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La lucha por una nueva China

Por: | Publicado: Miércoles 23 de marzo de 2016 a las 04:00 hrs.
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¿Qué ocurrirá con la economía de China en los próximos cinco años? Esa es una de las principales preguntas para quienes están preocupados por las perspectivas mundiales. El Foro de Desarrollo de China este año ofreció una fascinante ventana a los próximos desafíos que están viendo las autoridades locales. Las señales provienen de los discursos y ensayos preparados por académicos que trabajan en el Centro de Investigación para el Desarrollo del Consejo Estatal.

El país afronta cuatro desafíos principales. El primero es cómo transformar su patrón de crecimiento, cuantitativa y cualitativamente. El segundo es cómo manejar la inevitable caída en el crecimiento subyacente de una manera relativamente suave. El tercero es cómo gestionar la relación de China con la economía mundial. Y el último es cómo manejar su evolución política interna.

En primer lugar, China ha aceptado una desaceleración en la tasa de crecimiento tendencial. En el período cubierto por el décimotercer plan quinquenal (2016-2020), se proyecta que no será menor a 6,5% anual. Aunque para cualquier otro estandar eso sería un crecimiento acelerado, para China es lento, o al menos lo era hasta hace unos pocos años.

Esto, sin embargo, de todas formas permitirá duplicar el Producto Interno Bruto per cápita entre 2010 y 2020 y cumplir la meta del ex presidente Hu Jintao de alcanzar una “sociedad moderadamente próspera” para esa fecha. En ese punto el PIB per cápita real, a paridad de poder de compra, debería de ser cercano a un tercio el de Estados Unidos.

Una fuerte desaceleración en la tasa principal de crecimiento no implica una fuerte reducción del crecimiento en el bienestar del pueblo chino. El acelerado crecimiento del pasado reciente ha sido asociado con inversiones de bajos retornos, excesos de capacidad, contaminación, creciente inequidad y sub inversión en consumo social, principalmente en medio ambiente, salud y educación. Podría ser incluso posible que China alcance un alto crecimiento en términos de calidad de vida con un crecimiento substancialmente más lento del PIB. De hecho, podría ser mejor que abandone de una vez su meta de crecimiento del PIB, en favor de un objetivo de crecimiento del consumo, tanto público como privado.

En el foro, el vice primer ministro Zhang Gaoli, enfatizó los planes para cambiar la calidad del crecimiento. Subrayó la necesidad de una economía más innovadoray la urgencia de contener la contaminación. El giro hacia una economía baja en emisiones de carbono ofrece una enorme oportunidad de progreso económico. Más allá de esto, el plan quinquenal promete reformar el sistema de registro urbano “hukou”, para alentar una migración permanente desde los campos. Los beneficios económicos y sociales serían grandes.

Esto nos lleva al segundo desafío que está estrechamente relacionado. Los positivos cambios de largo plazo no pueden ocultar el pesimismo en lo inmediato. Es precisamente cuando una economía se frena que sus desequilibrios quedan en más evidencia. China invierte cerca de 45% del PIB. Este es un nivel extraordinariamente alto difícil de justificar a medida que se frena el crecimiento. Aún más, este alto nivel de inversión está asociado con un aumento explosivo de la deuda y una baja en la productividad total de factores, una medida del progreso técnico. Esta tendencia es insostenible.

A medida que la economía se frena y el crecimiento pasa de las manufacturas y la construcción a los servicios, la necesidad de invertir del sector privado debe disminuir. Pero la inversión genera casi la mitad de toda la demanda. Sostener la demanda agregada a medida que el crecimiento de la inversión disminuye será muy complicado. Las autoridades tienen las herramientas para evitar una crisis financiera pero impedir una baja inesperadamente brusca de la demanda puede ser muy difícil.

La tentación de las autoridades es reanudar el motor de inversión impulsado por crédito. Eso, sin embargo, sólo aplazaría el necesario ajuste y casi con seguridad crearía un shock de ajuste mayor en el futuro.

Eso nos lleva al tercer desafío: manejar la interfaz del país con la economía mundial. La desaceleración económica de una China de altos ahorros crea un problema doble. Uno es el efecto sobre la demanda global, especialmente por commodities. Otro, también evidente ahora, es la tendencia a que una salida de los excedentes de fondos debilite el tipo de cambio y aumente así las exportaciones y el superávit de cuenta corriente. Beijing parece preparado a permitir que las reservas internacionales disminuyan en vez de ajustar los controles de salida bruscamente o permitir que el tipo de cambio caiga. La forma en cómo se resuelvan estas presiones tendrá una importancia global.

Afortunadamente, las autoridades han desarrollado ideas imaginativas para usar los excesos de ahorro para promover el desarrollo internacional. Eso incluye el programa “un cinturón, un camino” para aumentar la inversión en infraestructura de transporte en el extranjero y la creación del Banco de Inversión en Infraestructura de Asia. Los ahorros brutos anuales de China están ahora en US$ 5 billones (millones de millones). Encontrar formas de usar este enorme flujo de manera productiva, en casa y en el extranjero, será un desafío.

Finalmente, la transformación proyectada de China a una próspera economía orientada al mercado crea una gran prueba política. Beijing debe ser decidido pero al mismo tiempo receptivo a las necesidades del pueblo. En la actualidad, parece extrañamente indeciso respecto de la economía y al mismo tiempo crecientemente autoritario en lo político.

Sólo un tonto consideraría la inestabilidad política como algo menos que un desastre para China y el mundo. De manera semejante, el deseo del presidente Xi Jinping de combatir la corrupción y así fortalecer la legitimidad del Partido Comunista es comprensible.

Es difícil, sin embargo, creer que una China innovadora y volcada hacia afuera pueda ser contenida de manera indefinida por la camisa de fuerza de un partido único. Sus instituciones políticas con seguridad deberán ir más allá del “centralismo democrático” inventado por Lenin hace un siglo.

Los desafíos son enormes. Son sólo los exitos del pasado reciente lo que alienta la confianza en lo que está por venir.

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