La élite de Beijing ya no anhela los encantos de la democracia occidental
Los altos funcionarios ligados a las negociaciones comerciales están desconcertadas por los reclamos de EEUU y se preguntan si Trump realmente quiere un acuerdo o su objetivo simplemente es el conflicto.
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¿Cómo ve el mundo la élite gobernante en China? Durante el fin de semana, participé en un diálogo entre un puñado de académicos y periodistas extranjeros y altas autoridades chinas, así como académicos y empresarios del país, organizado por el Centro de Práctica y Pensamiento Económico de la Universidad Tshinghua. La discusión fue más franca que cualquiera en la que he participado durante los 25 años en que he estado visitando China. Aquí hay siete proposiciones que nos hicieron nuestros interlocutores.
China necesita un gobierno central fuerte. Esta idea va acompañada de la noción de que el país es, en maneras importantes, una sociedad dividida: un participante incluso destacó que 500 millones de chinos aman las reformas de Deng Xiaoping, mientras 900 millones favorecen la cosmovisión de Mao Zedong. Otro apuntó al hecho de que el gobierno central gasta sólo 11% del total para todos los niveles del gobierno y emplea apenas a 4% de todos los servidores públicos. Otros enfatizaron que China es un país en desarrollo con grandes desafíos.
La conclusión a la que llegaron los participantes es que el Partido Comunista Chino, con cerca de 90 millones de miembros, es esencial para la unidad nacional. Pero la corrupción y las disputas internas han amenazado la legitimidad del partido. Una autoridad senior incluso dijo que Xi Jinping ha "salvado al partido, al país y al Ejército". Esta perspectiva también justifica la suspensión de los límites al período presidencial, que, se destacó, no significa que un hombre se perpetúe en el poder.
Los modelos occidentales están desacreditados. Los chinos han desarrollado un sistema estatal dirigido por una élite tecnocrática de burócratas altamente educados bajo el control del partido. Éste es el antiguo sistema imperial de China en una modalidad moderna. La atracción que la democracia de estilo occidental y el capitalismo de libre mercado pudieron haber ejercido sobre esta élite ahora se ha marchitado. Los participantes hicieron hincapié en el hecho de que los Estados occidentales no invirtieron en sus activos físicos o humanos; en la deficiente calidad de muchos de sus líderes electos; y en la inestabilidad de sus economías. Un participante agregó que "el 90% de las democracias creadas después de la caída de la Unión Soviética ahora han fracasado". No se debe correr este riesgo.
Todo esto ha incrementado la confianza en el singular modelo de China. Sin embargo, no significa un retorno a una economía controlada. Por el contrario, como lo comentó un participante, "creemos en el papel fundamental del mercado en la asignación de recursos. Pero el gobierno necesita desempeñar un papel decisivo ya que crea el marco para el mercado. El gobierno debiera promover el emprendimiento y proteger la economía privada". Un participante incluso insistió en que la nueva idea de un "líder central" pudiera conducir a un gobierno fuerte y a la libertad económica.
China no quiere gobernar el mundo. Este sentimiento fue recurrente. Sus problemas internos son, en opinión de los participantes, demasiado grandes para tener tal ambición. En cualquier caso, el país no tiene una calculada visión de qué hacer. Pero, como lo indicó un alto legislador, en el contexto específico de las relaciones con Estados Unidos: "Debemos cooperar para lidiar con los problemas compartidos".
China está siendo atacada por EEUU. Un participante sostuvo que "EEUU ahora ha disparado cuatro flechas contra China: en relación con el mar de China Meridional, con Taiwán, con el Dalái Lama y actualmente con el comercio". Éste es un ataque sistemático. Muchos anticipan que esta situación empeorará. Eso no se debe a lo que China haya hecho, sino a que EEUU ahora considera a China como una amenaza a su hegemonía económica y militar.
Los objetivos de EEUU en las negociaciones comerciales son incomprensibles. Las personas estrechamente vinculadas a las negociaciones comerciales están desconcertadas tratando de esclarecer qué busca lograr EEUU. ¿Donald Trump realmente quiere un acuerdo, se preguntan, o es su objetivo simplemente el conflicto? En cualquier caso, los altos funcionarios dicen que comprenden y aceptan la legitimidad (y el valor para China misma) de las demandas por una mejor protección de la propiedad intelectual. También entienden el argumento a favor de la liberalización unilateral, incluyendo los servicios financieros. A China le gustaría, según lo sugirió un funcionario, hacer del programa "Hecho en China 2025" un "beneficio para todas las partes a nivel mundial". Pero la actualización tecnológica de China no es negociable. Además, ¿cómo se espera que China reduzca el desequilibrio bilateral con EEUU si este último impone severos controles sobre las exportaciones de bienes estratégicamente significativos y carece de la infraestructura para enviar carbón o petróleo de manera competitiva?
China sobrevivirá a estos ataques. Los participantes chinos parecían bastante seguros de que su país podría superar las pruebas futuras. Uno señaló que China ya es un enorme país industrial. Su sector manufacturero es casi tan grande como los de EEUU, Japón y Alemania juntos. El país cuenta con un gran número de personas capacitadas. La economía también es menos dependiente del comercio de lo que solía ser.
Además, señaló otro, las empresas estadounidenses están extremadamente involucradas y son extremadamente dependientes de la economía china. El pueblo chino, subrayaron otros, probablemente sea más capaz de soportar privaciones que los estadounidenses. Y los chinos también son muy resistentes a ser intimidados por el poder estadounidense. De hecho, los líderes chinos no podían ignorar la opinión pública al considerar concesiones. Pase lo que pase, insistieron algunos, el ascenso de China ahora es imparable.
Además, señalaron los participantes, aunque China no puede desafiar el dominio militar global estadounidense, no sucede lo mismo en el caso del Pacífico occidental, donde China es cada vez más potente. A más largo plazo, China desarrollará un ejército de "primera clase".
Este año será revelador. China y EEUU tendrán una relación compleja y tensa a largo plazo. Pero, un participante comentó, "éste será un año de prueba. Si se encamina hacia la dirección correcta, todo saldrá bien; si se encamina hacia la dirección incorrecta, será demoledor". El progreso realizado en relación con Corea del Sur, un área de cooperación china y estadounidense, pudiera ser un indicador de lo primero; la fricción en relación con el comercio presagia lo segundo. La dirección que se tome puede transformar nuestro mundo.