Hong Kong arriesga convertirse en una pieza más de la guerra comercial entre EEUU y China
El presidente Donald Trump podría usar la controvertida ley de extradición a China como excusa para quitarle el estatus comercial especial al territorio.
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Beijing
Es difícil adivinar qué pesadilla molesta más al Partido Comunista Chino: Donald Trump o la mayoría del electorado de Hong Kong que regularmente vota por candidatos pro democracia en las elecciones locales.
A los ojos del partido, el presidente estadounidense es un adversario impredecible y no confiable, pero también un adversario que piensa que cree que está actuando en el mejor interés de su país.
La mayoría de la población en Hong Kong es algo mucho peor que eso. Son chinos que se niegan a reconocer que el partido y el país son uno y el mismo, y resienten amargamente la intrusión del primero en “el alto grado de autonomía” que se supone que tiene Hong Kong.
El domingo, cientos de miles de residentes de Hong Kong -posiblemente más de 1 millón- marcharon en rechazo a un proyecto de ley de extradición que permitiría, por primera vez, que alguien en el territorio sea enviado a China si es requerido por ciertos delitos.
Ayer, miles más se reunieron en la Legislatura de Hong Kong para intentar evitar que los legisladores debatieran el proyecto, que debe enfrentar un voto final el 20 de junio.
La atribulada jefa del gobierno de Hong Kong, Carrie Lam, insiste en que el proyecto de extradición fue su idea, y no de Beijing.
Un exfuncionario de alto rango de Hong Kong dice que le cree a Lam. En todos sus años de servicio público, le dijo a Financial Times, “ni una sola vez escuché a mis contrapartes de China continental hablar sobre la necesidad de extradición”.
“No es una iniciativa de Beijing”, agregó, sino un “juicio totalmente erróneo de parte del gobierno de Hong Kong”.
Precedentes de extradición
Sin embargo, a la mayoría de las personas en Hong Kong le resulta difícil creer que Lam se autoprovocó esta crisis sin ninguna ayuda de Beijing, en gran parte debido a la manera cada vez más dura en que el gobierno del presidente Xi Jinping ha afirmado su autoridad sobre Hong Kong.
En 2016, el Congreso Nacional del Pueblo de China emitió una resolución legal que allanó el camino para la expulsión de seis figuras que se mostraban a favor de la democracia de la legislatura del territorio, consolidando aún más el control de Beijing sobre una institución que ya está llena de legisladores a favor de China.
También en 2016, un multimillonario chino fue sacado de Hong Kong por la policía de China continental y no se le ha visto desde entonces.
La desaparición de Xiao Jianhua ocurrió pocos meses después de que cinco vendedores de libros de Hong Kong, cuyos ejemplares a veces escandalosos se centraban en los principales líderes chinos, fueron “entregados” de manera similar para enfrentar la ira del sistema de justicia de China.
La aprobación del proyecto de ley de extradición se verá como una señal más de la indiferencia de Xi frente a la opinión pública de Hong Kong cuando se trata de un número creciente de problemas de “línea roja”, que su gobierno considera que están relacionados con la soberanía.
Autoridades del Partido Comunista no tienen problemas cuando se trata de enviar dichas señales. Pero, en el caso del proyecto de extradición, aún podrían terminar lamentando lo que deseaban.
Trump, el comodín
El comodín en este caso es nuevamente Trump. El mes pasado, el presidente de EEUU rechazó lo que los funcionarios chinos pensaban que era un acuerdo comercial cerrado. Luego, en su búsqueda de un mayor aprovechamiento de las negociaciones comerciales, apostó por prohibir a Huawei, el principal fabricante de equipos de telecomunicaciones 5G de China, el acceso a los componentes y tecnologías estadounidenses más importantes.
Bajo los términos de la Ley de 1992 entre EEUU y Hong Kong, Washington continúa tratando el territorio como una jurisdicción aduanera, comercial y tributaria distinta de China.
Cualquier acción de la administración Trump para revocar esta distinción podría ser desastroso para Hong Kong aun cuando es, como señala Simon Pritchard de Gavekal Research, “un paradigma de lo que (EEUU) aún espera ver algún día a través de la frontera” en términos del flujo libre de capital, bienes y servicios.
Pero, como han descubierto autoridades chinas en el último año, nada es más sagrado para el presidente de EEUU cuando se tata de coleccionar fichas que él cree que puede cobrar durante el curso de una negociación. Si alguien está dispuesto a apretar los tornillos en Hong Kong, como está haciendo ahora con Huawei, es Trump.