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El mundo en 2015: Las dolencias económicas y políticas crónicas no tienen una cura fácil

¿En qué clase de mundo estamos viviendo? La respuesta correcta es uno caracterizado por dolencias económicas y políticas crónicas.

Por: Martin Wolf, Financial Times | Publicado: Lunes 26 de enero de 2015 a las 05:00 hrs.
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¿En qué clase de mundo estamos viviendo? La respuesta correcta es uno caracterizado por dolencias económicas y políticas crónicas. Estas son seis condiciones perdurables de esta "nueva normalidad".
En primer lugar, la demanda deficiente. La idea detrás del "estancamiento secular" es que, sin una rápida inflación de precios de los activos o una política monetaria excepcionalmente agresiva, ha resultado imposible generar suficiente demanda para absorber el potencial de suministro global.


La deficiencia de la demanda crónica es una condición global. Estuvo en funcionamiento mucho antes de la crisis financiera mundial 2007-2009. Está en funcionamiento hoy. De hecho, está incluso empeorando. En general, los problemas de sobreendeudamiento de las economías afectadas por la crisis siguen siendo muy altos.


Mientras tanto, las economías emergentes, incluyendo particularmente China, han visto su propia libertad de maniobra política disminuir cuando las deudas públicas o privadas (o con frecuencia ambas) se han disparado. La única compensación plausible es la caída de los precios del petróleo, que desplaza los ingresos de los ahorristas a los que gastan dinero. Esto debería dar alivio, pero sólo temporalmente.


Mientras que la demanda se está fortaleciendo en Estados Unidos y Reino Unido, como era de esperar después de años de políticas monetarias agresivas, la eurozona se mantiene en una condición peligrosamente deprimida. Mientras tanto, Japón todavía tiene que escapar de su trampa de deflación.
En segundo lugar está la productividad estancada. Desde la última parte del siglo pasado, el crecimiento subyacente de la productividad laboral en las economías de altos ingresos ha caído de cerca de 2% al año a muy por debajo de 1%.


El bajo crecimiento de la productividad tiende a limitar la inversión y el consumo, cuando los ingresos futuros esperados están deprimidos, lo que agrava la demanda deficiente. También hace la creciente desigualdad más grave. Afortunadamente, sin embargo, las economías emergentes pueden todavía ponerse al día en cuanto a los niveles de productividad de los ricos.


En tercer lugar hay que considerar las frágiles finanzas. El sistema financiero global es en algunos aspectos más frágil de lo que era antes de la crisis. El sistema bancario del mundo occidental es aún más concentrado que antes. El apalancamiento -ratio activos/capital- de muchos grandes bancos globales es de 25 a 1, lo que obligatoriamente les hace vulnerables. Los incentivos para mover la actividad financiera fuera del núcleo altamente regulado del sistema financiero mundial son, sin embargo, fuertes. Una fuente de preocupación ha sido la financiación de empresas en los mercados emergentes a través de bonos denominados en dólares.

Por otra parte, la falta de transparencia de los balances sigue siendo desalentadora. En un sistema financiero global complejo, la capacidad de los participantes para comprender los balances es limitada. Esto tiende a generar ciclos de apetito por riesgo seguidos por una aversión inducida por el pánico. Los rendimientos bajos en activos seguros tienden a exacerbar la intensidad del apetito y, por tanto, el alcance de la aversión.


En cuarto lugar, políticas inestables. El deterioro de los resultados económicos y la creciente desigualdad están generando tensiones políticas sustanciales. Hasta el momento, las democracias occidentales estables están mostrando divergencias de opinión y hostilidad hacia las élites políticas y empresariales nacionales. Un elemento común es la hostilidad hacia los extranjeros y proyectos políticos supranacionales. Dichas tensiones constituyen una amenaza importante para la zona euro.


El turno actual del engranaje económico también tensará los países emergentes políticamente frágiles, cuando los precios de los commodities están en declive, aumentan las deudas incobrables y los días de la entrada de capitales baratos han finalizado. Algunas áreas del mundo se caracterizan por estados débiles o inexistentes. A veces, los estados nunca han funcionado. A veces, los despotismos frágiles han colapsado, como en Siria. De cualquier manera, la ausencia de orden invita a las intervenciones y extiende el caos.


En quinto lugar, tensiones geopolíticas. La nuestra es una época de cambios rápidos en relación al poder económico, con el ascenso de China, por encima de todo, y la disminución relativa de Europa y Estados Unidos. China es asertiva; Rusia es irredentista; Occidente es cauteloso. En este contexto, la posibilidad de un grave error de cálculo es una realidad permanente. Hace un año, las conversaciones se centraban en las fricciones entre China y Japón. Ahora entre Rusia y Occidente. Nadie puede estar seguro de lo que vendrá después.


En sexto lugar, la sobrecarga de desafíos. Estos sistemas políticos estresados enfrentan grandes retos nacionales e internacionales. Entre esos retos están el suministro de bienes públicos globales, lo que incluye la preservación de la economía mundial abierta, la paz y los bienes comunes globales. Siempre es difícil para un gran número de estados cooperar estrechamente. Pero algunos de estos retos son particularmente difíciles. La gestión del cambio climático es el más difícil. 2014 fue el año más cálido registrado hasta la fecha.


Estas condiciones son crónicas, no críticas. No pueden curarse rápidamente o fácilmente. Pueden, sin embargo, ser manejadas. No deberían impedir el continuo crecimiento económico, especialmente en las economías emergentes. Pero este proceso de convergencia está funcionando en el contexto de economías vulnerables y política frágiles. De hecho, la convergencia está, en aspectos importantes, exacerbando el estrés. No podemos darnos el lujo de ignorar todas estas dificultades. Por el contrario, hay que trabajar mucho más para reducirlas.

Financial Times

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