Por Leonardo Ruiz Pereira
La muerte del líder norcoreano, Kim Jong-il, despertó temores sobre el impacto que los posibles cambios en la dinastía comunista tendrán sobre la economía de sus vecinos y socios comerciales más cercanos, como Corea del Sur y China y también su más antiguo enemigo, EEUU, los que hicieron fuertes llamados para mantener la estabilidad.
Inmediatamente, la transición en Corea del Norte supone riesgos para la cuarta mayor economía de Asia, Corea del Sur. El país, que está técnicamente en guerra con el Norte, puso a su milicia en alerta tras el anuncio de la muerte del líder y el presidente Lee Myung-bak reunió al Consejo de Seguridad Nacional.
El banco central de Corea del Sur reveló que “vigilará de cerca” cualquier desarrollo y tomará pasos para estabilizar a los mercados, buscando cooperación internacional de ser necesario, dijo el gobernador del Banco de Corea, Kim Choong Soo en Seúl, que está llevando a cabo un monitoreo del mercado permanente durante las últimas 24 horas.
China también mantiene una relación estrecha con Corea del Norte: fue su principal origen de importaciones y segundo destino de exportaciones, después de Corea del Sur, en 2008 y, asimismo, supone una barrera estratégica con EEUU y sus aliados regionales. El comercio chino y su ayuda son cruciales para la sobrevivencia de Pyongyang, pero en cambio, estos traen pocos avances económicos para Beijing.
El experto en Corea del Norte de la Escuela del Partido Central China, Zhang Liangui, dijo a Reuters que era optimista y que “Corea del Norte finalmente tendrá que cambiar”. “Si aquellos cambios son para mejor o peor, tendremos que esperar y ver. Pero no hay duda de que el cambio es necesario e inevitable”.
La segunda mayor economía del mundo ha buscado acercar a Corea del Norte con incentivos y su comercio bilateral llegó a los US$ 3.100 millones los primeros siete meses de este año, un incremento de 87% con respecto al mismo período de 2010, según estadísticas de China.
Manipulación nuclear
La incertidumbre sobre Corea del Norte colocó a Asia al frente de la agenda del presidente de EEUU, Barack Obama. La razón es que la estabilidad asiática es esencial para el objetivo estadounidense de hacer de la región el motor de su recuperación, en gran medida como vía para expandir su comercio. La agencia de noticias Yonhap reportó la semana pasada que EEUU entregaría alimentos a Corea del Norte, a cambio de que el régimen suspendiera su enriquecimiento de uranio. Pero oficiales de EEUU no confirmaron el reporte y la muerte de Kim paralizaría cualquier negociación.
En el nuevo escenario, el ex subjefe de la CIA para Corea, Bruce Klinger, dijo a Bloomberg que Kim Jong-un difícilmente abandonará las políticas sobre armas nucleares de su padre, ya que “las armas nucleares le dan seguridad contra EEUU y Corea del Sur en caso de ataques” y obligarían al mundo a “ponerle atención a Pyongyang. “Les da una influencia para sacar beneficios económicos de Occidente”.