Febrero de 2019, Festival de Viña, sobre la Quinta Vergara salía a hacer su stand-up la comediante Jani Dueñas, cabeza rapada y un whisky en la mano, ese era el Chile del 2019. Un chiste fallido sobre el aborto, otro sobre lo mucho que le cargaban los niños y la cosa no repuntó.
El monstruo no tuvo piedad y la devoró. Quedó en la retina como un emblema de una rutina equivocada en el Festival. Tomamos el control remoto y adelantamos la serie hasta el lunes pasado y qué vemos: una Jani Dueñas, graciosa y luminosa como elemento central del inolvidable y emocionante concierto de 31 minutos en el Tiny Desk de NPR en Washington D.C. “La derrota tiene algo positivo, nunca es definitiva.” decía José Saramago.
Sin duda, que detrás del éxito de 31 minutos está el genio de la dupla conformada por Álvaro Díaz y Pedro Peirano, pero hay harto más que sólo dos tipos a los cuales se les prende la ampolleta con más luz y más frecuencia que al resto de los mortales. La capacidad de convocar a un equipo grande de gente talentosa que subordina su ego y sus naturales pretensiones de figuración en pos de un objetivo colectivo.
Cantantes de primera línea, acostumbrados a ser ellos los rockstar sobre el escenario dejando que los aplausos se los lleven unos títeres de confección casera. No pasa todos los días ni en todo lugar. Una cantidad de trabajo enorme que se trasunta en una coordinación casi perfecta, una alegría y compañerismo que les brota por los poros y por sobre todo una sana ambición. Las ganas de hacer algo de calidad y llegar con ello lo más lejos posible.
Un párrafo muy parecido al anterior pudo haberse escrito una semana atrás, a propósito de la clasificación de los Cóndores al Mundial de Australia de rugby. Un equipo altamente profesional en su entrega en entrenamientos y partidos de competición, solidario, donde hay amistad, pero ésta no se pone por delante del objetivo a cumplir.
El rugby es por definición un deporte donde lo colectivo prima por sobre las individualidades por lo que el paralelo con 31 minutos se acrecienta. Y por último, una vez más la ambición. Volver a ir a un Mundial, pero esta vez ojalá a ganar al menos un partido. Porque es ambición de verdad, se proponen un objetivo difícil, pero alcanzable. Un paso a la vez.
¿Dónde quedó nuestra ambición como país? ¿Sepultada en 2019 junto a la fallida performance de Jani? ¿No será hora de volver a ponernos objetivos ambiciosos? Volver a convocar a chilenos y chilenas talentosos que participen de la administración del Estado con un sueño un poco más grande que ganar una supuesta guerra cultural que nadie entiende de qué va ni de qué sirve. No hace mucho que pensábamos alcanzar el desarrollo y veíamos que las cifras de Portugal no eran tan distantes de las nuestras. ¿No será posible volver a poner un objetivo como ese? Hay muchas tareas que resolver en el corto plazo, pero este país solo sale adelante si lo hacemos todos juntos. Ningún triunfo electoral, por arrollador que sea, será suficiente si no levantamos la mirada. La segunda parte la frase de Saramago dice: “En cambio, la victoria tiene algo negativo: jamás es definitiva”.