Ricardo Scheleff es chileno. Pero desde 2005 no vive en el país. La palabra que usa para definir su trayectoria profesional y el estilo de vida que conlleva es: “móvil”. Desde principios de los 2000, el ingeniero civil en construcción de la PUC se dedica a visitar diversos países del mundo en situaciones de crisis. Durante más de 15 años, fue miembro de Greenpeace, grupo medioambiental con el que navegó en las embarcaciones Rainbow Warrior y Arctic Sunrise y visitó lugares como Turquía, Israel, Rusia y Sudáfrica.
En 2020 dejó la lucha medioambiental y se unió a las filas de la cruzada humanitaria. Así, sentado en un Work Café Santander en Las Condes, Scheleff cuenta a DF MAS que durante los últimos cinco años ha trabajado como coordinador humanitario para diversas organizaciones internacionales, entre ellas, Oxfam International, con la que se instaló en Caracas, Venezuela; Action Against Hunger, que lo llevó a vivir en Camerún, África; y la International Rescue Committee, organización con la que ha realizado trabajos en Chad, Ucrania y en su último destino: Gaza.
Scheleff es –probablemente– el único chileno que ha entrado a la zona de conflicto este año. Desde que estalló la guerra entre la Franja de Gaza e Israel -en octubre de 2023- ha visitado Gaza en tres ocasiones con el rol de coordinador de Acceso y Seguridad Humanitaria en Medio Oriente.
“No hay ningún periodista internacional que pueda entrar y contar objetivamente lo que está pasando”, asegura. “Sólo pueden entrar organizaciones humanitarias autorizadas previamente por las Fuerzas Armadas Israelíes”, añade. Durante sus visitas, calcula, se le ha permitido la entrada simultánea a 50 extranjeros con objetivos humanitarios. Una vez allá, el tiempo de estadía es de un mes. “En un contexto así, por salud mental, no es recomendable que alguien se quede más que eso”, asegura.
También estamos viendo una destrucción importante de la cultura, del arte, de la historia de ese lugar, las bibliotecas, los museos. Y eso no creo haberlo visto en ningún otro conflicto. Ni de cerca
La destrucción absoluta
Ricardo Scheleff conoció Gaza en 2010. Visitó la ciudad -y Cisjordania- mientras trabajaba en un proyecto medioambiental para Greenpeace. Sobre esa primera visita, recuerda: “Pese a que era un país en desarrollo con bastantes problemas sociales -y con varias dificultades en cuanto a su gobierno y el control que Israel ejercía desde fuera-, Gaza era una ciudad funcional. Tú ibas y podías encontrar todo tipo de hoteles y de restaurantes. Era un lugar muy lindo, en el que podías disfrutar bastante. La costa de Gaza es preciosa y tiene un montón de lugares para ir. No hay que imaginarse que era un lugar pobre, como lo podríamos pensar de África, sino que era un lugar con cierta infraestructura”.
Esa ciudad, sin embargo, hoy sólo vive en su memoria. Su siguiente visita fue en marzo de 2024, cinco meses después del atentado de Hamas a Israel que gatilló el conflicto en la zona en octubre de 2023. Junto a la organización International Rescue Committee -que se dedica a la distribución de agua limpia y la entrega de ayuda médica y de supervivencia en zonas de conflicto-, el chileno aterrizó en Medio Oriente y entró a Gaza por Egipto.
No se sabía cuánto duraría el conflicto ni cuál sería su magnitud. “Desde el punto de vista humanitario, fue complejo también porque era un conflicto que recién había empezado: no sabíamos qué lugares eran más seguros para operar o dónde estaba la gente que necesitaba mayor asistencia”, cuenta. Aquella visita, sin embargo, sólo duró dos semanas: el equipo humanitario tuvo que evacuar por la creciente complejidad del conflicto.
Su segunda visita fue entre julio y agosto de 2024, “una de las épocas más peligrosas para entrar a Gaza”. Para ese entonces, la entrada por Egipto ya no estaba permitida, por lo que lo hizo desde Jordania. “Ahí los bombardeos eran súper intensos, más que la primera vez y ahora eran en todas partes”, recuerda. “Ya veíamos que el 90% de los hospitales habían sido atacados de alguna manera, y las escuelas también. Entonces, había cosas que se salían un poco de la lógica…”, añade.
Dichos bombardeos, explica el chileno, aun cuando sucedan lejos de una cierta ubicación, “pueden hacerte caer de la cama en la noche”.
Foto tomada por Ricardo Scheleff
Sin embargo, rescata que, para ese entonces, la ayuda humanitaria estaba reconocida en Gaza y recibía ciertos grados de protección: las organizaciones funcionaban en una zona acordada con las Fuerzas Armadas Israelíes, se organizaban traslados oficiales en vehículos humanitarios identificados y se mantenía un sistema estricto en cuanto al movimiento dentro de la ciudad para garantizar seguridad. “No te podías mover de un punto A a un punto B o simplemente salir a caminar sin una autorización previa”, explica.
Su tercera visita al lugar, prosigue, fue entre marzo y abril de este año y coincidió con un cese al fuego. “Por lo tanto, podías moverte alrededor de Gaza sin esos mecanismos de seguridad por zonas más extendidas”, dice. “Ahí vimos la destrucción absoluta. Esas son unas de las imágenes que yo creo que nunca voy a olvidar…”.
- Uno ve fotos, videos, cifras, pero ¿cómo se puede dimensionar la magnitud de lo que está pasando hoy en Gaza?
- Es difícil, y es algo en lo que pienso constantemente… Primero están las cifras: hoy hay por lo menos 60.000 personas fallecidas, de las cuales 20.000 aproximadamente son niños. Ya eso te da una señal fuerte. Pero yo tiendo a sentir que los números no nos sensibilizan mucho porque, ¿cuál es la diferencia entre 7.000 y 10.000? Entonces trato de pensar en formas para explicar lo que está pasando e intento compartir historias que son mucho más sutiles pero que te muestran un poquito el sufrimiento de la gente…
El chileno rememora: “Organizando un programa para entretener a niños, varios de ellos estaban jugando fútbol en un campamento. De hecho, uno tenía la camiseta de Alexis Sánchez. Y se me acercó uno bien pequeñito que no hablaba casi nada, me miraba mucho y levantaba su mano: me estaba mostrando que le faltaba un dedo. Después me contaron que fue por unas esquirlas que lo hirieron a él y a su papá que perdió una pierna.
Ese es el tipo de historias que, a pesar de que son menores, te dan una idea de que eso está pasándole a cualquier niño todos los días… Además, hoy existe una gran cantidad de niños que están huérfanos y no lo saben. Las familias adoptan a los que ven caminando solos por la calle. Todos esos niños van a quedar marcados para siempre: en lo profesional, lo laboral, lo psicológico, en la forma en que entienden la sociedad, en que entienden el conflicto, lo que es justo y lo que no…”.
Foto tomada por Ricardo Scheleff
“No hay absolutamente nadie que no esté afectado”
En conversación con colegas del rubro humanitario -algunos incluso con experiencia en Irak, Afganistán y “otros conflictos duros”, cuenta Scheleff- “todos dicen lo mismo: no hay nada que se parezca a lo que está pasando en Gaza”, asegura el chileno. “Ahora hay que alimentar y darle medicina a las personas y a los niños. Pero también estamos viendo una destrucción importante de la cultura, del arte, de la historia de ese lugar, las bibliotecas, los museos. Y eso no creo haberlo visto en ningún otro conflicto. Ni de cerca”, reflexiona Scheleff.
- Ha sido un conflicto sin distinción en cuanto a los afectados…
- Eso es muy fuerte. Normalmente, la asistencia humanitaria trabaja con los grupos más vulnerables, que son los más afectados. Yo trabajé y viví seis meses en Ucrania y allá, a pesar de todo lo que se ve en imágenes, la mayoría tiene una vida normal. En Gaza es diferente porque no hay nadie, absolutamente nadie, que no esté afectado por este conflicto. Se trata de gente que antes tenía una vida normal y hoy ya no tiene nada. Hoy todos viven en carpas: desde el ingeniero hasta el dueño del almacén, están todos juntos.
- ¿Y qué lectura hacen ellos del conflicto?
- Yo creo que están muy confundidos. Cuando comenzó la guerra, con el ataque terrorista de Hamás a civiles israelíes, nadie lo entendió… Y nadie entiende todavía la razón o lo que buscaban. Entonces, hoy se sienten huérfanos en cuanto al porqué sus autoridades actúan de esa manera. Y bueno, en respuesta, Israel contestó con una fuerza absolutamente desbalanceada y destruyó el país por completo. Entonces, ideológicamente, la gente está muy confundida. Obviamente no quieren más a Hamás, eso te lo puedo asegurar, y tampoco quieren a Israel... Entonces no se ven alternativas. Hay bastante desesperanza.
El chileno añade: “De todas formas, yo creo que toda esa discusión más política e ideológica la estamos teniendo en Occidente. Pero hoy, a toda esa gente en Gaza solo le interesa tener agua, alimento y salud. Nada más. Después se verá el tema ideológico. Eso hoy no es prioridad”.
La polémica Fundación Humanitaria de Gaza
A principios de este año, Israel paralizó toda la ayuda internacional direccionada a Gaza. En su reemplazo, en febrero de 2025, instauró un sistema de ayuda elaborado junto a Estados Unidos: la Fundación Humanitaria de Gaza. Hasta la fecha, sin embargo, dicha organización no ha estado exenta de polémicas. De hecho, asegura Scheleff, no es reconocida por la comunidad humanitaria.
- ¿Por qué?
-Existen varios motivos. Primero, esta es una fundación en que su diseño depende exclusivamente del control militar: si no hay militares asegurando la zona, no operan. La ayuda humanitaria, en cambio, siempre es independiente de lo militar porque si necesitas de su ayuda, estás asociándote a uno de los bandos. La segunda diferencia es la ubicación de sus puntos de distribución que, en el caso de esta fundación, son antojadizos para forzar a que la población se mueva. La ayuda humanitaria hace lo opuesto: tú tienes que ir a donde están las personas más vulnerables porque si no la ayuda la consigue quien tiene más fuerza para llegar a esos puntos.
Y también hay un tema de capacidad: para tener una idea, ellos lograron formar cuatro o cinco puntos de distribución de alimentos. Antes de esto, en días normales, las organizaciones humanitarias teníamos aproximadamente 400. Entonces, por un lado, por supuesto que hay una campaña pública de decir: “Estamos ayudando con nuestra propia organización”, pero en términos de recursos, ellos no están entregando nada comparado a lo que realmente se necesita.
- ¿Es una forma de quitarle presencia a la ONU?
-Sin la ONU esto definitivamente no puede funcionar. Los mecanismos de registro para entrar a Gaza, todas las recomendaciones de seguridad, los análisis militares y los reportes sobre la situación actual, provienen de ellos. Mi impresión es que el gobierno israelí está tratando de crear un sistema paralelo a lo que hace la ONU, pero desde su propio discurso, para poder sacarla lo más que se pueda del mapa. Y eso es súper grave porque se está perdiendo la neutralidad. Una parte interesada del conflicto está decidiendo hoy a qué parte de la población se le puede dar ayuda humanitaria y a cuáles no. Puede que un soldado asuma que una persona tiene cierto vínculo con Hamás y no le dé alimentos. En ese caso, no hay un ente externo neutral que decida si esta persona efectivamente participó, por ejemplo, del ataque. Entonces, el que Israel sea parte del conflicto y, además, aplique ayuda humanitaria… es complejo.
Según cifras de la ONU, entre el 27 de mayo y el 1 de agosto murieron -al menos- 1.673 palestinos en busca de alimentos: 859 de ellos en el contexto de ayuda de la Fundación Humanitaria de Gaza. Desde su vereda, Israel reclama que hoy existen 4.000 camiones con ayuda varados en la frontera -específicamente en el cruce de Kerem Shalom- que la ONU no ha retirado ni distribuido. Incluso, esta semana el gobierno israelí llevó a periodistas internacionales -de ABC News, por ejemplo- al lugar para evidenciarlo.
Al respecto, Ricardo Scheleff explica que moverse dentro de Gaza libremente -en este caso, para repartir los alimentos disponibles- no es sencillo y, para hacerlo de manera segura, requiere de una autorización de autoridades israelíes. Sin embargo, datos de la ONU estiman que, de las 894 solicitudes de movilización que recibieron las fuerzas israelíes entre mayo y julio de este año, 506 de ellas fueron impedidas o denegadas. “Sin esa respuesta, no puedes asumir que ellos saben de ese movimiento, lo que lo hace muy riesgoso”, explica el chileno.
El escenario en caso de una ocupación total
- El martes de esta semana Benjamín Netanyahu dijo que ordenará la ocupación total de Gaza. En la práctica, ¿qué implica dicha afirmación?
- Antes de esta declaración, hay que entender que hoy circulas por Gaza y no ves soldados israelitas. Ellos sólo están en una zona de 3 kilómetros desde la frontera hacia dentro de Gaza, entonces un gazatí normal casi nunca ha visto a un soldado. Lo único que ve son aviones, bombardeos, etc. El anuncio de una ocupación completa es una estrategia completamente distinta a la que existe hoy: significa entrar a zonas pobladas -por 2 millones de personas- y controlarlas… Eso no es nada fácil y requiere de muchos recursos y soldados que, en ese caso, empezarían con enfrentarse a la gente común y corriente.
- ¿Eso no pasa hoy?
- No. Normalmente, cuando los israelíes van a entrar a su punto, ellos informan que van a entrar. Entonces esa gente puede salir. La interacción es bastante menor. Si hubiese una ocupación completa, eso sería bastante trágico. Y yo tengo muchas dudas de que eso pueda ocurrir en términos logísticos y políticos. Yo creo que ahí sería un paso claro del gobierno israelí en la negación de la existencia del Estado palestino. Sería complicado logísticamente, además… Y nos posicionaría en un conflicto ya de otra índole.
Ricardo Scheleff vuelve el lunes a Jordania. Una vez allá, dice, evaluará si es que es necesario volver por cuarta vez a Gaza. “Tenemos que tener la mayor cantidad de gente en términos operativos allá pero, al mismo tiempo, no hay que llenar Gaza de gente. Sólo deben entrar quienes tienen una tarea específica”, dice.
Y reflexiona: “Aquí hay un tema que tiene que ver con el asesinato de niños. Y eso es lo triste, en el debate se pierde el foco de lo esencial sólo por una necesidad de antagonizar, de tener la razón. Estoy seguro de que si pudiese poner en mi mente a personas de cualquier lado y transferirles mi experiencia, cambiarían su punto de vista y la forma en que entienden la urgencia de la situación. Si vieran lo que yo vi, estoy seguro de que dirían: ‘Esto hay que pararlo como sea’”.