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La guerra de Donald Trump contra el orden liberal del mundo

El presidente ha roto con siete décadas de política exterior de EEUU.

Por: Martin Wolf, Financial Times | Publicado: Miércoles 4 de julio de 2018 a las 04:00 hrs.
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“No tenemos aliados eternos y no tenemos enemigos perpetuos. Nuestros intereses son eternos y perpetuos y es a ellos a los que tenemos el deber de seguir”. Así describió Lord Palmerston, primer ministro británico desde 1855 a 1858 y 1859 a 1865, la política exterior de su país en la cima de su poder global.

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Donald Trump suscribe a esas ideas, según me dijo una exautoridad de alto rango del Departamento de Estado de Estados Unidos la semana pasada. Si hay una doctrina coherente que subraye el ataque del presidente al orden mundial que su propio país creó, es esa. Pero Trump no es Palmerston y los inicios del siglo XXI no son la mitad del siglo XIX. La visión estrechamente transaccional de Trump, impulsada por la ignorancia y el resentimiento, corre el riesgo de crear un desastre.

EEUU tenía una visión muy diferente tras el final de la Segunda Guerra Mundial. La competencia por el liderazgo entre grandes potencias mutuamente sospechosas y nacionalistas había generado dos destructivas guerras mundiales. Éstas habían dejado a Europa desolada. Ninguna idea racionalmente fundamentada de “interés” podía justificar el resultado. El mundo necesitaba una visión mucho más iluminada de las relaciones que esta.

La nueva visión contenía tres elementos esenciales. Primero, tras ser forzado a salir de su aislacionismo por las dos guerras mundiales, EEUU se convertiría en la potencia estabilizadora. Segundo, EEUU formaría alianzas eternas construidas sobre valores compartidos. Finalmente, un conjunto de acuerdos internacionales, en principio mayormente económicos y que luego se extendieron a áreas como el clima, entregaría una economía global predeciblemente liberal, así como la capacidad de superar los desafíos mundiales. Todo ello, creían las autoridades, representaba una visión racional de los intereses de EEUU. Su poder era estar aliado con fines beneficiosos y medios nuevos e inteligentes.

EEUU ha cometido grandes errores, por sobre todo confiar demasiado en la eficacia de las intervenciones, particularmente las militares, en otros países. Pero, en general, la Pax Americana ha sido un período de gran éxito. La resurgencia del comercio mundial ayudó a entregar una era sin paralelos de prosperidad global. Los éxitos económicos y políticos de Occidente dieron la victoria sobre el comunismo soviético. A pesar del alza de China, EEUU y sus aliados aún disfrutan el poder económico y militar preponderante.

Un líder impredecible

En palabras de la Biblia del Rey Jacobo, “se alzó un nuevo rey en Egipto, que no conocía a José”. Ese rey ignorante es Trump, que no conoce a los estadounidenses que crearon el orden de la posguerra. Él cree en transacciones por sobre las alianzas, el bilateralismo por sobre el multilateralismo, la impredictibilidad por sobre la consistencia, el poder por sobre las reglas y los intereses por sobre los ideales. Prefiere a autoritarios como Xi Jinping en China, Vladimir Putin en Rusia e incluso el norcoreano Kim Jong Un, por sobre los líderes de sus aliados democráticos. En su visión, el poder tiene la razón.

Las características llamativas del comportamiento de Trump son sus mentiras, auto indulgencia y el matonaje: otros, incluyendo a aliados históricos, “se ríen de nosotros” por el tema climático o “hacen trampa” en el comercio. La Unión Europea, argumenta, “fue puesta ahí para sacar provecho de EEUU, ¿OK? Pero ya no. Esos días se acabaron”. Son declaraciones absurdas.

Armado de su ignorancia y actitudes de ese tipo, Trump podría hacer casi cualquier cosa, particularmente ahora que parece estar crecientemente confiado en sí mismo. Las guerras comerciales que está desatando, bajo justificaciones dudosas y para ciertos fines, no tienen resultados claros. Como manifiesta Gavyn Davies (execonomista de Goldman Sachs y columnista de FT), los ciclos de represalia podrían ser prolongados. Los costos de la desglobalización podrían ser muy altos, especialmente si se piensa en la incertidumbre que creará. Adam Posen, director del Instituto Peterson para la Economía Internacional en Washington destaca el riesgo de que estos conflictos “rompan la separación entre el comercio y la seguridad nacional, aumentando el peligro de un escalamiento significativo del conflicto”. Trump está deliberadamente confundiendo el comercio con la seguridad nacional. Eso hace que la resolución sea mucho más difícil de alcanzar.

Suben las tensiones

Las actitudes de Trump hacia China y Europa ahora parecen las más trascendentales. Si EEUU disuelve su compromiso con la OTAN o usa todo su poder para fracturar a la UE, las presiones sobre ésta -y el incentivo de Rusia (o China) para interferir en ella- podrían ser gigantescos: Europa podría unirse o separarse. Asimismo, Trump está decidido a desafiar el alza de China. Mientras ciertamente es posible que haya algo de progreso en temas comerciales, el objetivo más amplio no es uno que China podría aceptar. El crecimiento de las tensiones ahora parece inevitable.

Este es, entonces, un momento histórico importante. Las bases del orden económico y de seguridad de la posguerra, no sólo “el descanso de la historia” de la era posguerra están en duda.

La pregunta es si esto debería verse como un alejamiento temporal, aunque peligroso, del estado normal de las cosas, o un giro mucho más permanente. El argumento para lo primero es que Trump es una figura excepcional, que salió de la nada, en circunstancias especiales. Cuando haya pasado, también lo hará la agitación. Eso podría ser una ilusión. A no ser que haga estallar la economía mundial, Trump tiene una buena posibilidad de ser reelecto y, así, podría durar otros seis años y medio. Ha identificado a una parte grande del público estadounidense que está resentida y cuyas condiciones tienen pocas probabilidades de mejorar, mientras que la manipulación de los límites de los distritos electorales en EEUU probablemente empeore. Y, algo no menor, un número creciente de estadounidenses están de acuerdo con que China hace trampa y es una amenaza, mientras los europeos son oportunistas criticones.

Trump pasará. Puede que el Trumpismo no. EEUU podría ser mucho peor que sobriamente Palmerstoniano. El resto del mundo debería tomar esa posibilidad en serio, y pensar y actuar de manera acorde.

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