El revuelo sobre divisas se ha centrado en Asia esta semana pero los efectos de la devaluación de China están haciendo la vida más difícil para los legisladores en el otro lado del mundo también.
Tomemos el peso colombiano como ejemplo — de por sí una de las divisas más débiles del mundo junto con el real brasileño y el rublo ruso — que recibió otra patada esta semana desde Beijing y ya ha caído 36 por ciento en los últimos 12 meses.
A primera vista, parece injusto. Al contrario de Rusia y Brasil, Colombia no enfrenta recesiones, sanciones, escándalos de corrupción ni desequilibrio político. En la última década, el anterior estado fallido se ha convertido en un portento económico latinoamericano, dejando atrás una historia de violencia y terrorismo propiciada por el narcotráfico y permitiendo que una bien educada y emprendedora clase media resurja al mismo tiempo que el país desarrolla sus ricos recursos petroleros, logrando crecimiento.
Lo que ha pasado el último año puede ser adjudicado principalmente a la caída de un favorito del mercado ya que la gran baja en el precio del petróleo ha impactado grandemente a la economía y ha aumentado el déficit por cuenta corriente a cerca del 7 por ciento del producto interno bruto. Este cambio se ha expresado más claramente en la divisa, que está a niveles que no se veían desde 2003.
El gobierno está encantado con la debilidad del peso y el banco central ha mostrado, hasta ahora, una gran tolerancia, según Medley Global Advisors (MGA), un servicio de investigación macro propiedad del Financial Times, pues creen que esto ayudará a proteger una economía poco dinámica y reducirá el déficit por cuenta corriente.
Pero el banco central — Banco de la República o Banrep — puede estar cerca de un punto de inflexión. La depreciación de la divisa está alimentando la inflación, que ya está bajo presión por los aumentos en los precios de la comida debido al mal tiempo. El banco ha tenido que admitir que el aumento de precios se mantendrá arriba del 2 al 4 por ciento del rango objetivo a lo largo del próximo año, en vez de caer por debajo del 4 por ciento en la última parte del 2015, como esperaba con anterioridad. Y esto es antes de que los efectos de segunda vuelta por la reciente caída del peso sean considerados.
Como resultado, aunque que los siete miembros de la dirección de Banrep acordaron mantener las tasas de interés estables en 4.5 por ciento en su última junta en julio 31, dos miembros difirieron y argumentaron a favor de un aumento preventivo. Eso hizo que surgieran especulaciones de que las tasas de interés podrían elevarse tan temprano como la siguiente junta de agosto 21.
En conjunto, MGA cree que esto no es probable dado que el crecimiento está deteniéndose más rápidamente de lo esperado, de 4.8 por ciento en 2014 a 4 por ciento o menos este año. Pero el peso es un comodín. Si una mayor caída amenaza poner en duda las expectativas de inflación, entonces el banco central se verá obligado a reaccionar. China puede haber proporcionado justamente ese empujón.