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Domesticando a los maestros del universo tecnológico

Las actividades de la industria pueden tener un gran impacto en nuestros mercados laborales y en nuestro lugar en el mundo.

Por: Martin Wolf, Financial Times | Publicado: Miércoles 15 de noviembre de 2017 a las 04:00 hrs.
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Ocho de las empresas más valiosas del mundo son compañías tecnológicas. La capitalización de mercado combinada de estas compañías es de US$ 4,7 billones (millones de millones). Eso es un 30% de la capitalización de mercado combinada de otras 92 empresas en la lista de las 100 firmas más valiosas del mundo. De estas ocho empresas, cinco (Apple, Alphabet, Microsoft, Amazon y Facebook) son estadounidenses, dos son chinas (Alibaba y Tencent) y una es surcoreana (Samsung). La empresa tecnológica europea más valiosa, SAP, es la 60a compañía más valiosa del mundo.

Las valoraciones de hoy podrían ser excesivas. Los rankings relativos de mercado también podrían estar equivocados. Es más, los negocios en los que estas empresas están involucradas son todos distintos en sentidos importantes. Sin embargo, el alza hacia el protagonismo de estos grupos tecnológicos tiene que estar diciéndonos algo importante.

¿Cuáles son entonces las preguntas que plantean estas cifras extraordinarias? No responderé considerando la economía de la economía digital en sí (a pesar de lo interesante e importante que es), excepto en la medida en que podría rediseñar la economía y la sociedad. Tampoco me enfoco en los beneficios provocados por el colapso en los costos de generar y distribuir la información en sí misma. Me enfoco en siete desafíos más amplios.

Siete desafíos

Primero, ¿cuáles son las implicancias del extraordinario dominio de EEUU? Mientras cinco de las diez empresas estadounidenses más valiosas son compañías tecnológicas, ninguna de las empresas europeas más valiosas lo es. En efecto, la empresa europea más valiosa es Royal Dutch Shell. Sin embargo Exxon, su contraparte estadounidense más valiosa, es sólo la octava firma más valiosa de EEUU.

La visión optimista podría ser que lo que importa es la habilidad de sacar ventaja de lo que crean los grupos tecnológicos estadounidenses o chinos. La visión pesimista es que si la economía de uno no está en el juego tecnológico, no está en los juegos económicos del futuro en absoluto. Sospecho que la última visión puede ser la correcta.

Segundo, ¿cuál es la economía de estas valoraciones extraordinarias? La respuesta tiene que ser el monopolio. Al 30 de septiembre, el valor nominal de las acciones de Apple era de US$ 134 mil millones, mientras que su valor de mercado era cercano a US$ 900 mil millones. La diferencia tiene que reflejar las expectativas de ganancias duraderas “superiores a lo normal”. Esto podría no ser el producto de un comportamiento maligno, sino de innovación y economías de escala y alcance, incluyendo las externalidades de red que fidelizan a los consumidores. Sin embargo, sólo el monopolio puede entregar ese nivel de ganancias superiores a lo normal.

Tercero, ¿cómo deberíamos pensar sobre la política de competencia para las empresas que se benefician de esas posiciones monopólicas tan poderosas? Una pregunta es si estas posiciones son temporales –como argumentaría el gran economista austríaco, Joseph Schumpeter, con su idea de “destrucción creativa”- o duraderas.

Esto sugiere una serie de respuestas, pero al menos una parece directa. Schumpeter argumentaría que nuevos ingresos son una condición necesaria para erosionar estos monopolios temporales. Si es así, los gigantes tecnológicos deberían ser fuertemente disuadidos de comprar a sus competidores potenciales. Eso tiene que ser anticompetitivo.

Cuarto, ¿cuál puede ser el impacto macroeconómico de estas empresas? Las cuentas de Apple, nuevamente, son fascinantes. Los activos totales de Apple eran de US$ 375 mil millones el 30 de septiembre, pero con activos fijos meramente de sólo US$ 34 mil millones. El valor de las inversiones de Apple a largo plazo era casi seis veces más que el de sus activos fijos totales. Sus ganancias en el año al 30 de septiembre también estuvieron más de 40% por encima de sus activos fijos totales.

Esta empresa evidentemente no tiene una manera rentable de invertir sus enormes ganancias en su compañía. Es ahora un fondo de inversión unido a una máquina de innovación y, por lo tanto, un hoyo negro para la demanda agregada. La idea de que una tasa de impuesto corporativo más baja incrementará la inversión en esas firmas es ridícula.

Quinto, ¿cómo debe gravarse una empresa como esa? Un aspecto de la respuesta a esta pregunta es que un impuesto corporativo bien diseñado caería sobre la renta del monopolio. Una forma de hacerlo sería registrar la inversión como gasto, junto con impuestos corporativos más altos, y no más bajos, que ahora.

Otro e igualmente importante aspecto es reconocer que los impuestos territoriales son inevitablemente defectuosos en gravar a las empresas tecnológicas globales, ya que es muy difícil definir la ubicación de su producción. La incapacidad de tributar a las empresas tecnológicas de una manera que iguale la tributación de sus competidores territoriales crea una gran distorsión económica.

Influencia mediática

Sexto, ¿cómo deberíamos pensar sobre el impacto de los gigantes tecnológicos en los medios? Los medios no son sólo una empresa, sino que un elemento vital en una sociedad libre y democrática. Aquí Google y Facebook son actualmente los principales jugadores. En 2017, se espera que estos dos compañías reciban un 63% de todos los ingresos por publicidad digital en EEUU, en sí mismo un porcentaje creciente del total.

Pero estas empresas enormemente rentables están parasitando en las inversiones al recolectar información producida por otros. En el límite, se volverán diseminadores altamente eficientes de no-información. Eso se relaciona con el siguiente punto: ellos pueden, como ahora sabemos, ser usados por personas de mala voluntad para la diseminación deliberada de mentiras peligrosas. Estos hechos plantean grandes problemas.

Finalmente, las actividades en las cuales está involucrada la industria tecnológica ahora –las que Andrew McAfee y Erik Brynjolfsson llaman “máquina, plataforma, multitud”- tendrán un gran impacto en nuestros mercados laborales y, si la inteligencia artificial sigue avanzando, sobre nuestro propio lugar en el mundo.

¿Cuáles son las implicancias? Que nuestros futuros son demasiado importantes para dejarlos a merced de la industria tecnológica solamente. Ha hecho cosas mágicas. Pero nadie la eligió como el maestro del universo. Las autoridades tienen que obtener un control intelectual sobre lo que está pasando. La hora de empezar ese esfuerzo es ahora.

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