Por mucho que tenga buen carácter, si hay alguien que tiene molesta a Jeannette Jara, ese es el presidente del Partido Comunista, Lautaro Carmona. Y no es de ahora. Hace rato que la candidata oficialista está cansada de que el líder de su partido salga a pautearla por la prensa, a contradecirla. Pero no es algo únicamente de estilo. Jara también es crítica de las ideas que predominan en la dirigencia comunista; aquello que coloquialmente llaman “norcorea” en la interna, y que representan Carmona, Daniel Jadue, Juan Andrés Lagos, en contraposición al ala joven del partido, que integra Jara. En privado, se le ha escuchado decir que son machistas y que sus ideas están ancladas en un pasado añejo.
Por eso Jeannette Jara -aunque hoy lo nieguen en su entorno- había tomado la decisión de suspender su militancia en el PC apenas ganó las primarias. El motivo no podría ser más perfecto: desatarse de los nudos del partido y representar a un bloque más amplio, “el más amplio desde la vuelta a la democracia”, como le gusta a ella decir.
La distancia del PC era una decisión tomada, pero nuevamente el frente interno le arruinó la jugada: Daniel Jadue se adelantó y lo anunció. La candidata, enojada, tuvo que echar pie atrás.
“Yo creo que la posibilidad es muy cierta, pero le corresponde a ella decirlo”, aseguró entonces Marcos Barraza, uno de los más cercanos consejeros de la candidata. Tanto, que es improbable pensar que él se hubiese arrancado con los tarros en su declaración. Barraza, ex ministro e importante articulador de la izquierda en el primer proceso constituyente, forma parte del círculo más estrecho de Jara, en conjunto con el comunicador Darío Quiroga y con Claudio Rodríguez, militante PC y pareja de la candidata. Funcionario del Registro Civil, cuentan que su voz es relevante en materia programática, y también de contención de su pareja.
El grupo se reúne frecuentemente en la casa de “la Jenny” -como la conocen sus amigos- en un pasaje cerca del Estadio Nacional que se ha convertido en un enclave familiar. Ahí vive con su hijo Andrés -fruto de su matrimonio con Víctor Gajardo, con quien se conoció en los años en que ambos eran fiscalizadores del SII-, mientras en la casa del lado vive también uno de sus hermanos. A otra casa en el mismo pasaje se trasladó hace poco su madre, Jeannette Román, para acompañar y ayudar a su hija en este período. Varios de los parientes aún están en su Conchalí natal, un lugar que ha tenido un papel protagónico en la campaña: Jara ha hecho del viaje desde El Cortijo a La Moneda un relato político cargado de simbolismo. Varias veces ha contado que no conocía a nadie que entrara a la universidad hasta que lo hizo ella, y que si entonces pensaba que su familia era pobre, en las aulas se dio cuenta de que en realidad era de extrema pobreza.
Así y todo, los hermanos Jara Román tuvieron una infancia feliz. Su papá, mecánico industrial, miembro del sindicato de Ceresita, tenía una pequeña cabaña en El Tabito, donde la familia se trasladaba de diciembre a marzo. No tenían agua, ni luz, ni baño. Pero Jeannette y sus cuatro hermanos corrían hasta la playa todos los días. Tiempo después las cosas cambiaron: los padres se separaron, don Sergio Jara quedó sin pega y partió a trabajar a Sao Paulo por un tiempo. Las vueltas de la vida, comentan por el barrio, lo llevaron a conocer al entonces líder sindical Lula da Silva. Con su primogénita se escribían largas cartas para ponerse al corriente.
En esos años adolescentes también dio sus primeros pasos en la militancia; rayaba muros contra Pinochet -a puro carbón- y hasta tuvo problemas en el colegio porque se le ocurrió ponerse una polera del No para Educación Física.
Jara era matea. Y entró a la Usach, y conoció un amor que también marcaría el gran dolor de su vida. Ella recién entraba a Administración Pública, él salía de Ingeniería Eléctrica, también en esa universidad. Ambos militaban en el PC. Se casó a los 19 años con Gonzalo Garrido, quien sólo dos años después se quitaría la vida producto de una fuerte depresión.
Sus amigos de la época recuerdan esos días de sufrimiento. “Fue un golpe durísimo, pero aunque suene cliché, aprendió a vivir con eso. Siempre está presente”, cuentan. Jara entonces se refugió en la política universitaria -fue presidenta de la Feusach- donde forjó grandes amistades que mantiene hasta ahora, y que alterna con sus amistades de El Cortijo, como Angelina Arraño, la Gely, su partner de la vida.
En su grupo de amistades Jara se apoya.
Ella misma contó en un podcast que cuando se lanzó a la primaria, una de sus amigas se había comprado un jacuzzi inflable, entonces se fueron de tarde de spa. Entre cigarros y champañas, las amigas le regalaron muchas cremas y máscaras de belleza para el período que se le vendría encima.
Porque Jeannette es coqueta. Tanto, que cuando estaba ad portas de promulgar la Ley de 40 horas (2023) contrató al colombiano Nelson Beltrán para que la asesorara en estilo. Cuentan que en ese trabajo estuvo también Rayén Araya. El colombiano contó todo a La Tercera: que le sugirió cambiar los colores cálidos por los fríos, y que se dejara las canas. “El corte de pelo también es un acierto, hace que se vea mucho más dinámica, rápida, ejecutiva y moderna. Haber hecho la transición de teñirse el pelo a dejarlo natural, con un corte moderno, también le sumó. Es un muy buen trabajo de imagen que ella hace. Le recomendé con quién atenderse, para no teñirlo, mantenerlo 100% de forma natural, de fácil peinado”, dijo Beltrán, orgulloso de su labor. Y el look lo cuida bien: al menos se le ha visto un par de veces en la peluquería de Nelson Saavedra, donde se atienden figuras como Raquel Argandoña e Iris Fontbona.
Otro dato freak: cuentan que los miércoles siempre trata de ponerse alguna prenda de color rosado, igual que la carcasa de su celular. Un iPhone, por cierto. Porque le gusta Apple. Tiene también iPad y computadora Mac.
Jeannette Jara sabe que la carrera está cuesta arriba para ella, pero quienes la conocen dicen que está pasándolo bien. Buscando romper el techo del Presidente Boric (30%), ha ampliado su red estratégica hacia otros partidos, con figuras como Eric Aedo, Alejandra Krauss, Nicole Cardoch, Ricardo Solari. Otro fichaje importante fue el de Susana González, mano derecha de Camila Vallejo, quien salió de La Moneda para trabajar formalmente en el comando.
Y tiene otras orejeras, como Michelle Bachelet, de quien fue subsecretaria de Previsión Social. “Hablan bastante”, cuentan en su equipo. De hecho, confiesan que la reunión de ambas el 18 de julio en la casa de Bachelet fue “para la foto”; ambas ya se habían juntado antes, pero prefirieron dejar las imágenes para después por motivos estéticos.
¿Podría estar Jara en el PS, por ejemplo? Perfectamente, dicen en su entorno, y no descartan que después de diciembre retome la idea de congelar, o de frentón, terminar su militancia comunista.
A Jara la vida le ha enseñado a ser pragmática, a entender que para avanzar hay que ceder, y que las banderas de la izquierda no pueden ser las mismas de antes.
Sabe Jara que la nacionalización del cobre o del litio no es posible, que el sueldo vital de $750 mil es una ilusión, pero sí tiene bien claro que a mayor riqueza, los sueldos tienen que ser mejores.
Les dijo a los empresarios -en un tono de “ustedes no conocen el Chile real”- que estén tranquilos “porque les seguirá yendo bien” en su eventual gobierno. Les anunció, en su cara, que no va a ir más a sus foros porque ahí no agarra ni un voto.
Y les ha dicho, de frente, que la elite desconoce cómo vive la mayoría.
Según los datos de Cadem, Jara gana a sus contendores en todas habilidades blandas; capacidad de diálogo, tolerancia, simpatía, cercanía, carisma y más.
Pero el punto es que en esta elección no estamos eligiendo la mejor compañera. Esa que se le perdona que no haya leído las materias para la prueba, que no importa si cambia radicalmente de opinión y se siente atacada cuando le hacen ver que en el recreo pasado dijo justo lo contrario. A la amiga que organiza el viaje de estudios un día para el norte y el otro para el sur, pero se le perdona el tropiezo porque está llena de buenas intenciones.
La que puso en su programa para el curso el aborto libre y se equivocó, o que se le olvidó que había sacado el tercer retiro, pero nos hacemos los lesos porque no es tan importante.
Hoy las prioridades de la gente están en otro lado y parecen requerir liderazgos diferentes. Delincuencia, economía e inmigración están en la primera línea, y no son ni los temas que ha asumido el sector que representa Jara a lo largo de su historia, ni los atributos que se asocian a su candidatura. Por el contrario; están justo al frente.