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China arriesga una discontinuidad económica

Existen al menos tres razones por las que el crecimiento de China podría sufrir una discontinuidad: el modelo actual es insostenible; la gran carga de deuda; y las medidas para hacer frente a estos desafíos supone el riesgo de una brusca caída de la demanda.

Por: Martin Wolf | Publicado: Miércoles 2 de septiembre de 2015 a las 04:00 hrs.
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David Daokui Lee, un influyente economista chino, ha argumentado que: "La liquidación del mercado de valores no es el problema... El problema –que no es un gran problema, pero es un problema en cualquier caso– es la propia economía china". Estoy de acuerdo con los dos puntos, con una excepción. El problema podría resultar enorme.

Las turbulencias del mercado no son irrelevantes. Es importante que Beijing haya gastado US$ 200 mil millones en un intento fallido por apuntalar el mercado de valores y que las reservas de divisas se redujeran en US$ 315 mil millones en el año hasta julio de 2015. Importa, también, que la búsqueda de chivos expiatorios esté en marcha. Estos son los indicadores de la fuga de capitales y del pánico de los políticos. Nos hablan de la confianza, o la falta de ella.

Sin embargo, el desempeño económico es, en última instancia, decisivo. El hecho económico importante acerca de China es sus logros pasados. El Producto Interno Bruto (a paridad de poder de compra) ha aumentado desde el nivel de 3% de Estados Unidos a alrededor de 25%. El PIB es una medida imperfecta del nivel de vida. Pero esta transformación no es artefacto estadístico. Es visible sobre el terreno.

Las únicas economías "grandes" (más grandes que una ciudad estado), sin valiosos recursos naturales, en lograr algo como esto desde la Segunda Guerra Mundial son Japón, Taiwán, Corea del Sur y Vietnam.

Sin embargo, en relación a los niveles de Estados Unidos, el PIB per cápita de China está donde se encontraba Corea del Sur a mediados de la década de los ´80. Desde entonces, el PIB per cápita de Corea del Sur se ha cuadruplicado en términos reales, para alcanzar el 70% de los niveles de Estados Unidos. Si China llegara a ser tan rica como Corea, su economía sería más grande que las de EEUU y Europa juntas.

Este es un punto a favor del optimismo en el largo plazo. En su contra, está la advertencia de que "el rendimiento pasado no es garantía de resultados futuros". Las tasas de crecimiento por lo general vuelven a la media mundial.

En las economías emergentes, el crecimiento tiende a estar marcado por "discontinuidades". Pero lo que las autoridades chinas llaman la "nueva normalidad" no es una discontinuidad como tal. Ellas creen haber supervisado una desaceleración suave del crecimiento anual desde el 10% a un crecimiento todavía rápido de 7%.

¿Es posible una desaceleración mucho mayor? Más importante, ¿sería una interrupción temporal, como la crisis de Corea del Sur de fines de 1990, o algo más permanente, como en Brasil, en la década de 1980, o en Japón, en la década de 1990?

Existen al menos tres razones por las que el crecimiento de China podría sufrir una discontinuidad: el modelo actual es insostenible; la resaca de deuda es grande; y las medidas para hacer frente a estos desafíos suponen el riesgo de una brusca caída en la demanda.

El hecho más importante sobre el actual patrón de crecimiento de China es su dependencia de la inversión como fuente de la oferta y la demanda. Desde 2011, el capital adicional ha sido la única fuente de producción adicional, con la contribución del crecimiento de la "productividad total de los factores" cerca de cero.

Por otra parte, el ratio incremental capital-Producto, una medida de la contribución de la inversión al crecimiento, se ha disparado cuando el rendimiento de la inversión se ha desplomado.

El Fondo Monetario Internacional argumenta: "Sin reformas, el crecimiento caería gradualmente a alrededor de 5% con un aumento abrupto de la deuda". Pero ese camino sería insostenible, sobre todo porque las deudas ya se encuentran en un nivel muy alto. Así, "el financiamiento social total" -una medida amplia del crédito- pasó de 120% del PIB en 2008 a 193% en 2014. El gobierno puede manejar esta proyección. Pero no debe dejar que vuelva a crecer. La parte del crédito que depende de la inversión tiene que disminuir.

La carga de la deuda no es la única razón por la cual la inversión se marchitará. Daniel Gros, del Centro de Estudios Políticos Europeos, con sede en Bruselas, señala que la relación capital-producto en China está en un nivel explosivo. Cabe destacar, que ya es mucho mayor que en EEUU. Si la relación capital-producto meramente se estabiliza en los niveles actuales, y la economía sigue creciendo a alrededor de 6%, la participación de la inversión en el PIB tiene que caer en un 10%. Si eso llegara a suceder de repente, el impacto en la demanda provocaría una depresión.

Una participación en la inversión de 35% del PIB (por debajo de donde se encontraba en la década de los 2000) sería un resultado deseable de las reformas. Pero moverse allí rápidamente supondría un gran bocado a la demanda interna de hoy.

Muchos creen que la economía ya está creciendo mucho más lentamente que lo que el gobierno admite. Pero cuanto más débil es la tasa potencial de crecimiento y más incierto son los rendimientos, más racional se vuelve posponer la inversión, reduciendo aún más el crecimiento de la economía.

El argumento central para una discontinuidad es que es difícil salirse sin problemas desde un camino insostenible. El riesgo es que la economía se desacelere mucho más rápido que lo que casi todo el mundo espera ahora. El gobierno tiene que encontrar una forma de responder que no aumente los desequilibrios mundiales o nacionales.

El mejor enfoque sería continuar con las reformas, mientras trata de poner más poder adquisitivo en manos de los consumidores y una mayor inversión en el consumo público y en la mejora del medio ambiente. Tal respuesta estaría totalmente en consonancia con las necesidades de China.

Una discontinuidad en el crecimiento económico de China es ahora más probable que durante décadas; esa discontinuidad podría no ser breve; y el desafío que enfrentan los políticos es enorme. Tienen que volver a diseñar una desaceleración de la economía sin que colapse.

Además, el reto no es sólo, ni siquiera principalmente, técnico. Una gran pregunta es si una economía de mercado es compatible con la creciente concentración del poder político. La siguiente etapa de la economía de China es un enigma. Su resolución moldeará el mundo.

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