Los flancos abiertos de Trump a un año de la guerra comercial
La cumbre del G20 que arranca hoy en Japón podría poner fin a la disputa entre EEUU y China, o más bien agravar el conflicto. Pero más allá de lo que pase entre las potencias, queda por resolverse el enfrentamiento con México y Canadá, y con Europa, por ahora.
Por: María Gabriela Arteaga
Publicado: Viernes 28 de junio de 2019 a las 04:00 hrs.
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El día de mañana podría marcar un antes y un después en la relación entre Estados Unidos y China, pero también en el futuro de la economía mundial.
El encuentro entre el presidente de EEUU, Donald Trump, y su par chino, Xi Jinping, al margen de la cumbre del G20 que arranca hoy en Japón, podría poner fin a la disputa comercial entre las dos principales economías del planeta, o bien agravar un conflicto que cumple la próxima semana un año vigente y que ha llevado a los organismos internacionales –entre ellos el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial- a recortar sus pronósticos de crecimiento global e incluso a hablar de una eventual recesión en EEUU.
Es una disputa que Trump tenía en la mira incluso antes de llegar a la Casa Blanca. Ya en 2011 aseguraba en Twitter: “China no es ni un aliado ni amigo; quiere derrotarnos y apoderarse de nuestro país”.
En su campaña presidencial reforzó el mensaje y ya como jefe de Estado decidió embarcarse en una guerra frontal que terminó incluyendo a sus principales aliados comerciales.
No sólo apuntó a China, sino que abordó a México y Canadá, y también a la Unión Europea.
Uno de los primeros pasos de Washington fue la aplicación de aranceles, en marzo de 2018, de un 25% a las importaciones de acero y de 10% a las de aluminio para todos los países productores -salvo pequeñas excepciones como Argentina y Brasil-, alegando motivos de seguridad nacional.
Los meses siguientes fueron de señalamientos y más medidas restrictivas entre las partes involucradas. Sin embargo, no fue sino hasta el 6 de julio de 2018 cuando las dos mayores economías del planeta iniciaron oficialmente el enfrentamiento.
Esperanza en Osaka
Hasta ayer, Beijing mantenía su tono firme horas antes de la cita de los mandatarios en Osaka; pedía a EEUU “cancelar inmediatamente su presión y sanciones en contra de Huawei y otras empresas chinas, e impulsar el desarrollo estable y saludable de las relaciones comerciales” bilaterales.
En tanto, mientras Trump aterrizaba en la nación nipona disparando sus dardos contra aliados como Japón e India, desde Hong Kong el diario independiente South China Morning Post adelantaba que los equipos negociadores de las potencias habían logrado una tregua en su agria confrontación.
Según fuentes cercanas a las conversaciones, la suspensión del conflicto sería de al menos seis meses, similar a la alcanzada en la anterior cumbre del G20, que tuvo lugar en diciembre de 2018 en Buenos Aires, Argentina.
La idea de fondo sería volver a sentarse en la mesa para resolver finalmente la disputa.
Pero más allá de lo que pase entre las potencias, todavía quedan abiertos los otros dos frentes -contra Norteamérica y la UE- y nada ni nadie garantiza que no se origine otro más.

Una disputa que va más allá de lo aduanero
Aunque la guerra comercial entre China y Estados Unidos tiene sus inicios en marzo de 2018, cuando el presidente Donald Trump anunció que tenía intenciones de aplicar aranceles por US$ 50 mil millones a productos elaborados en el gigante asiático, no fue sino hasta el 6 de julio de ese año cuando Washington apretó el gatillo.
Ese día entraron en vigencia los primeros gravámenes de 25% a una lista de 818 productos elaborados en China, por un total de US$ 34 mil millones, y unas semanas después se sumaron los restantes US$ 16 mil millones.
Aunque Beijing aseguraba que no quería un enfrentamiento, respondió de manera proporcional aplicando aranceles a una lista de 545 productos estadounidenses, como la soya y la carne de cerdo.
Ese era sólo el inicio de una disputa que ha golpeado a US$ 200 mil millones en importaciones chinas y apunta a otros US$ 300 mil millones, si mañana no se logra un acuerdo entre las partes durante la cumbre del G20 en Japón.
De concretarse las amenazas de Trump, sus aranceles golpearían a la totalidad de las importaciones chinas, que el año pasado llegaron a US$ 505.500 millones.
En tanto, la administración de Xi Jinping ha implementado acciones afectando a empresas estadounidenses presentes en ese país, desde Coca-Cola hasta Apple.
Las consecuencias en las economías de ambos países y del globo no han sido ni serán menores. El funcionamiento del comercio mundial se ha visto interrumpido y las principales compañías de EEUU ya han alertado sobre el impacto de las medidas restrictivas en el bolsillo de los hogares estadounidenses.
A la par, organismos como el Fondo Monetario Internacional (FMI) han revisado a la baja sus proyecciones de crecimiento. Para EEUU ahora se espera una expansión de 2,3% este año mientras que, para China, la entidad prevé un PIB de 6,2%, desde un 6,3% previsto a fines del año pasado.
Guerra tecnológica
La cruzada proteccionista que inició Trump hace un año ha evolucionado tanto que terminó por abarcar hasta el sector tecnológico.
Basándose en acusaciones de robo de propiedad intelectual por parte de China, Washington se lanzó contra el gigante asiático de las telecomunicaciones Huawei y prohibió su uso en el desarrollo de la tecnología 5G en su territorio. Pero, además, está presionando a sus aliados internacionales a hacer lo mismo, desencadenando un conflicto de implicancias mayores. Google ya cortó relaciones con la firma tras el instructivo de la Casa Blanca desatando la ira de Beijing, que estudia el uso de las tierras raras -esenciales para la elaboración de productos de alta tecnología- como un arma ideal para atormentar a Washington.
Así las cosas, este conflicto comercial y tecnológico es mucho más que sólo una disputa aduanera. Ha derivado en un enfrentamiento entre dos potencias que funcionan de forma muy diferente en lo económico y lo político, y que se disputan la hegemonía mundial.
Vecinos norteamericanos en la mira
Desde que Donald Trump asumió el poder tenía en la mira a México y Canadá. Apuntó al desequilibrio comercial de EEUU con sus vecinos norteamericanos y a la necesidad de resguardar la seguridad nacional.
Para resolver esos temas, propuso la renegociación del tratado de libre comercio entre los tres países, entonces conocido como Nafta.
Aunque las negociaciones empezaron con lentitud y se estancaron por un año -derivando en la aplicación de aranceles al acero y al aluminio-, en agosto de 2018 las naciones dieron un paso adelante.
La primera economía mundial y México anunciaron un pacto preliminar para revisar pasajes clave del tratado que generaba un intercambio anual por más de US$ 1 billón (millón de millones) y que pasaría a llamarse Tratado de Libre Comercio entre México, Estados Unidos y Canadá (Usmca, su sigla en inglés). Canadá se sumó luego a la discusión.
Superado el primer paso, las presiones a México no cedieron. Washington se lanzó contra los autos y la palta durante el gobierno de Enrique Peña Nieto y contra los tomates mexicanos bajo el liderazgo de Andrés Manuel López Obrador.
Luego vinieron las exigencias en materia migratoria que forzaron a AMLO a destinar esfuerzos para combatir el paso de ilegales centroamericanos a través de su territorio hacia EEUU.
Este punto será evaluado en un plazo máximo de 45 días y, si no hay avances, habrá aranceles de hasta 25% a los envíos de productos aztecas.
Durante estos 12 meses de conflicto, México pasó a ser el primer país norteamericano en aprobar el Usmca. Su entrada en vigor se dará una vez que los tres socios hayan concluido sus procesos jurídicos internos.
Pero, además, superó a China en materia de exportaciones a EEUU y pasó a ser el primer proveedor externo de productos a la primera economía mundial con ventas por US$ 31.335 millones hasta marzo, lo que se traduce en un alza interanual de 4,6%.
Latente amenaza a los autos europeos
El 22 de junio de 2018, el presidente Trump amenazó con imponer aranceles de 20% a todos los autos importados desde la Unión Europea (UE), a menos de que el bloque diera marcha atrás "pronto" a los gravámenes de importación y otras barreras a bienes estadounidenses. El anuncio llegó horas después de que la UE asignara impuestos a cerca de US$ 3.300 millones de productos estadounidenses como respuesta a las primeras medidas que fueron tomadas por la Casa Blanca en contra del aluminio y el acero.
Los gravámenes europeos apuntaron a productos políticamente resonantes, incluyendo un 25% a las motocicletas Harley-Davidson, los jeans Levi Strauss y el whiskey bourbon. Las medidas tomadas por Bruselas cubren un total de 200 categorías, entre las que se encuentran tipos de maíz, arroz, jugo de naranja, cigarrillos, cosméticos, barcos y acero. Aunque el conflicto se mantiene en pausa tras un acuerdo político alcanzado en julio de 2018, en mayo de este año la UE volvió a apuntar a represalias de US$ 22.500 millones de importaciones estadounidenses si Trump decidía dar luz verde a aplicar cuotas a las importaciones de autos.
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