Es cierto que es la hora de los victoriosos, Jara, Kast y el inefable Parisi se llevan todas las luces y pareciera que concentrarse en los derrotados huele a añejo y a inutilidad. Sé todo eso, pero no puedo dejar de pensar en la derrota total de Evelyn Matthei.
Todos los que nos instalamos frente al televisor a ver los recuentos de los votos el domingo pasado nos encontramos con la sorpresa tipo siete de la tarde que en los primeros conteos Evelyn estaba igualada con José Antonio Kast donde cada uno obtenía alrededor del 20% de los votos. Era un golpe a la cátedra. Cierto es que los periodistas se esmeraban en recordarnos que esto era una mera acumulación de votos y que por tanto el resultado final podía variar. Y vaya que varió. Los resultados eran fundamentalmente de mesas de la Región Metropolitana con un sesgo fuerte hacia las comunas más pudientes donde Matthei anduvo bastante bien y en algunos casos fue con holgura la más votada. Cuando fueron entrando el resto de las mesas del país cualquier ilusión de sus partidarios se desvaneció para terminar en un inesperado y humillante quinto lugar.
Esos primeros conteos son una cruel metáfora de la campaña de Matthei. Un comando conformado por una elite política santiaguina que puso un énfasis marcado por la Región Metropolitana, si uno es mal pensado –y quizás vale la pena serlo– puede haber influido que varios de ellos iban de candidatos a diputados por la región y con un mensaje que sólo caló en el barrio alto y en ninguna parte más. En todo el norte grande Matthei sacó entre 6% y 7%, un resultado realmente paupérrimo que solo se explica por el abandono de la zona y sus electores. Juan Sutil lo resumió magníficamente sin querer queriendo, refiriéndose al buen resultado de Matthei en las comunas acomodadas señaló: “esa gente tiene una mirada más profunda, más racional, mucho más integral de lo que significa resolver los problemas”. No más preguntas, señor juez.
En estos días donde Parisi es la nueva vedette de la política chilena nos hemos enterado de que cuenta con una sofisticada –y muy barata– red digital de micro influencers que le permite alcanzar distintas audiencias con los mensajes más diversos. Naturalmente el populismo campea, pero eso es harina de otro costal. ¿Sabían algo de eso en el comando de Matthei? Sospecho con fuerza que ni de cerca. Su eterna e inconducente pelea con los trolls tuiteros fue una alerta temprana que todo andaba mal en este aspecto. La campaña digital fue inexistente y lo único que conocimos fue un triste intento tardío de un trap en Tik Tok. Había recursos, había redes y poder, estaba claramente el respaldo del empresariado y todo eso dilapidó por no saber lo que estaban haciendo.
Pero por sobre todo había una candidata bien preparada y con carisma. Por supuesto que cometió errores, hubo frases muy desafortunadas, improvisó más veces que lo prudente y nunca se le vio cómoda en el rol. Y para ser la candidata que supuestamente contaba con los mejores equipos, en lo que a campaña se refiere, claramente eso no fue ni de cerca la realidad. Su equipo terminó chocando un Mercedes Benz.