El oro fue uno de los protagonistas indiscutidos de 2025. Su precio superó varias veces los máximos históricos, motivado por la incertidumbre política, la volatilidad en los mercados y el miedo a que la inflación en EEUU se extendiera por el resto del mundo. Pero la gran pregunta es si se mantendrá este rally para el próximo año. Y ahí, hay opiniones divididas.
Algunos proponen que el oro, al igual que la plata, seguirán siendo materiales con alta demanda, mientras que otros advierten que estamos ante una burbuja inflada por especuladores de “manos débiles” (gente que vende al primer susto).
Hoy, el oro trata de recuperarse luego de un muy mal octubre y, según varios bancos de inversión —como JPMorgan—, seguirá fuerte en 2026. Para UBS, la caída en las tasas de interés en EE.UU. afectará positivamente al metal, porque reduce el “costo de oportunidad”. En simple: cuando los bonos del Tesoro pagan menos intereses, tener capital estacionado en oro deja de ser un “sacrificio” y se vuelve más atractivo frente al dólar. Además, se mantendrán los conflictos geopolíticos y los bancos centrales seguirán comprando. Todo esto beneficiará la cotización del metal amarillo como refugio.
Sin embargo, otros análisis proyectan que, si bien el oro podría mantener su buen momento, no seguirá subiendo con la misma verticalidad de 2025. Por lo tanto, comprar ahora a precios altos, quizás no es lo recomendado para el inversor minorista.
Pero no todo es oro. Acá, hacemos un repaso por los commodities más transados y estratégicos para tu portafolio en 2026. Porque hay consenso de que las materias primas serán protagonistas. Dominic Schnider, jefe de commodities de UBS, lo resume así: “Las materias primas están preparadas para obtener rendimientos atractivos en 2026, ya que ofrecen resistencia a las carteras en un contexto de desequilibrios entre la oferta y la demanda, riesgos geopolíticos y transición energética mundial”.
Petróleo: ¿Sobra o falta?
Es una de las grandes interrogantes para 2026. The Economist, en un reciente reporte, se refirió al crudo como el líder del grupo de los commodities “deprimidos”. El semanario británico estima que, tras la adrenalina de los últimos años, viene una etapa de “sobriedad” donde la demanda estará golpeada por la economía china y los aranceles de Trump. Su visión es bajista: advierten que el mundo podría terminar “nadando en petróleo” si no hay bloqueos reales al crudo ruso y porque los países del Golfo están reabriendo la llave.
UBS, en cambio, establece que hoy el petróleo tiene un piso más firme de lo que parece. Aunque reconocen que recientemente el precio cayó a mínimos (US$ 62 el barril), no ven un exceso de oferta real.
Por eso, ellos apuestan a que el barril Brent no se desplomará, sino que repuntará levemente hasta los US$ 67 hacia fines de 2026. Dominic Schnider lo explica así: “Esperamos un estancamiento del crecimiento de la oferta en los países no pertenecientes a la OPEP+ y una modesta recuperación de la demanda, lo que provocará un aumento de los precios a partir de mediados de 2026”.
Cobre: entre la volatilidad y el crecimiento
Otros minerales que pueden dar que hablar en 2026 son los industriales, como el aluminio y el cobre. El cobre es un termómetro tradicional de cómo está la economía global (por eso le dicen “Dr. Copper”), porque su precio sube cuando la industria mundial fabrica cosas y cae cuando hay recesión. En 2025, ha crecido cerca de 20%.
Para The Economist, el cobre tendrá un 2026 volátil, atrapado en el “tira y afloja” de los aranceles de Trump. Si el país del norte castiga el comercio, el dólar subirá y encarecerá el metal para el resto del mundo.
Pero los bancos de inversión ven otra película. Deutsche Bank proyecta un “apretón de oferta” que llevaría el precio sobre los US$ 11.000 la tonelada. Pero J.P. Morgan fue más allá. En un reciente análisis dedicado al cobre en 2026, proyectan que el metal promediará los US$ 12.500 en el segundo trimestre de ese año. Hoy se mueven cercanos a los US$ 11.200.
Parte de este optimismo se explica, según JPMorgan, por la todavía alcista demanda en data centers para inteligencia artificial. Aunque es un nicho, crece rápido: el banco norteamericano estima que solo los servidores consumirán unas 475.000 toneladas de cobre en 2026.