Por Constanza Morales H.
Uno de los principales productos de exportación de Brasil son sus teleseries, pero ahora la realidad parece estar superando a la ficción. La complicada situación por la que atraviesa Petrobras es digna de un guión de telenovela, con intrigas políticas –con la presidenta Dilma Rousseff siendo una de las protagonistas de la historia–, disputas entre distintas partes y deudas multimillonarias.
Todo indica que los problemas radican en una mala gestión. La empresa está envuelta en diversos escándalos porque los ejecutivos han tomado decisiones cuestionables sobre los proyectos o porque han hecho caso omiso a las recomendaciones de su comité auditor.
La polémica más reciente se relaciona con la compra en 2006 de Pasadena Refining System ubicada en Texas. El directorio de Petrobras, en ese entonces encabezado por Rousseff, aprobó pagar
US$ 370 millones por el 50% de la refinería en manos de la belga Astra Oil Trading. Una cláusula obligó a la brasileña a adquirir el resto de la compañía como parte de un acuerdo legal por US$ 820,5 millones.
Con todo, la estatal desembolsó US$ 1.190,5 millones, lo que equivale a 28 veces los US$ 42,5 millones que le costó la refinería a Astra Oil.
Los partidos de oposición han utilizado estas revelaciones para atacar a la mandataria en plena campaña presidencial y han exigido que se investigue el caso. Ella se ha defendido afirmando que la decisión se tomó con “información incompleta” y con una “opinión técnica y jurídicamente errónea”.
Si bien el escándalo podría afectar la popularidad de Rousseff a siete meses de las elecciones, los analistas creen que esto podría ser bueno para los inversionistas.
“Mientras más escrutinio haya sobre la compañía, mejor”, comentó a Bloomberg Rogerio Freitas, socio de Teórica Investimentos. “Esta atención termina siendo positiva. La empresa se volvió en un instrumento de política pública. Si eso se detiene y se convierte en una empresa normal será bueno”, explicó.
Costos se disparan

A lo anterior se suma el alto costo que han significado los dos principales proyectos de refinería de Petrobras.
Abreu e Lima, ubicada en el estado de Pernambuco al noreste del país, debería refinar 230 mil barriles al día cuando comience a operar en el cuarto trimestre, casi tres años después de la inauguración orginal. Su inversión inicial de
US$ 2.500 millones se ha disparado más de siete veces hasta US$ 18.500 millones.
En tanto, se estima que la refinería Comperj de 150 mil barriles al día costará
US$ 13.500 millones cuando abra en 2016. Esto significa un alza de 61% frente al plan inicial y un retraso de cuatro años.
En total, la petrolera invertirá US$ 32 mil millones en ambas iniciativas, lo que corresponde a casi tres veces el monto de las inversiones para la Copa Mundial de fútbol de este año.
Oídos sordos
La compañía también ha hecho noticia por no seguir la recomendación realizada por su comité auditor a fines de febrero de reducir el nivel de apalancamiento, que en
US$ 113.370 millones es el mayor de las firmas emergentes no financieras, según Bloomberg. Dos semanas después de haber recibido la sugerencia, la petrolera más endeudada del mundo emitió un bono por US$ 8.500 millones, en la mayor subasta del mundo desde septiembre. La deuda servirá para financiar el plan de inversión de US$ 221 mil millones hasta 2018, uno de los más elevados del planeta.
El fallido acuerdo con PDVSA
A comienzos de 2008, Petrobras acordó asociarse con Petróleos de Venezuela (PDVSA) para desarrollar la refinería Abreu e Lima. La compañía brasileña tendría el 60% del proyecto y su contraparte el restante 40%.
Sin embargo, en octubre del año pasado Petrobras tomó todo el control de la iniciativa después de una serie de retrasos por parte de PDVSA para financiar su porción.
La semana pasada, la firma radicada en Río de Janeiro informó que desistió de cobrar una compensación millonaria a su homóloga venezolana, ya que el contrato de asociación nunca fue ratificado por ambas partes.