Nunca me compré los sesudos análisis de diversos cientistas políticos previos a las primarias de la izquierda que apoyaban con mucho entusiasmo la tesis de una segunda vuelta entre José Antonio Kast y Evelyn Matthei. Lo que Pepe Auth, uno de los grandes impulsores de la idea como posibilidad cierta, llamó con gracia: una elección germano-alemana. Mi fuerte no es la ciencia política, pero para los números no soy tan malo y la aritmética no cerraba independiente de lo que dijeran las encuestas preprimarias.
La izquierda cuenta por muy bajo con el 30 a 35% de apoyo que tiene el gobierno y con la dispersión de la derecha en cuatro candidatos, si consideramos al maleable Parisi en ese lote, no había forma. Esto se vio rápidamente comprobado con el triunfo de Jeannette Jara donde de un día para otro pasó a liderar los resultados de primera vuelta y de los cientistas políticos malos para las matemáticas nunca más se supo.
Así como el apoyo al Gobierno ha sido incombustible en estos pedregosos y eternos cuatro años, a pesar de tropiezos y gazapos varios lo de Jara no ha sido muy distinto. La candidata comunista no ha logrado estructurar un programa para ofrecerle al país cuando estamos a dos meses de la elección. No es que yo crea que los programas sean muy relevantes, pero la incapacidad de poner algunas ideas en un papel sí lo es. Siete páginas tenía el programa para la primaria y la candidata ni sabía de qué se trataba, lo que la llevó a cometer vistosos errores en foros con otros candidatos. Los malos ratos que pasó la hicieron escapar de estas incómodas sesiones de suplicio y decidió ir a bailar desde Arica a Punta Arenas. Nada importó, el apoyo seguía incólume.
Los problemas con el programa son sólo un síntoma de algo más profundo. El equipo de Jara es por lejos el más débil de la izquierda, y por tanto su campaña ídem, desde el retorno a la democracia. No hay rostros que la apoyen en ningún área, la candidata está sola con su carisma y poco más. Si en algún momento apareció algún economista a prestarle ropa, rápidamente sus opiniones fueron defenestradas -y el economista con ellas- por el Partido Comunista. De más está decir que cada vez que la candidata ha agarrado algún vuelo independentista la pareja Carmona-Jadue se ha encargado de recordarle que le debe obediencia a la hoz y el martillo. Nada importó, el apoyo seguía incólume.
Pero vino el debate y Jara mantuvo todos sus ripios y flaquezas, pero le sumó algo que no estaba en los libros de nadie. Se enojó, se amurró, y la candidata sin programa se transformó en la candidata sin sonrisa. Lo que en este mundo dominado sin contrapeso por las emociones es mucho más grave de lo que realmente debiese ser. Las encuestas post debate fueron lapidarias, lejos la peor evaluada de las ocho candidaturas. En un momento de optimismo nocturno me pregunté: ¿y si unos pocos de sus votos se van al profesor Artés siempre atractivo en su locura? ¿y si ME-O le pega una mascada relevante con su envidiable elocuencia y esa cabellera tipo Richard Gere (más que envidiable)? ¿y si Harold con su fomedad bielsísitica sirve de refugio para votos de izquierda incómodos con Jara y no dispuestos a votar por Matthei? ¿y si se alinean las estrellas?