Pedro Pablo Díaz publica libro sobre su amistad de 50 años con Piñera: los episodios desconocidos, la pérdida y lo que sigue después de su muerte
Fueron amigos por más de medio siglo, desde que coincidieron como compañeros en la UC. La muerte del exPresidente en febrero de 2024, dejó a Pedro Pablo Díaz en un estado que define como “una desolación profunda”. Hace unas semanas presentó su libro donde cuenta cómo fue esta amistad larga. En esta entrevista aborda varios temas: cómo Sebastián Piñera enfrentaba el llamado fuego amigo, las situaciones que lo abatían o por qué piensa que habría aceptado ser nuevamente candidato presidencial.
Por: Patricio De la Paz y Juan Pablo Silva
Publicado: Sábado 25 de octubre de 2025 a las 21:00 hrs.
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Si Pedro Pablo Díaz echa la memoria atrás, buscando el primer recuerdo que tiene con su amigo Sebastián Piñera, lo que encuentra es lo siguiente: es marzo de 1968 y Díaz pasa a buscar a Piñera en su motoneta Lambretta para ir juntos a su primer día de clases en la Facultad de Economía y Administración de la Universidad Católica, que entonces estaba en el sector de Los Domínicos. Díaz va adelante, Piñera detrás de él. Llegan y, al entrar al recinto, el vehículo resbala en una bajada de maicillo y ambos ocupantes se van al suelo. Frente a todos. “No nos pasó nada, pero el ridículo fue espantoso”, dice quien fue por más de medio siglo uno de los amigos más cercanos del exPresidente.
Esa amistad larga, que de alguna manera había empezado entre sus respectivos padres que se conocían, acompañó a Sebastián Piñera en distintos flancos: su vida personal y su vida pública. Eran comunes los viajes y las vacaciones juntos con sus familias, las reuniones de camaradería. Pedro Pablo Díaz -o Peter Paul, como lo llamaba su amigo después que su madre, Magdalena Echenique, le pusiera así- estuvo en la campaña de Piñera para senador por Santiago Oriente, donde salió electo en 1989 y marcó su debut en terreno político. También estuvo cerca en sus dos períodos como Presidente, donde además Díaz -que por más de tres décadas fue vicepresidente de Coca-Cola para América Latina- fue nombrado embajador en Australia, en el primer gobierno; y luego en Portugal, en el segundo. Su hija, Magdalena Díaz, fue la jefa de gabinete del mandatario entre 2018 y 2022.
Amistad, de hecho, se llama el libro que escribió Pedro Pablo Díaz y que presentó hace unas semanas junto a Magdalena Piñera, la primogénita del ex mandatario que falleció en febrero del 2024 tras caer con su helicóptero al lago Ranco. Es un texto de 135 páginas y muchas fotografías, que recorre el estrecho vínculo entre ambos y reflexiona sobre la definición de amistad desde la antigua Grecia hasta hoy, pasando por períodos como la Edad Media, el Renacimiento, la Ilustración, el Romanticismo.
“Aunque es cierto que este libro me ha ayudado a atravesar la desolación y buscar consuelo frente a su partida, quiero dejarlo muy claro: este libro no es una terapia ni una catarsis personal. Mi propósito es otro: yo no podía quedarme callado frente al significado inmenso que tuvo la amistad en la vida de Sebastián. La amistad lo fue todo para él. Me dolía escuchar una y otra vez que se le redujera a la imagen de alguien incapaz de escuchar. Esa caricatura no hace justicia al hombre que yo conocí”, precisa.
“Aunque es cierto que este libro me ha ayudado a atravesar la desolación y buscar consuelo frente a su partida, quiero dejarlo muy claro: este libro no es una terapia ni una catarsis personal. Mi propósito es otro".
- En el libro dice que no es la primera muerte de amigos o cercanos que enfrenta, pero que la de Sebastián Piñera lo golpeó distinto. ¿Por qué?
- Porque fue un impacto del todo a la nada… El día anterior habíamos hablado largo por teléfono, y al día siguiente ¡pum!, desapareció, no existe Sebastián Piñera en la Tierra. Cuando murió mi papá, yo estaba de embajador en Australia. Mi hijo me llamó y me dijo que no estaba bien, así que viajé y estuve cuatro o cinco días mientras el viejito se fue apagando. Fue algo gradual y fue una felicidad verlo salir en paz de la Tierra. En cambio, lo de Sebastián fue una desolación profunda.
- ¿Qué habían hablado el día anterior?
- Me dijo que me fuera a Ranco, porque Macri había postergado su ida allá. Yo iba siempre en esa fecha, los primeros 10 o 15 días de febrero. Y claro, siempre volábamos.
En esa fecha de 2024, Díaz estaba en Talca junto a otro gran amigo en común, Fabio Valdés, junto a sus respectivas señoras. Recuerda perfecto ese fatídico martes 6 de febrero. “Estábamos almorzando. A Fabio le habían enviado una botella de buen vino y estábamos a punto de abrirla. Pero no alcanzamos a descorcharla, porque suena el teléfono. Era el hijo de Fabio, que estaba en Ranco. Entonces Fabio se para y se va a hablar para afuera. Luego nos dice: ‘Sebastián se cayó y no sale, no sale, no sale’. Yo me puse a llorar, no podía creerlo. Llamé a los escoltas de Sebastián. Le dije a Fabio que partiéramos para Ranco, pero después los escoltas me dijeron que se lo iban a llevar a Valdivia, que mejor no fuéramos. Así que nos vinimos a Santiago, a esperarlo aquí”.
- En las muchas conversaciones que tuvo con él, ¿hablaron alguna vez sobre la muerte?
- Muchas, muchas veces. Sebastián era un gallo muy profundo. Pero también éramos capaces de reírnos del tema: un día él dijo fuerte “Yo quiero que Peter Paul hable en mi funeral”; y yo le dije que había pensado que él hablara en el mío.
Diciembre 1989: los dos amigos celebrando el triunfo de Piñera en la senatorial de Santiago.
Fuego amigo
La amistad de Piñera y de Díaz era conocida. En el libro cuenta que incluso Carlos Peña, años atrás, en una de sus columnas habló de ella como una “lealtad perruna”. A Díaz en principio le molestó que se la calificara así, viniendo sobre todo de un autor intelectual como el rector de la UDP. Pero después amigos y familiares lo fueron convenciendo de que no estaba mal: hablaba de un lazo fuerte, a toda prueba. “Una vez un comandante en jefe de la Armada me preguntó cuál era el valor fundamental de mi relación con Sebastián Piñera; y yo le respondí que la lealtad. En el libro partí hablando de ese valor, aunque después de darle unas vueltas me di cuenta de que el número uno es la confianza. La confianza es la base de todo”, explica.
- A propósito de la confianza, en el libro dice que una de las cosas que más le dolía al exPresidente era el fuego amigo, el que viene de la orilla propia.
- Así es.
- ¿Lo vio abatido por esa razón?
- El fuego amigo le llegaba, pero nunca lo vi abatido por eso. Sebastián tenía una cuestión muy especial. Pasaban cosas que a uno lo indignaban, pero él te decía: “Tranquilo, tranquilo. Tengo piel de chancho, no me entran balas”. Entonces sí le molestaba el fuego amigo, le dolía, pero no lo abatía. Además, no era rencoroso. En 2005 lo bajaron como presidente del partido por la radio, para proyectar la candidatura de Lavín. Y los que bajaron a Sebastián, fueron después ministros en su gobierno… O lo del Kiotazo, que involucró a la actual candidata a presidenta de Chile, que hoy es apoyada por la familia de Sebastián y por mí. Cuando a él le pegaban duro, decía que no había que quedarse enganchado en eso. “A otra cosa, mariposa” era una de sus frases.
"El fuego amigo le llegaba, pero nunca lo vi abatido por eso. Sebastián tenía una cuestión muy especial. Pasaban cosas que a uno lo indignaban, pero él te decía: “Tranquilo, tranquilo. Tengo piel de chancho, no me entran balas”. Entonces sí le molestaba el fuego amigo, le dolía, pero no lo abatía".
- ¿En qué circunstancias lo vio frente a ese fuego amigo?
- El Kiotazo. También para su candidatura presidencial en 2005, que igual le ganamos a Lavín y pasamos a segunda vuelta. Incluso más, hay fuego amigo después de su muerte: cuando un senador de la República, que hoy preside el Senado (Manuel José Ossandón), dice que no lo transformemos en un santo.
- Si no era el fuego amigo, ¿qué abatía entonces a Sebastián Piñera?
- Cosas familiares, íntimas. Le afectó brutalmente la muerte de su madre. Lloró, y eso que Sebastián lloraba poco. Le afectaba el devenir del Negro, se preocupaba por él. Es mentira que lo financiaba; el Negro tenía sus finanzas, desordenadas pero las tenía. Le preocupaban las enfermedades de los amigos. Era muy sensible con esas cosas. Es una falacia decir que era una persona fría.
- En el libro usted dice que había algo en las formas de él que lo hacían parecer así.
- Totalmente. Sebastián se aprendía cosas para tratar de ser sensible. En eso había que ayudarlo. Parecía que no te escuchaba, pero había escuchado todo y te lo repetía casi de memoria. Había fórmulas a las que uno ya estaba acostumbrado. Por ejemplo, si hablabas con el Presidente y no te respondía, no decía nada, es que estaba bien. Si contrapreguntaba, era porque tenía dudas.
En una playa en San Diego, California.
“Me decían: ‘¿Qué le pasa a tu amigo?’”
Díaz dice que hay hitos en los gobiernos de Sebastián Piñera que sí lo estresaron, aunque la procesión iba siempre por dentro. Él fue testigo de eso. Recuerda por ejemplo el rescate de los 33 mineros en 2010. “Yo estaba en Australia y nos conectamos por Skype. Yo le miraba el rostro, mientras me decía: ‘No sabemos dónde están, no sabemos dónde están’. Era una angustia salvaje, pero por fuera no podía decirlo”, cuenta.
También menciona lo del 27-F. Después de asumir la presidencia de la República, 12 días después del terremoto, Piñera no organizó un almuerzo ni actividades con sus invitados: se hizo un sándwich de jamón con queso, recuerda el amigo, y se fue al sur a ver cómo estaba la situación allá. “Así que yo me fui a comer con Andrés Pastrana, con José María Aznar”, cuenta Díaz. “Se nos había venido el país abajo… El Presidente se veía con aplomo, pero la cuestión iba por dentro”, agrega.
- ¿Le pasó algo similar con el estallido social de 2019?
- Por supuesto. Y en el estallido tuvo también que contener a los más cercanos, a los orígenes de los que después hablarían de “la derechita cobarde”. Chilenos importantes, empresarios, me decían: “¿Qué le pasa a tu amigo? ¡Que saque a los militares a la calle!”. Él tuvo que contener mucho ese tipo de cosas.
- ¿Qué diría Sebastián Piñera si pudiera mirar ahora Chile, las elecciones?
- No puedo ser presumido ni presuntuoso en decir qué diría Sebastián. No tengo idea. Pero haciendo un esfuerzo de responder en qué estaría Sebastián, posiblemente estaría diciéndonos: “Arriba los corazones, vienen tiempos mejores, porque tenemos los mejores equipos”. Punto, ya, no me saquen más…
Díaz -militante RN- se ríe y, sin que medie una contrapregunta, él mismo aclara: “Le estoy rindiendo un homenaje a Evelyn Matthei, porque es el eslogan de ella: Tenemos los equipos. Y lo digo sin lugar a dudas: para gobernar Chile del futuro, Evelyn Matthei tiene los mejores equipos”.
"Haciendo un esfuerzo de responder en qué estaría Sebastián, posiblemente estaría diciéndonos: 'Arriba los corazones, vienen tiempos mejores, porque tenemos los mejores equipos'”.
- ¿Cree que, si le hubieran insistido y él lo hubiese estimado necesario, Piñera habría sido otra vez candidato presidencial?
- (Risas) Sí. Pero no porque él quisiera, sino porque se lo pedían.
- ¿Hubiera habido entonces un tercer gobierno?
- Sí. Pero para cumplir una responsabilidad.
- A pesar de que, en teoría, Cecilia Morel le había dicho que no…
- Y sus hijos también le habían dicho que no. Pero para su segundo gobierno también fue así, lo prometo por Dios. En febrero (de 2017), en Ranco, él me dijo: “Estoy obligado a hacerlo”. En marzo se proclamó.
- Igual le interesaba… y no le gustaba perder. Un nuevo gobierno suyo, habría sido un 3 a 2 con Bachelet.
- (Risas) Claro.

La corrección fraterna
Díaz dice que Piñera era un hombre de profunda fe, que rezaba todos los días. Ese fue un punto de encuentro importante entre ambos amigos (ver recuadro). En el libro, Díaz -que antes de entrar a la universidad, fue novicio jesuita por un año y medio- cuenta que durante años le mandó diariamente por WhatsApp un pasaje de la Biblia. El Presidente se lo había pedido. “Me ayudaban amigos jesuitas”, dice sobre esta misión.
En Amistad se despliegan más episodios que hablan de esa fe compartida: la participación en retiros espirituales o cuando visitaron juntos el Monasterio de los Jerónimos, en Lisboa, y el exmandatario habló por teléfono con el Papa Francisco.
“Pero Sebastián no era un santo, tenía errores para el mundo. Uno comete errores. Nos enseñaron que partimos con el pecado original”, dice Díaz. “Entre los jesuitas hay un instrumento que se llama la corrección fraterna y con Sebastián nos corregíamos fraternal y mutuamente. Muchas veces, incluso siendo él Presidente”.
- ¿Se acuerda de alguna corrección fraterna?
- Sí, pero sabes lo que pasa, y que también lo pongo en el libro, es que eso yo se lo dejo a otros. Porque para criticarlo y para hacerle ver sus problemas y sus debilidades, que las tiene como ser humano, y que algunos incluso inventan, yo no quiero hacerlo. No me voy a sumar a eso. Es mi amigo y esas cuestiones fueron entre nosotros. La corrección fraterna es personal.

Díaz con los hermanos Piñera en Nueva York, enero de 1969.
Díaz prefiere contar una anécdota. “Me acuerdo una vez que yo le dejé la tendalá. Estábamos viajando con nuestras familias en Europa y había que pasar la barrera para salir del estacionamiento. Íbamos en dos autos, yo estaba en el de atrás. No teníamos nada con que pagar, porque no se aceptaban tarjetas de crédito ni dólares. Sólo moneda local, y estábamos en la República Checa. Sebastián mandó a los cabros chicos a levantar la barrera. Yo me opuse. Pero al final pasamos volando con los dos autos. Y termina todavía peor: una vez afuera, Sebastián nos dice: ‘Yo sí tenía plata’. Lo que quería era hacer una diablura, reírse. De esas cosas, mis hijos se acuerdan hasta hoy”.
También cuenta que la banda presidencial para su segundo gobierno se la regalaron sus compañeros de la UC, bajo la supervisión del propio Díaz. “Me la tenía que probar yo, aquí en mi oficina”, recuerda, riéndose. Y señala que el grupo de WhatsApp de los compañeros que aún mantienen contacto -con 44 miembros- se llama “Generación presidencial” y tiene la foto oficial de Piñera Presidente en su segundo periodo.
El último mensaje personal que Pedro Pablo Díaz le envío por WhatsApp a su amigo es del 31 de enero de 2024. Seis días antes de su muerte. Lo revisa ahora; no lo había vuelto a ver desde entonces. Es un video de un golfista, que para moverse en el césped usa un helicóptero. Al exPresidente le gustaban los reels y los memes.
- ¿Cómo sigue la amistad después de la muerte?
- (Largo silencio) Dura, pero muy presente. Todos los 6 de octubre Sebastián era de los primeros en llamarme para mi cumpleaños. El año pasado, en mi primer cumpleaños sin él, le dije a mi mujer: “Como no me llamó, lo voy a llamar yo”. Me fui al cementerio y me senté un rato a reírnos. Lo hice de nuevo este año. Y lo voy a hacer cuantas veces sea necesario. Sebastián está absolutamente presente. Hay una frase espectacular del padre Alberto Hurtado: “¿Qué haría Cristo en mi lugar?”, que refleja el saber discernir en todas las cosas de la vida. Yo lo asumo y trato de vivirlo. Aunque reconozco que muchas veces me he preguntado: “¿Qué haría Sebastián en mi lugar?”.
En la puerta del cielo
Pedro Pablo Díaz era embajador en Portugal y el Presidente Piñera pasó por Lisboa. Era mayo de 2019. Fueron juntos al Monasterio de las Hermanas Clarisas, que es vecino de la embajada y dónde se había aparecido la Virgen de Fátima. Allí, cuenta Díaz, Piñera visitó el cuarto de la pastorcita que conversaba con la Virgen. Compartió también con las monjas del lugar, quienes al final de la visita -y con autorización de la superiora- lo salieron a dejar hasta la calle. Piñera quedó muy impactado. “Entonces me pregunta: ‘¿Por qué no llevas a la Virgen para Chile?’. Yo le dije que era complicado, y que posiblemente todo lo del seguro era una locura. ‘Es un asunto personal, lo pago yo’, me respondió”. Tres meses después la imagen de Fátima entró a La Moneda y la recibió el propio mandatario. “Le dijo: ‘Bienvenida Virgen de Fátima, esta es la casa de los chilenos’”, recuerda el amigo.
Sebastián Piñera murió el martes 6 de febrero de 2024. Dos días después, al mediodía, se organizó una misa en su honor, en Santo Domingo. La familia le pidió a Díaz que los representara allí. Poco antes de entrar a la iglesia, vio que tenía un llamado de las monjas clarisas, pero no pudo responder. De ellas se acordaría, casi como una inspiración, cuando le tocó hablar en la misa. Y dijo esas palabras que, asegura, causaron revuelo: “El Presidente Piñera está en el cielo. ¡Aleluya! Está en el cielo, porque cuando vino Nuestra Señora de Fátima al Palacio de la Moneda él le dio la bienvenida, y ahora que murió ¿creen que la Virgen que está en el reino de los cielos se quedó tomando café no más? No, ella fue a la puerta del cielo y le dio la bienvenida”. Dice que hasta monseñor Chomalí lo llamó al día siguiente para pedirle una explicación.
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