La Administración Federal de Aviación (FAA) de Estados Unidos informó que los aeropuertos de Chicago, Newark, Houston, Dallas, Nashville y Boston están registrando atrasos en sus operaciones, afectando a miles de pasajeros, tras el cierre del gobierno federal que comenzó el 1 de octubre, debido a un estancamiento en las negociaciones presupuestarias en Washington
Según informaciones de Reuters, el lunes y martes, hubo casi 10 mil retrasos de vuelos en total, muchos de los cuales se debieron a que la FAA redujo la frecuencia de los vuelos debido a falta de controladores aéreos en instalaciones de todo el país.
El personal de Control de Tráfico Aéreo (ATC, sigla en inglés) y la Administración de Seguridad de Transportes (TSA, sigla en inglés) son considerados empleados esenciales por ley, por lo que durante un cierre gubernamental están obligados a trabajar sin ser remunerados hasta que el proceso termine.
Se estima que más de 13 mil controladores y unos 50 mil agentes de la TSA continúan trabajando sin recibir sueldo. Sin embargo, aunque el personal esencial esté “obligado”, el ausentismo aumenta. Con menos controladores, la FAA debe reducir el ritmo de operaciones para mantener la seguridad aérea.
El secretario de Transporte, Sean Duffy, declaró que el departamento está observando un ligero aumento en las bajas por enfermedad de los controladores aéreos desde que comenzó el cierre. En algunas zonas, indicó, se ha reducido la plantilla en 50%, y añadió que el gobierno garantizaría la seguridad aérea reduciendo la velocidad del tráfico si fuera necesario.
Esta escena evoca lo ocurrido durante el cierre de 2019, cuando las demoras y el ausentismo se intensificaron a medida que los trabajadores federales dejaron de percibir sus salarios. La FAA arrastra desde hace más de 10 años un problema estructural de falta de personal, con un déficit cercano a 3.500 controladores en relación con su objetivo de dotación.
Las mayores demoras
Según datos de FlightAware, entre los puntos con más demora se encuentran: Chicago O’Hare, Newark Liberty, Nashville International y Dallas-Fort Worth.
La FAA indicó que aún no se ha activado el llamado “staffing trigger”, el mecanismo que permite reducir oficialmente las operaciones cuando un aeropuerto carece del personal suficiente para gestionar el tráfico aéreo con seguridad. Sin embargo, la agencia admitió que los retrasos podrían prolongarse mientras persista el cierre del gobierno.
Las aerolíneas han empezado a modificar sus horarios y a aconsejar a los pasajeros que revisen el estado de sus vuelos antes de desplazarse. Según informó Reuters, el martes 7 de octubre Southwest Airlines acumuló más de 500 retrasos, mientras que American Airlines registró cerca de 400.
Sin embargo, algunas aerolíneas, incluidas American Airlines Group y SkyWest, dijeron en declaraciones que tenían la intención de mantener las rutas operativas en el corto plazo, de todos modos.
El director ejecutivo de Delta, Ed Bastian, dijo que la aerolínea no había sufrido "ningún impacto material" en su desempeño debido al cierre y que no parecía probable que la presión financiera alcanzara los niveles que alcanzó en la última pausa del gobierno federal en 2018-19.
Durante los primeros siete días de octubre hasta el martes, Bastian dijo a Financial Times que Delta tuvo "cancelaciones mínimas, si es que hubo alguna, ninguna de las cuales estaría relacionada con la dotación de personal", con más de 90% de sus más de 5 mil vuelos diarios a tiempo en ese período.
La compañía informó este jueves ingresos operativos récord en el tercer trimestre gracias al gasto resiliente y continuo de sus clientes premium y mejoró sus perspectivas para el año a pesar del espectro del cierre.
Pérdidas en la industria
El 25 de septiembre, en vísperas del cierre, la Asociación de Viajes de Estados Unidos envió una carta a los dirigentes del Congreso alertando el impacto negativo de un cierre gubernamental para la industria turística avaluada en US$ 1,3 billones (millones de millones).
“Un cierre es un golpe totalmente evitable para la economía de viajes de Estados Unidos, que cuesta US$ 1.000 millones cada semana y afecta a millones de viajeros y empresas, a la vez que ejerce una presión innecesaria sobre una fuerza laboral federal de viajes que ya está sobrecargada”, dijo Geoff Freeman, presidente de la asociación.
La misiva, que citó datos de Tourism Economics, señaló que la economía del turismo corre el riesgo de perder US$ 1.000 millones por semana debido a las interrupciones en los viajes aéreos y ferroviarios y al cierre de parques nacionales y museos.
“Casi nueve de cada diez estadounidenses coinciden en que el Congreso debería colaborar para evitar un cierre. Los estadounidenses merecen algo mejor”, añadió Freeman.