Quien llega a Ucrania percibe una sensación de orfanato. Es un país del que no se tienen noticias, y por tanto es difícil estar contaminado por una imagen preconcebida. Por un lado era un país seguro (se castiga muy duramente a los delincuentes). Por otro, era una cultura post soviética (ignorante del concepto de rentabilidad económica) y además muy estable (tanto la parte turística de Crimea como la oriental de Donetsk). Nada de esto se mantiene, por lo que cuando debo explicar cómo es Ucrania, caigo en contradicciones. Quizá la palabra para definir este país sea esta, un país de contradicciones.
Para ver qué está ocurriendo en Ucrania, es necesario conocer la historia. En los años de vida de Ucrania al igual que en los países post-comunistas, ha imperado un capitalismo salvaje, de exhibición de la riqueza. De ahí la predilección por los lujos y las marcas. Esto, llevado al extremo, ha hecho que los ricos sean mucho más ricos y los pobres mucho más pobres. Los grandes contratos del país han servido para enriquecer a algunos que hacen alarde, y a empobrecer al resto. Es un país tan corrupto que en el índice de transparencia 2013 ocupó el numero 146. Esto hace que quienes ocupan puestos de poder puedan sacar rédito de sus cargos. Así, un médico público tratará mejor al paciente si le hace algún regalo o un policía no multará a un conductor si paga una coima. Esto es tan normal que incluso los políticos van de viaje oficial a hacer negocios, por lo que se confunde la clase política y la empresarial.
Durante la época del ex presidente Viktor Yanukovich, todos los contratos públicos han favorecido a su hijo y a un puñado de familias del lado del este, por esto es fácil ir de camino hacia Europa (al oeste) y ver el típico arado árabe tirado por una mula, e ir al este (hacia Rusia) y ver el tractor alemán más grande y moderno o cruzarse con el “Hummer” más caro del mercado junto al Volga soviético del año ‘60.
Esto ha ido minando a la población de tal manera que quienes viajan ven con envidia las infraestructuras europeas, y quienes no, las ven en televisión. Esto ha desencadenado que tres grupos de población se organizaran en las protestas de Maydan (la plaza del centro de Kiev): la ultraderecha más radical, actualmente en busca de voluntarios para combatir contra los rusos por la invasión de facto de la península de Crimea, algunos ex combatientes de Afganistán, y estudiantes y desempleados de la zona de Ternopil, todos apoyados por la mayoría no rica de Ucrania. Las protestas de Maydan tuvieron dos detonantes: la imposición del ruso como lenguaje co-oficial y la galopante corrupción.
El 14 de febrero tuve la oportunidad de visitar el ayuntamiento tomado por los revolucionarios, así como el centro de mando (el edificio de los sindicatos actualmente aparece en todas las fotos quemado desde el 17 de febrero) y en ambos lugares se percibía orden y método.
Yanukovich con sus torpezas, fue fortaleciendo a los revolucionarios, primero tratando de desalojar con rudeza la revolución, que sin duda habría mermado por los gélidos -35 grados del invierno ucraniano, y después, actuando sin la firmeza pedida por su par ruso Vladimir Putin en los últimos actos de represión. Las muertes unidas a las críticas de Occidente, y el propio carácter timorato de Yanukovic actuaron como la levadura en una torta.
El ambiente se fue calentando por declaraciones de Occidente alentando a seguir las protestas, y de Rusia, pidiendo más mano dura, hasta el resultado de casi 100 muertos en los enfrentamientos entre la policía y milicianos, que terminaron con la huida de Yanukovich y el aparente éxito de la revolución.
Después vino la reacción natural de Rusia que, ya que no obtuvo el éxito político, ahora debe vender a sus habitantes un éxito militar. Putin, (fruto del KGB y con mayores poderes que ningún presidente de Rusia desde el fin de la URSS) al igual que en la invasión de Georgia, maneja los tiempos con mucha precisión, y su base es por un lado la parte jurídica de los convenios con Ucrania (si bien interpretados de forma flexible), y por otro, manejando como un director de orquesta a la prensa, necesitada de noticias, que han escrito en todos los diarios europeos titulares como “tambores de guerra” o el “inicio de la invasión de Ucrania”, olvidando que todo ucraniano tiene familia en Rusia o en alguna de las ex repúblicas soviéticas, por lo que para este lado del mundo las fronteras no están tan dibujadas como en Occidente.
De no haber reaccionado invadiendo parte de Ucrania (Crimea, por ahora), Putin habría tenido que hacer frente a protestas similares en Bielorrusia, países asociados, o en la mismísima Rusia, por lo que el propio régimen estaba en riesgo.
Ucrania ahora mismo no tiene un ejército para responder, ni dinero para financiarlo, por lo que su única opción es esperar a que los otros países hagan ver a Rusia que una vez controlada la situación y puestos a salvo sus intereses, los milicianos de Maydan no han dado un golpe de Estado sino cesado al presidente mediante una moción de censura. Ya que los nuevos gobernantes de Ucrania han caído en la provocación de eliminar los símbolos rusos, no pueden caer en la misma provocación que en la que cayeron los georgianos hace unos años, puesto que el resultado es ya conocido: la amputación de parte de su territorio y muertos en un conflicto, a cambio de un acercamiento a Occidente, y la modernización del país.
O se inunda de dinero a Ucrania y hace que los pro-rusos vean mejores opciones en Occidente, o se somete a préstamos nacionales y todo el país entenderá que Rusia es una nación con hermanos que les da cobijo. En definitiva, la única vía es no caer en la provocación ni por parte del inexperto nuevo gobierno de Ucrania ni por parte de los milicianos de Maydan.