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Publicado: Viernes 15 de julio de 2016 a las 04:00 hrs.
Es un monte de Tierra Santa contiguo al Mediterráneo, con una cima de 550 metros. Su nombre significa Jardín de árboles. Se le conoce también como “yébel mar elyas”, el monte de San Elías; profeta bíblico que lo hizo famoso por dos episodios de singular espesor sobrenatural. Al comprobar, Elías, que un grupo de 450 sacerdotes tirios rendían allí culto al dios Baal, los desafió públicamente a un duelo de fe. En presencia de todo el pueblo se sacrificarían dos novillos, uno para cada contendiente. Pero en lugar de ofrecerlos mediante fuego encendido en la tierra, se invocaría al Dios de uno y otro para que los consumiera por fuego enviado del cielo. Aquel que por su fe orante consiguiera tal prodigio acreditaría a su Dios como el único verdadero. Aprobado el desafío con unánime entusiasmo, correspondió el primer turno a los devotos de Baal. Desde la mañana hasta el mediodía invocaban y suplicaban:”Baal, respóndenos!”. Pero no hubo voz ni respuesta. Luego danzaban junto a su altar, gritando más fuerte e hiriéndose con cuchillos y lancetas hasta chorrear sangre. Del mediodía hasta el atardecer se pusieron en trance…pero no hubo voz ni respuesta. Elías se burlaba: “griten más alto, su dios es muy ocupado, andará de viaje, se habrá quedado dormido, despiértenlo”. Llegado su turno, Elías erigió un altar para Yahvé, descuartizó su novillo, lo puso sobre leña y pidió derramar, tres veces, cuatro tinajas de agua sobre el animal y la leña. En seguida clamó: “¡Respóndeme, Yahvé, respóndeme, para que todo el pueblo sepa que tú eres Dios que conviertes sus corazones!”. Y de inmediato cayó el fuego de Yahvé que devoró el novillo y la leña y lamió el agua circundante. El pueblo se prosternó confesando: “¡Yahvé es Dios, Yahvé es Dios!”. Lamentablemente, Elías hizo apresar y degolló él mismo a los 450 impostores de la fe.
El pueblo sufría tres años y medio sin lluvias: Elías lo había advertido, como reflejo de la sequía de sus corazones. Ahora subió Elías a la cima del Carmelo y se puso en oración. Siete veces ordenó a su criado mirar hacia el mar: por fin una nube se hizo visible, el cielo se oscureció, sopló el viento y se desencadenó la lluvia: Elías creía en el poder de la oración. Su plegaria del Carmelo volvió a hacer fecunda la tierra.
Con esa tradición de victoria de la fe no puede extrañar que tempranamente el cristianismo, alentado por la presencia de Elías junto a Moisés y Jesús en el monte Tabor, buscara reeditar sus hazañas en el mismo monte Carmelo. Allí se incubó la devoción a la Virgen del Carmen: garante de la primacía de Dios sobre los ídolos; cuna de santos; escuela de libertad; y seguridad de que la Vida triunfará sobre la muerte.