El economista y académico de la Facultad de Economía y Negocios de la Universidad de Chile, Guillermo Larraín, hace un crítico repaso del primer proceso constitucional y sus consecuencias.
“Creo que nunca más hay que volver a caer en algo como eso”, dice el excandidato a convencional constituyente en 2021.
“No sé qué habría pasado sin el rechazo, pero creo que fue bien importante para recentrar la formulación de las políticas económicas”.
- ¿Qué reflexión le genera un nuevo aniversario del triunfo del rechazo a una nueva Constitución?
- Tenía la firme convicción de que Chile necesitaba un cambio relevante en su Constitución, pero la verdad es que jamás pensé que íbamos a llegar a una situación como la que se llegó. Pensé que íbamos a lograr avanzar bien hacia una reforma ambiciosa pero razonable.
Pero la estructura de cómo quedó compuesta la Convención fue una estructura totalmente reactiva a cualquier tipo de reflexión pausada, con altura de miras, sobre los problemas del país. Y eso le dio a la Convención un extremismo y una carencia de gobernanza total y quedamos en el desastre que fue.
- ¿Qué implicancias tuvo que fuera tan categórico el rechazo?
- Creo que la fuerza del rechazo tiene que ver con los excesos de la Convención, con el ideologísmo de la Convención, y con la carencia de reglas de la Convención.
- ¿Tuvo algún efecto relevante en lo económico la victoria del rechazo?
- Lo que ha tenido un efecto relevante en la economía fue el estallido social y la primera Convención, porque básicamente removieron toda la arquitectura institucional chilena.
Cuando empezó este show de constituyentes que empezaron a ofrecer ideas locas (...) eso le generó al sector productivo una incertidumbre de tal nivel que efectivamente se produjo un deterioro muy fuerte en la capacidad de la economía de crecer. La inversión privada no minera cayó.
Con el rechazo, ¿qué es lo que logra? Logra decir bueno, Chile no ha cambiado tanto. Chile sigue siendo un país que privilegia los acuerdos por sobre las diferencias, que privilegia la solución pacífica respecto a las soluciones violentas. Eso es una cuestión importante. Pero viene un segundo proceso después, que mantuvo la incertidumbre. En la práctica, hemos pasado cinco años de incertidumbre máxima y por lo tanto, la votación del rechazo fue un paso en la contención de ese terremoto que vivimos.
- ¿Hasta qué punto siente que el Gobierno se hizo eco y moderó su plan?
- Creo que bastante. No sé qué habría pasado sin el rechazo, pero creo que fue bien importante para recentrar la formulación de las políticas económicas en general, y en recentrar las llamadas refundacionales.
Ahora, Larraín cree que este no es un tema zanjado.
“Creo que sería un error para el próximo Gobierno, como fue un error al inicio del Gobierno de Piñera, pensar que el problema constitucional se había resuelto y no estaba evidentemente resuelto”.