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Las centrales eléctricas a base de combustibles fósiles quedarán varadas

Nos hemos acostumbrado a la idea de que si queremos que el probable aumento en las temperaturas promedio globales se mantenga bajo los 2°C. será imposible quemar una gran parte de las reservas estimadas de combustibles fósiles.

Por: Financial Times | Publicado: Miércoles 6 de abril de 2016 a las 04:00 hrs.
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Virtualmente toda la capacidad de generación eléctrica a base de combustible terminará varada. Es la tesis de un paper de la Universidad de Oxford. Nos hemos acostumbrado a la idea de que si queremos que el probable aumento en las temperaturas promedio globales se mantenga bajo los 2°C. será imposible quemar una gran parte de las reservas estimadas de combustibles fósiles. Pero los combustibles no son los únicos activos que podrían quedar abandonados. Una lógica similar podría aplicarse al stock de capital.

Febrero fue el mes más caliente del que haya registro. El fenómeno de El Niño -el calentamiento del clima global gatillado por el Océano Pacífico- ha aumentado las temperaturas, igual que lo hizo en 1997 y 1998. La supuesta pausa reciente en el aumento de la temperatura era relativa al repentino salto en ese tiempo. Una comparación entre 1998 y hoy muestra que la temperatura sigue ascendiendo, junto a la concentración de dióxido de carbono en la atmósfera. Esto nos recuerda las realidades del cambio climático.

Más aún, dos formas de inercia gobiernan la política climática. Primero, la infraestructura en generación de energía, que produce un cuarto de todas las emisiones antropogénicas, es de larga data. En la Unión Europea, 29% de las plantas de generación térmicas tienen más de 30 años y el 61% tienen más de 20 años. Segundo, el dióxido de carbono se queda en la atmósfera por siglos. Es necesario pensar no en flujos anuales, sino en emisiones acumulativas de un presupuesto global de carbono.

La investigación de Oxford asume (con optimismo) que las emisiones de todos los otros sectores proceden en concordancia con la ruta de las emisiones proyectada por el Panel Intergubernamental de Cambio Climático, para dar un 50% de posibilidades de mantener los aumentos de temperatura por debajo de los 2°C. Asume, también, que las nuevas plantas de generación son operadas hasta el final de sus vidas económicas normales. Bajo esas premisas, el stock de capital creado después de 2017 rompería el presupuesto global de carbono. Aún así, en la década pasada solamente, las emisiones aportadas por la inversión en generación de energía han estado aumentando 4% cada año. Pasar repentinamente a cero emisiones parecería inconcebible.

Las caídas aceleradas en las emisiones de otras actividades aliviarían la naturaleza apremiante de este dilema, pero sólo modestamente. Peor aún, es más difícil reducir drásticamente la dependencia del transporte de los combustibles fósiles que de la generación de energía. De hecho, la descarbonación de esta última es la forma más efectiva de descarbonar el transporte, a través de la propagación rápida de los vehículos eléctricos.

Dentro de la generación de energía en sí, hay cuatro opciones. La primera sería un cambio más o menos inmediato a tecnologías de emisión cero. La segunda sería la retroadaptación de la capacidad convencional con la captación y almacenamiento de carbono. La tercera sería remplazar el nuevo stock de capital con capacidades de emisión cero al inicio de su existencia. La última sería la introducción temprana de tecnologías para remover la acumulación atmosféricas de carbón.

Las energías “cero carbono” incluyen a las renovables, biomasa, hidroelectricidad y energía nuclear. Los costos de las renovables caen rápidamente. Los desafíos persisten, especialmente la integración de redes y el almacenamiento. La pregunta es ahora más “cuándo” que “si”. No será el próximo año, ni siquiera si ayuda un aumento acelerado de la eficiencia energética.

De nuevo, alguna forma de captura de carbono y almacenamiento parece una parte vital de cualquier solución. Pero estas tecnologías están en una fase incomprobada y cara. Esa es una de las razones por las que un cambio rápido en los patrones de inversión parece crucial.

La opción de proceder con inversiones en una planta convencional sólo para desecharla pronto sería cara e ineficiente. Recortar la vida promedio de las plantas generadoras en una década retrasaría el “año de compromiso” -después del cual tendríamos que desechar capacidad instalada adicional antes de que llegara al final de su vida económica normal- hasta no después de 2023. Esto deja poco tiempo para transformar el camino de inversión del mundo.

Parecería, en cambio, más sabio instalar capacidad de cero emisiones más rápido ahora. Es probable que eso sea particularmente benéfico porque los costos están bajando con la producción acumulativa.

Como última opción, podrían utilizarse la remoción de carbono u otras formas de geoingeniería. Sin embargo, todas estas tecnologías crean riesgos técnicos y hasta geopolíticos. Si, por ejemplo, un país interviniera unilateralmente en el clima, las consecuencias para las relaciones globales serían desestabilizadoras o catastróficas.

Nos enfrentamos a un inminente momento de la verdad. Esto también genera preguntas urgentes de política.

Para que la asignación de precios al carbono tenga los efectos deseados en la inversión, requeriría un compromiso creíble en el largo plazo. Pero los compromisos a largo plazo apenas resultan creíbles. Una nueva aproximación sería una imposición de límites acumulativos en las emisiones nacionales. Aunque su credibilidad sería baja incluso si pudieran ser acordadas. Una alternativa podría ser el licenciamiento de plantas de generación nuevas y existentes, para forzar cambios en la tecnología y acelerar el cierre de la capacidad emisora de carbono. Pero ese licenciamento tendría, nuevamente, que ser impuesto rápidamente: de otra forma, comenzaría una carrera para construir capacidad convencional próxima a ser jubilada.

También sería posible subsidiar o aplicar impuestos a tecnologías específicas, pero esto sería vulnerable a la captura por los intereses adquiridos existentes o recientemente creados. Finalmente, es altamente deseable invertir en investigación y desarrollo. Es un escándalo lo poco que se invierte en ello, en relación a los subsidios de los gobiernos a los combustibles fósiles.

Tras la conferencia del clima en París el año pasado, el mundo se felicitó a sí mismo por los acuerdos sobre un nuevo proceso, aunque la acción real fue aplazada. Aún así, dada la longevidad de una gran parte del stock de capital, el momento del cambio decisivo es ahora, no en las siguientes décadas. Pero el mundo no se toma en serio el clima, ¿o sí? Prefiere jugar mientras el planeta se quema.

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