Faltaban adjetivos en el diccionario para criticar el trabajo hecho por la Concertación en sus tres décadas de gobierno. Entreguistas, pusilánimes, medrosos fueron sólo algunos de los epítetos con que el pujante y todopoderoso Frente Amplio motejaba a los apocados y silenciosos -sobre todo, silenciosos- dirigentes de la centroizquierda, quienes en vez de resistir frente a la andanada asentían con pasmosa obsecuencia. Si hubiese habido cilicios disponibles para hacer penitencia, no habrían dudado en utilizarlos bajo los trajes grises con corbatas a rayas, todo tan demodé al lado del lino y las guayaberas de los nuevos líderes. Sin embargo, un día la campaña se acabó y llegó la hora de gobernar.
El balance está a la vista. La frenteamplista sin carné de militancia, pero frenteamplista al fin, que asumió el Ministerio del Interior y que se veía a sí misma como la próxima Presidenta de Chile, no dejó ningún recuerdo que rescatar. ¿Qué fue de la locuaz Izkia? Los balazos en Temucuicui y una humillante bandera mapuche en son de paz para aplacar las ráfagas, el patinazo en el Congreso al acusar falsamente al gobierno de Piñera de un vuelo de expulsión de inmigrantes que habría vuelto con “toooooodos los pasajeros” y un mar de lágrimas muy poco republicanas a la hora de ser reemplazada a poco andar por la niña símbolo de la Concertación: Carolina Tohá.
Si bien lo de Siches fue con bochinche, igual palidece al lado de Giorgio Jackson. El ideólogo, el gurú y la voz cantante a la hora de despreciar a la centroizquierda que entregó los mejores años de desarrollo para Chile. Rápidamente hubo que moverlo desde la SEGPRES al Ministerio de Desarrollo Social pues nadie lo soportaba y los senadores simplemente no le hablaban. Una cierta dificultad para quien tenía que articular las redes parlamentarias oficialistas en el Congreso. Su reemplazo, ¡ooops! otra vez la Concertación: Ana Lya Uriarte. Como lápida, todos recordamos cómo terminó la aventura en el MIDESO en medio de computadores robados y cajas fuertes vaciadas. Un caso tragicómico sin una explicación convincente, pero que terminó con Giorgio y su superioridad moral en el exilio.
Esta semana fue el turno de Pardow, el otro frenteamplista de cuño. Después de múltiples incidentes en el siempre chúcaro Ministerio de Energía, terminó saliendo por un error insólito que abultó las cuentas de luz en más de 100 millones de dólares. Nunca se vio cómodo el abogado en un trabajo eminentemente técnico y donde pareció que siempre estaba a punto de caerse del caballo. Hasta que se cayó con escándalo. Como el elenco está más que menguado hubo que recurrir a nombrar biministro a Álvaro García, un concertacionista pintoso y con patrimonio que ya había entrado a parchar Economía luego de la renuncia de Marcel y la movida de Grau.
Esos fueron los ministros, pero si uno quiere echar sal en la herida también uno puede recordar la defenestración de Matías Meza-Lopehandía de la jefatura de gabinete presidencial después del escándalo de los indultos, o la caída de Miguel Crispi en medio del Caso Convenios. No estamos hablando de unos segundones, sino parte del círculo íntimo del Frente Amplio. La historia se ha esmerado, con algo de rezago como siempre, en poner las cosas en orden y ha terminado dando a cada uno lo suyo.
Si uno sacara lecciones de tropiezos ajenos, esta triste historia debiese ser útil para los más que probables próximos inquilinos de La Moneda. Lo malo es que suele no aprenderse nada hasta que el costalazo es propio.