existen dudas de que, en términos de seguridad energética y de cierto blindaje contra movimientos inesperados del mercado mundial de crudo, el pre-sal agrega valor a una ya importante posición geopolítica de Brasil, principalmente en América del Sur.

La visión geopolítica

¿En ese contexto de perspectivas no propiamente claras, qué importancia efectiva, desde un punto de vista geopolítico, tendrá Brasil con las potencialidades del pre-sal?
Para el diplomático Paulo Roberto Almeida, estudioso de relaciones internacionales, la incertidumbre vinculada al costo de producción y a la tecnología necesaria para la explotación no permiten decir que el país ganará un grado de prominencia global como participante del G-20 y de otros foros internacionales.

Samuel Feldberg, coordinador de estudios sobre Medio Oriente del Grupo de Seguimiento de la Coyuntura Internacional de la Universidad de San Pablo, piensa de manera similar. Cree que el pre-sal no tiene importancia en términos políticos porque ni siquiera comenzó la explotación en el yacimiento y no hay certezas sobre cómo será la matriz energética en el futuro, cuando la producción comenzará a fluir.

La identidad petrolera que proyecta hoy Brasil en el mundo viene construyéndose por caminos que no siempre son rectos ni a un paso constante. Hasta comienzos de la década del ‘70, el modelo de explotación fue genuinamente nacional. La flexibilización del monopolio de Petrobras comenzó con el entonces presidente Ernesto Geisel. “Vio que era imposible mantener el nivel de inversión necesaria para el crecimiento del sector”, señala Barbosa.

Geisel fortaleció a Petrobras, empresa que había presidido, creando los contratos de riesgo de explotación de petróleo en 1976, que permitieron la asociación de la estatal con empresas extranjeras. Llevó a Petrobras a la petroquímica, al comercio externo y a la venta minorista en las estaciones de servicio.

El gobierno de Fernando Henrique Cardoso dio otro paso en dirección a la flexibilización. Durante su gestión, se creó el modelo de concesión. “Ese cambio no fue aislado, vino dentro de un esfuerzo para modernizar el país”, señala Barbosa.

Para Almeida, Cardoso “aprovechó un momento único en la historia de Brasil: una coalición reformista dentro de una enorme crisis inflacionaria, que permitió hacer algunas reformas absolutamente necesarias para la economía y la política del país: la crisis favoreció la aprobación de diversas medidas, constitucionales e infra-constitucionales”.

Los pilares de los cambios fueron la apertura de la economía al capital externo -que inició el gobierno de Fernando Collor de Mello-, la privatización de las empresas controladas por el Estado, la quiebra de los monopolios estatales, el alejamiento del Estado de la regulación económica y la modificación del concepto de empresa nacional.

Con el compromiso de que Petrobras no sería privatizada, Cardoso consiguió promulgar la Ley 9.478, en agosto de 1997, que reafirmaba el monopolio del Estado sobre los depósitos de petróleo, gas natural y otros hidrocarburos, pero abría el mercado para que empresas privadas compitieran con Petrobras. Se crearon los dos nuevos agentes que actuarían en el sector: el Consejo Nacional de Política Energética (CNPE), con la tarea de proponer políticas nacionales y medidas específicas para esa área; y la Agencia Nacional de Petróleo (ANP), organismo regulador de la industria.

El modelo de concesión tuvo vigencia hasta el hallazgo del pre-sal, en 2006, cuya mayor área de acumulación es la de Libra, con reservas calculadas entre 8.000 millones y 12.000 millones de barriles equivalentes de petróleo, incluyendo gas natural. Cuatro años después, el Congreso aprobó y el ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva promulgó la Ley 12.351, sobre el nuevo régimen regulatorio para el pre-sal, el contrato de reparto de la producción.

El hallazgo del yacimiento de Libra -el mayor de hidrocarburos hasta ahora- pretende terminar con el desacople entre producción y consumo en el país. Brasil, que produce 1,98 millones de barriles de petróleo por día, nunca fue autosuficiente en la producción de derivados, aunque técnicamente Petrobras lo anunció en 2006. Fue porque ese año la producción de petróleo igualó al consumo (igualar o superar significa “autosuficiencia volumétrica” en la metodología de la empresa). Entre 2007 y 2012, el consumo de derivados creció con más fuerza. Según datos de la ANP, la dependencia externa promedio de la gasolina es de 13%, mientras la de gasoil es de 15% y la de gas natural y kerosene de aviación es de 20%.

La cuenta petróleo de la balanza comercial es deficitaria (US$ 9.900 millones en 2012, de los cuales 
US$ 9.100 millones en derivados).

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