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Jorge Navarrete: “Falta un gesto más explícito de la clase dirigente, pública y privada, con un real reconocimiento de los hechos”

Para el columnista “no cabe la menor duda de que el gobierno deberá reorientar sus objetivos políticos y programáticos” a raíz de la “crisis estructural que golpea” al país.

Por: Claudia Rivas | Publicado: Jueves 28 de mayo de 2015 a las 04:00 hrs.
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Sobre este ambiente político complejo a raíz de los escándalos de corrupción, DF conversó con el abogado y columnista Jorge Navarrete. En su opinión, ahora estamos en el momento en que "lo que tiene que morir no ha muerto y lo que tiene que nacer no ha nacido todavía".

-¿Cómo afecta a la convivencia política el que cada día surjan nuevos antecedentes sobre financiamiento irregular de campañas?
-Estamos viendo el desarrollo de una película cuyo trailer ya conocíamos. Nadie puede sentirse sorprendido frente a la revelación de acontecimientos que sospechábamos ocurrían desde hace mucho tiempo y de manera transversal. La relación entre lo público y lo privado, y muy especialmente la forma en que se allegaban recursos económicos a la política, es un tema que cómodamente quisimos ignorar hasta que nos reventó en la cara. Lo más preocupante es que incluso frente a la evidencia más flagrante, sea por conveniencia o desesperación, existe un grupo amplio de dirigentes que persiste en negar lo que está ocurriendo.

-¿Cómo se supera este proceso?
-Primero, hay procesos que se iniciaron y que se deben dejar fluir, cualquiera sean sus consecuencias. Por ejemplo, es absurdo pretender soslayar o atenuar la acción de la Justicia. Segundo, la Presidenta de la República no sólo explicitó una potente agenda legislativa como resultado de la Comisión Engel, sino también realizó un importante cambio de gabinete para intentar conducir de mejor manera el proceso político. Pero lo que falta, en tercer lugar, es un gesto más explícito de la clase dirigente, pública y privada, donde se haga un real reconocimiento de los hechos, se pida perdón y se adopten las decisiones que muestren una real voluntad de enmendar el rumbo.

-Se dice que el Congreso está deslegitimado, ¿tiene, entonces, legitimidad lo que hizo hasta que estalló el escándalo?
-Por más severo que sea el juicio sobre la legitimidad de nuestros actuales parlamentarios, no veo viable un proceso en el cual se invalide lo actuado y obrado en el pasado. La manera de reversar una mala decisión de política pública plasmada en un proyecto de ley, es discutiendo y aprobando otra que corrija, enmiende o derechamente reemplace la anterior. Debemos ser cuidadosos para no generalizar, pues el mejor escenario de impunidad para los corruptos es no hacer la distinción con aquellos que sí han obrado bien o cuando no graduamos la gravedad de las faltas y sus respectivas responsabilidades.

-Si los parlamentarios y la clase política están deslegitimados, ¿qué pasa con la Presidenta si se comprueba que se financió irregularmente su precampaña?
-De eventualmente acreditarse que tuvo conocimiento y directa participación en los hechos que se investigan, no sólo dilapidaría el patrimonio público que aún detenta, sino, incluso peor, podría ver afectado el ejercicio de su cargo. Lo que resulta más reprochable no es el financiamiento ilegal de la política, sino el haber sostenido una mentira de manera persistente y contumaz, utilizando adicionalmente las herramientas que facilita el gobierno y el Estado. Ese fue el error de Peñailillo y la razón por la cual dejó su cargo.

-¿Cómo afecta a la credibilidad de Bachelet el que esté tan cuestionado Peñailillo, considerando la cercanía que había entre ellos?
-Las responsabilidades jurídicas son esencialmente individuales; pero no así las políticas. Bachelet ha pagado y probablemente seguirá pagando los costos de haber diseñado, facilitado y avalado un esquema de gobierno cuyos flancos y riesgos se le advirtieron oportunamente. Desde un principio aquí se confundió voluntad con voluntarismo, persistencia con porfía, y sabiduría con soberbia.

-El cambio de gabinete descomprimió en algo el ambiente durante un par de semanas, ¿pero cómo enfrenta el gobierno el rebrote del tema con más empresas y políticos implicados?
-Si alguien pensó que con el cambio de gabinete se apaciguarían las aguas en torno a los casos de corrupción, la acción de los fiscales y sus consecuencias para el gobierno, la oposición, los partidos y varias empresas, es que francamente no entendió nada. El punto de inflexión no puede pretender evitar que llegue la marejada, sino más bien flotar y navegar sobre ella. El verbo a conjugar no es detener, sino que conducir.

-¿Así, es posible que el gobierno pueda retomar su agenda reformista como algunos esperan?
-Aunque es algo temprano para ensayar una respuesta definitiva, no cabe la menor duda de que el gobierno deberá reorientar sus objetivos políticos y programáticos. La llegada de los nuevos ministros no ha puesto necesariamente el pié en el freno, sino más bien han insinuado que también se requiere algo más de embriague y manubrio.

-¿Estamos frente a un escándalo político de proporciones?
-No creo que alguien razonablemente pudiera pensar lo contrario.

-De prolongarse el actual escenario, ¿tiene futuro la Nueva Mayoría?
-El problema no tiene que ver con un partido o coalición, sino con la legitimidad de nuestras instituciones y la eficacia de la política profesional como un instrumento para administrar y canalizar nuestras diferencias. Estamos en presencia de una crisis de confianza estructural, de larga data, cuyos síntomas venimos rastreando desde hace mucho tiempo, que golpea tanto al Estado como al mercado, la que pese a todas las advertencias atendimos demasiado tarde.

-¿Cómo afecta a los partidos políticos el actual escenario?
-De la peor manera, es decir, desvirtuando su necesidad, esencia y utilidad. Los partidos políticos han dejado de ser las idóneas estructuras de intermediación entre el poder formal y los ciudadanos.

-¿El país está en crisis sin apellido?
-La palabra crisis posee un sentido similar en varias disciplinas. En la medicina, hace referencia al momento en que un paciente derechamente comienza a mejorar o, por el contrario, su salud se deteriora hasta la muerte. En el cine o la literatura, dicha palabra señala el punto de inflexión donde se resuelve la historia y se sigue la suerte de los personajes. Para la política y la cultura, Gramsci definía la crisis como el momento en que lo que tiene que morir no ha muerto y lo que tiene que nacer no ha nacido todavía. Es ahí justamente donde estamos ahora y ese tránsito genera más preguntas que respuestas.

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