Frente al acelerado progreso de la inteligencia artificial que amenaza con afectar la viabilidad de múltiples profesiones es fácil imaginar -y temer, sobre todo temer- un futuro donde no tengamos cómo aportar a la sociedad ya que los computadores hacen todo mejor y muchísimo más rápido que nosotros los torpes humanos.
Si a eso le agregamos unas pequeñas dosis de cambio climático con incendios, tornados, diluvios, sequías y millones de humanos desplazados sin querer ser recibidos por nadie desde sus tierras invivibles, permite entender por qué las nuevas generaciones se resisten con tanto ahínco a reproducirse. Yo que suelo no abandonar libros, llegué a la página 35 de The Uninhabitable Earth de David Wallace-Wells, gran libro al parecer, pero yo no podía dormir. Un mundo distópico pareciera estar a a vuelta de la esquina.
En estos días una turba de más 200 personas atacó una comisaría en Huechuraba. Piedrazos, botellazos y, por supuesto, algunos balazos fueron parte del cóctel con que se arremetió contra Carabineros. El motivo, en lenguaje juvenil una especie de previa al 11 de septiembre. Uno que se quemó con leche lleva inmediatamente los recuerdos a los aciagos y negros días post estallido, y da para pensar lo que se le viene al nuevo Gobierno a partir de marzo.
200 tipos que sin provocación alguna se organizan para enfrentarse a Carabineros es un hecho de una máxima gravedad, por lo que me alegró ver que los principales ministros del Gobierno organizaron una conferencia de prensa para referirse a preocupantes hechos de violencia.
Pero no era de Carabineros atacados, ni de una caterva de energúmenos organizados, de lo que el Gobierno había decidido que era importante dar señales de tranquilidad a la ciudadanía. Un par de trolls (no bots) de Twitter -fracaso total de Elon con el cambio de marca- fueron desenmascarados por un canal de televisión y puestos en evidencia como las personas que estaban detrás de esparcir fake news y tuits denostativos para todo lo que no fuese la Alt Right chilensis.
Entre esos había ataques, por supuesto, a Jeannette Jara y Evelyn Matthei, una como representante de la izquierda comunista, la otra de la detestada centroderecha (la derechita cobarde en la jerga de la ultra). En resumen, un par de guatones -no es gordofobia, sólo que no logro imaginarlos flacos- sin vida jugando a la política desde su teclado 24/7 y no mucho más, pero ahí está el Estado de Chile con todo su poder preocupado de nimiedades.
Se privilegia una jugarreta electoral de cortísimo alcance en desmedro de poner la seguridad de los chilenos por delante. Cómo se puede respetar a autoridades que se prestan para armar un espectáculo a partir de un par de tuiteros tarados y hacen la vista gorda frente al ataque a las fuerzas de seguridad. Es el triunfo definitivo del mundo digital por sobre el mundo físico que se expone a los peñascazos y balazos. Ambos fenómenos ocurriendo al mismo tiempo, y ya sabemos cuál es el que importa. Quizás ese mundo distópico no está a la vuelta de la esquina, sino que vivimos en él.