El momentum. El bendito momentum. El instante político en el que el candidato encaja en la historia. Y todo hace sentido.
El momentum de Evelyn Matthei aún es un enigma. Lo merodeó, cierto. Pero ¿Se le escapó? ¿Volverá?
“Usualmente es el político quien elige el momentum, pero a veces es el momentum el que elige al político”, sentenció David Axelrod, el gurú de la impecable campaña de Obama en 2008.
Primer -y terrible- capítulo
Hace 33 años, en 1992, Evelyn Matthei creyó que era el momentum. Con candidez política supuso que una votante del Sí e hija de un miembro de la Junta Militar podría ganar la presidencial apenas cuatro años después de que Pinochet había abandonado el poder.
Matthei se erigía como una figura consular de la nueva derecha: inteligente, atractiva, energética.
Ella buscaba llegar a La Moneda, vencer a la Concertación que recién había tomado las riendas del país; ser la primera mujer Presidenta de la República -con apenas 41 años-, ganarle a Piñera y también a Pinochet.
Demasiado.
Visto en perspectiva, la ingeniera comercial que en 1988 entró a la política dura y pura -apenas tres años antes de su intención presidencial- no leyó bien el momentum.
Pinochet se le cruzó porque el comandante en jefe quiso seguir influyendo en la política. Muchos sostienen que entregó la banda con fecha de devolución: 1994, año en el que pretendía volver a La Moneda.
Pinochet creía que Sebastián Piñera era un riesgo para sus deseos presidenciales y/o para socavar las bases institucionales impuestas -con fórceps- por el régimen. Lo definía como un advenedizo tan ambicioso como peligroso.
Un DC con piel de RN.
Entonces, Matthei se cruzó, para su infortunio, en un campo de batalla al cual no estaba invitada. Cuenta Rocío Montes en su libro Contra la corriente. Perfil no autorizado de Evelyn Matthei (2025, Penguin Random House) cómo una serie de personas y situaciones la azuzaron a tomar una de las peores decisiones políticas, si no la más, de su vida:
“Empujada por diferentes grupos que miraban con resistencia a Piñera -pero sobre todo con el respaldo discreto, pero explícito, de Jarpa-, Matthei decidió ponerse en el camino del senador que había sido su profesor, empleador y, luego, su amigo. Para algunos, lo subestimó… La diputada no pensaba en absoluto que Piñera, como algo previamente escrito en el destino, tuviera que convertirse en candidato presidencial de RN ni mucho menos en Presidente. No creía tener menos inteligencia ni menos experiencia que él. Observaba que su antiguo jefe cometía un error tras otro, se peleaba con los dirigentes, hería y pisoteaba, y que las fuertes resistencias le estaban complicando el camino para convertirse en el candidato del partido”.
La historia es sabida: como misil de batalla electoral contra Piñera, Matthei recibió una grabación ilegal de conversaciones privadas de su rival y gestionó su divulgación por la TV el 23 de agosto de 1992.
La grabación provenía del Ejército. Digno de republiqueta.
Matthei negó una y otra vez su participación en los hechos. Hasta el 7 de noviembre de ese mismo año. Pillada en falta, dimitió:
“Asumo plenamente mi responsabilidad en este lamentable episodio y pido perdón a Sebastián Piñera y muy especialmente a su familia, a los militantes y dirigentes de Renovación Nacional... y a todos aquellos que depositaron confianza en mí y a los cuales les he fallado. Desde este momento renuncio a mi precandidatura presidencial, y me pongo a disposición de Renovación Nacional para contribuir, desde cualquier sitial, a reparar el enorme daño que sin querer contribuí a generar”.
Piñera también capituló. Volvió a postular 13 años después: el 2005. Y Matthei, 21 años más tarde.
Esos días telúricos de la peliaguda transición -con la tutela de Pinochet y una democracia con patas de potrillo- no eran el momentum para Matthei ni para Piñera ni para nadie de derecha.
Recién en 2010 ese sector pudo ser gobierno.
Chocolate no es
También existe el anti-momentum en la política. Un infierno que los candidatos evitan: cuando saben que van derecho al matadero. La postulación de Matthei el 2013 puede considerarse tanto un acto autosuficiente como heroico. Directo al matadero.
Por el oficialismo se sucedieron tres frustrados candidatos: Laurence Golborne, Andrés Allamand y Pablo Longueira.
Por supuestos enredos de negocios (alimentados por su propio sector), por votos (perdió la primaria) y por depresión, respectivamente.
Bachelet arrasaba en las encuestas. No había candidato.
Un desastre.
Entonces surgió el plan D: Matthei.
Cuenta Rocío Montes en su libro que en julio del 2013 Jovino Novoa la citó a su oficina:
“¿Estás disponible para ser candidata?”, le preguntó.
“Sabes que es caca lo que me ofreces”, respondió Matthei.
“Chocolate no es”, acotó Novoa.
Así todo, contra todo, Matthei pasó a segunda vuelta. Bachelet ganó por lejos.
De nuevo, el momentum.
Tan cerca, tan lejos
Hasta fines del año pasado, después de dos experiencias rudas y duras, parecía que el momentum de Matthei por fin llegaba.
Lideraba en las encuestas, su gestión en Providencia lucía, Kaiser horquillaba a Kast -voces sugirieron una capitulación del republicano frente al “Milei chileno”- y el oficialismo marcaba poco y nada.
Kast y su partido, además, habían fracasado en el segundo proyecto constitucional.
Los resultados de la elección municipal además instalaron la idea de que el nuevo espíritu de los tiempos era la moderación.
O sea, Matthei y no Kast.
Eso cambió en junio. Ella se desplomó en todas las encuestas, Kast subió como espuma y Jara ganó las primarias y con ello escaló en las preferencias.
Dan Axelrod de nuevo: “El momentum no es eterno. Si no lo transformas en organización y votos reales, se desvanece tan rápido como llegó… El momentum no es un accidente: es el resultado de estrategia, narrativa y timing. Si sabes aprovechar el momentum, todo se multiplica; si lo dejas pasar, se desvanece”.
La caída estrepitosa de Matthei tiene mil hipótesis, ninguna definitiva porque la política está lejos de ser ciencia y aún queda carrera por recorrer.
Desde Chile Vamos sugieren, a veces con una certeza que sorprende, razones endógenas: mareo de altura por las cifras de las encuestas que la daban como escapada; un comando errático y enredado, que se ha reinventado más que lo aconsejable; la dificultad para diferenciarse de la “otra derecha”; el carácter de la candidata.
Otros esgrimen que el triunfo de Jara en las primarias azuzó el temor al comunismo y que a modo de antídoto Kast parece ser más eficiente que Matthei.
No debemos descartar que la experiencia de la primera constituyente desatara las pesadillas más terribles de la derecha chilena, tal como fue la reforma agraria. Dicho así: que Kast y republicanos -y por qué no Kaiser- sean hijos no deseados de ese experimento maximalista fallido.
Eso cambió en junio. Ella se desplomó en todas las encuestas, Kast subió como espuma y Jara ganó las primarias y con ello escaló en las preferencias.
En la última encuesta Criteria, el 28% prefiere un candidato de derecha a secas; el 15% de centro-derecha; el 14% de centro; el 15% de centro izquierda; y 12% de izquierda.
Matthei por sondeos y temperatura ambiente, por ahora -recalco, por ahora- perdió el momentum, esa ola que te lleva a la orilla.
Como decía Axelrod es el político quien elige el momentum o es el momentum el que elige al político.
En 1992 y en 2013 Matthei creyó elegirlo. En esta carrera, la de ahora, parecía que el momentum se había rendido a los pies de Evelyn.
Cuando las cosas no se alinean, no siempre hay que echarle la culpa a los astros.
Los Juanes -Sutil y Coloma- llegaron con una tarea contra el tiempo y contra el ánimo. Desde el comando me dicen que por fin hay orden y voz de mando (fuera del que tiene la candidata). “Existe planificación, coordinación con los temas de agenda y convicciones”, señalan.
Esta semana se anunció la salida del publicista y experto en marketing político, el ecuatoriano Daniel Pérez Pallares. Cuando hablamos de asesores hay que tener cuidado: los que están cerca de ellos, los inflan; los que quedan fuera de las decisiones, los denostan.
El poder de Pérez Pallares se convirtió en un comidillo en el mundo de la derecha: se le atribuyó la estrategia de enfrentamiento contra Kast.
Ahora vendría el plan de marcar diferencias, no de agudizar a la derecha. Un nuevo cambio. Es cierto que los equipos son esenciales y los liderazgos marcan las campañas, pero por ahora el comando, a pocos meses de la elección, parece entrampado en lo procedimental y no en lo que es el máximo y único desafío: convencer a los votantes C3 y D de que ella es la mejor opción, porque en esos segmentos Kast le saca mucha ventaja.
Visto este desafío, en Chile Vamos complicaron los dichos de Sutil sobre la dictadura. “¿Para qué? Era capítulo cerrado, Matthei ya había finiquitado el tema”, me dice un líder de Chile Vamos. La renuncia de Marcel, con el consiguiente cambio de agenda, fue un salvavidas del cielo.
¿Le queda tiempo a Evelyn? Sí.
¿La tiene difícil? Muy.