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Los nuevos gobernantes de Italia tienen el poder de remecer al euro

Si el país cae en default, el impacto económico sería gigantesco y podría salpicar a otros países de la unión monetaria.

Por: Martin Wolf, Financial Times | Publicado: Miércoles 23 de mayo de 2018 a las 04:00 hrs.
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Italia no es Grecia. Pero no todas las diferencias son esperanzadoras. Su economía es diez veces más grande. Su deuda pública de 2.300 billones (millones de millones) de euros es siete veces mayor; la más grande en la eurozona y la cuarta mayor del mundo. Italia es demasiado grande para fallar y puede que sea demasiado grande para ser salvada. La pregunta es si el nuevo gobierno desencadenará una crisis así y, si eso ocurre, ¿qué vendrá?

Hasta ahora, los mercados están sólo levemente nerviosos. El lunes, los rendimientos de bonos soberanos italianos a 30 años estaban apenas 220 puntos base sobre los niveles de Alemania, ubicándose en 3,4%. Esto es muy por debajo del diferencial máximo de 467 puntos base y rendimientos de 7,6% de 2011. Lamentablemente, las cosas podrían empeorar mucho.

Según el Consejo Europeo de Relaciones Exteriores, en ningún estado miembro de la UE, a excepción de Grecia, cayó tanto el sentido de “cohesión” de los individuos con la Unión Europea entre 2007 y 2017 que en Italia. En el último de esos años, su ranking en este criterio había caído desde el número 23 al 28 entre los miembros.

Esto no sólo se debe a la crisis económica. Entre 1997, cuando se lanzó la eurozona, y 2017, el Producto Interno Bruto real per cápita de Italia avanzó 3%, un desempeño peor que el de Grecia. Los italianos también sienten que han sido abandonados y que deben hacer frente a la crisis migratoria por sí solos.

Muchos italianos, en síntesis, se sienten semi-separados de la UE. También están descontentos con su propio establishment. Esta es la razón por la que un gobierno intelectualmente incoherente de populistas de izquierda y derecha ha llegado al poder, el primero con la fuerza del sur y el segundo en el norte, una división que se explica por las agudas divergencias regionales.

Este desastre es culpa tanto de Italia como de la UE. Esta última no logró alcanzar la inflación meta o generar una demanda adecuada. Ello ha dificultado lograr ajustes necesarios en materia de competitividad tras la crisis. La negación de Alemania a reconocer que estos son problemas ha empeorado las cosas mucho más. Pero los italianos tampoco entendieron la necesidad de reformas económicas e institucionales radicales para que el país prospere, especialmente en una unión monetaria con Alemania.

El descontento

Puede que sea demasiado tarde. La espiral del populismo es: votantes descontentos; promesas irresponsables, malos resultados; votantes aún más descontentos; promesas aún más irresponsables y peores resultados. La historia no se acaba. Puede que haya recién comenzado.

El programa común del Movimiento Cinco Estrellas y la Liga Norte contiene suficientes puntos para generar conflicto con la UE y la zona euro: más gasto, menos impuestos y quebrantamiento de reglas fiscales y monetarias del bloque. Bruno Le Maire, el ministro de Hacienda de Francia, ya ha encendido las alarmas. Matteo Salvini, líder de la Liga, respondió enérgicamente que “yo no pedí votos para seguir en un camino de pobreza, precariedad e inmigración. Los italianos primero”.

La suposición complaciente es que los acreedores gobernarán. Si el nuevo gobierno rompe las reglas, el Banco Central Europeo no podría hacer nada. En un choque, la inestabilidad financiera pondría a los italianos al borde. Pero esto no es sólo cierto si Roma no quiere usar su arma final del default. Los extranjeros eran dueños de 686 mil millones de bonos soberanos italianos (36%) al final de 2017. Más aún, en marzo de 2018, el banco central italiano debía a sus socios –sobre todo al alemán Bundesbank– 443 mil millones de euros adicionales en el sistema “Target 2”. Hoy, las posiciones de deudor y acreedor dentro del Sistema Europeo de Bancos Centrales sobrepasan la escala de la crisis de 2012.

Si Italia falla y cae en default, el daño podría ser gigantesco. Pero incluso esto ignora el impacto económico más amplio, para no mencionar el político. Será más difícil presionar a Italia que a Grecia, principalmente porque Italexit es obviamente una propuesta más peligrosa que el Grexit.

A futuro

¿Qué puede ocurrir? Una posibilidad es que Giuseppe Conte, el eventual primer ministro, lidere un gobierno convencional. Alternativamente, el gobierno dará pie atrás tan pronto huela pólvora. Pero también es posible que persistirá con sus políticas, gatillando una corrida sobre la deuda y los bancos italianos. Sin apoyo del BCE, ello podría forzar los límites sobre la transferibilidad del dinero bancario fuera del país o sobre su conversión a efectivo. Italia, en la práctica, se caería de la eurozona.

Esta sería una crisis monstruosa. ¿Daría pie atrás el gobierno entonces? Nuevamente, es probable. Pero el daño a la confianza podría tardar años en revertirse. La economía italiana perdería su impulso, ya limitado, y comenzaría a retroceder. La fuga de capital, personas y empresas sería devastadora. Dado todo esto, otra elección podría ver nacer a un gobierno más radical o, en el peor de los casos, cuestionamientos sobre la unidad de Italia.

¿Se contendría una crisis tan larga en ese país? De nuevo, es posible. Pero en una crisis seria, otros países podrían verse afectados. Es bueno destacar que España también tiene deudas crecientes con el sistema Target 2 del BCE. La presión sobre la eurozona podría volverse sustantiva: reformar o perecer.

En 1991, argumenté sobre la unión monetaria: “El esfuerzo de atar a los Estados podría llevar, en cambio, a un crecimiento gigantesco de las fricciones entre ellos. Si eso ocurre, el evento coincidiría con la definición clásica de la tragedia: hubris (arrogancia), ate (estupidez), nemesis (destrucción)”.

Muchos italianos culpan a Europa por su situación. Eso podría ser injusto, pero es inevitable, dado que muchas de las decisiones que ahora los afectan se toman en Europa. El intento de salir de la camisa de fuerza, que es lo que han votado, parece destinado a fracasar. Pero eso no resolverá la crisis. Podría incluso empeorarla en el corto plazo. Hasta que Italia recobre su prosperidad, su política y su lugar en Europa se mantendrán frágiles. Cualquier cosa puede ocurrir.

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