Durante cuatro meses, Elon Musk encabezó una cruzada por la burocracia estadounidense que lo convirtió brevemente en el empresario más poderoso de Washington desde la Edad Dorada. Pero esta incursión ha hecho poco por su reputación o la de sus empresas.
Esta semana, Musk abandonó oficialmente su rol como jefe del llamado Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE, por sus siglas en inglés), que fracasó en encontrar incluso una fracción de los US$2 billones en ahorros que había prometido inicialmente.
El jueves, Donald Trump lamentó su salida, aunque aseguró que Musk “siempre estará con nosotros, ayudando en todo momento”.
Sin embargo, el multimillonario deberá calcular ahora el costo de su implicancia con Trump y el escaso retorno por los US$250 millones invertidos en su campaña presidencial.
“Aprecio que el señor Musk haya antepuesto el bien del país por sobre sus propios intereses”, dijo al Financial Times Tom Cole, presidente republicano del comité de asignaciones presupuestarias de la Cámara de Representantes.
Tras el anuncio de DOGE, una encuesta mostró que la mayoría de los votantes estadounidenses creía que Musk usaría el organismo para “enriquecerse y perjudicar a sus rivales empresariales”, en vez de racionalizar el gobierno.
A favor
Grupos progresistas advirtieron que manipularía las compras públicas en favor de multimillonarios y amigos, y recortaría regulaciones que afectan a Tesla y SpaceX. Congresistas demócratas denunciaron que Doge era una “cortina de humo” para una operación con fines personales del hombre más rico del mundo.
Al comienzo, parecía que Musk podría sacar partido. En febrero se desestimó una demanda presentada por el Gobierno de Joe Biden contra SpaceX por sus prácticas de contratación, y se cerraron investigaciones regulatorias sobre su empresa de implantes cerebrales, Neuralink.
Starlink, su firma de internet satelital, fue mencionada por el secretario de Comercio, Howard Lutnick, como posible beneficiaria de un plan de US$ 42.000 millones para expandir la banda ancha rural. Una orden ejecutiva para crear un sistema de defensa tipo Cúpula de Hierro en Estados Unidos parecía favorecer a Musk, dado el dominio de SpaceX en lanzamientos espaciales.
El debilitamiento de organismos fiscalizadores también benefició a sus negocios, mientras varias grandes compañías estadounidenses firmaron acuerdos con Starlink o aumentaron su gasto publicitario en X. Además, Starlink logró acuerdos para operar en India, Pakistán y Vietnam, países donde buscaba ingresar desde hace tiempo.
Sin embargo, aunque DOGE recortó programas que Musk detestaba -como la ayuda internacional o contratos ligados a iniciativas de diversidad y a investigaciones “woke”-, la ofensiva también generó un fuerte daño a sus empresas, especialmente Tesla.
En contra
Durante su gestión en DOGE, las acciones de Tesla cayeron hasta un 45% desde su punto más alto del año anterior, y trascendió que el directorio de la empresa evaluó reemplazarlo como CEO. Su patrimonio personal disminuyó en decenas de miles de millones de dólares, concesionarios fueron incendiados y recibió amenazas de muerte.
Parte del daño a la marca Tesla, su principal fuente de riqueza hasta hace poco, podría ser irreversible. “El 80% de los Tesla en Estados Unidos se vendían en distritos demócratas”, dijo un exejecutivo de la firma. “Y claramente esa clientela se sintió profundamente ofendida”.
Starlink perdió contratos lucrativos en Canadá y México debido a la actividad política de Musk, mientras que X perdió 11 millones de usuarios solo en Europa.
Las investigaciones contra Tesla y SpaceX por parte de reguladores federales continuaron su curso, mientras el Gobierno de Trump avanza con la eliminación de créditos fiscales a los vehículos eléctricos y una guerra comercial que Musk ha criticado duramente, al considerar que dañará aún más las ventas de autos.
En el terreno político, pocos celebraron la labor de DOGE. Los demócratas se indignaron con los recortes a la ayuda internacional y el acceso de jóvenes protegidos de Musk al sistema de pagos del Tesoro, además del despido de miles de funcionarios públicos. Los republicanos desconfiaron de los intentos por recortar el gasto en defensa. Y los halcones fiscales lamentaron que Musk solo lograra ahorrar unos pocos miles de millones. Bill Gates incluso lo acusó de “matar a los niños más pobres del mundo” con sus acciones desde DOGE.
Acostumbrado a tener el control en sus empresas, Musk tuvo problemas para navegar la burocracia. En distintos momentos se enfrentó al secretario del Tesoro Scott Bessent, al secretario de Estado Marco Rubio, al secretario de Transporte Sean Duffy y al zar comercial Peter Navarro, entre otros altos funcionarios.
"Chivo expiatorio"
Más que centrarse en eliminar el despilfarro, su paso por el Gobierno fue una “gira de venganza” contra una burocracia que considera enemiga de la innovación, señaló un excolega, apuntando a su frustración con las restricciones por Covid-19 en California, el desaire que sufrió por parte del gobierno de Biden y su enojo por la transición de género de su hija.
David Sacks, zar de IA y criptomonedas del gobierno de Trump, y figura influyente en el mundo tecnológico, habría “radicalizado a Musk hacia una postura muy de extrema derecha”, aseguró esta fuente, hasta el punto de estar convencido de que su misión era “ayudar a esta administración a aplastar la agenda woke”.
Ni Musk ni Sacks respondieron a solicitudes de comentarios.
Musk, quien ha dicho que DOGE solo cumplía un rol “asesor”, expresó esta semana su frustración por haber sido utilizado como “chivo expiatorio” de recortes impopulares decididos por la Casa Blanca y los secretarios del gabinete.
“Trump fue muy astuto al permitir que DOGE se llevara todos los titulares como chivo expiatorio político tradicional”, dijo Sahil Lavingia, fundador de una start-up de comercio electrónico y exmiembro de DOGE. Agregó que Musk quizá también buscaba atribuirse el desmantelamiento de USAID, pero terminó recibiendo atención no deseada.
“Si fueras realmente malvado, lo harías más en silencio”, dijo Lavingia, quien se unió al proyecto para agilizar procesos en el Estado. “Habrías hecho las cosas malas, pero en silencio”.
El ruido en torno a Musk -cuya capacidad para dominar el ciclo noticioso rivaliza con la de Trump- también causó molestia dentro de la administración. Esta semana, el subjefe de gabinete de la Casa Blanca, Stephen Miller, usó X para responder de forma indirecta a las críticas de Musk contra la ley tributaria emblemática de Trump, a la que el empresario acusó de no reducir el déficit ni consolidar los recortes impulsados por Doge.
Antes casi sinónimo de Musk, DOGE está siendo absorbido por el resto del Gobierno. En una rueda de prensa el jueves, la portavoz Karoline Leavitt dijo que, tras la salida de Musk, los secretarios de gabinete “seguirán trabajando con los empleados de Doge que han sido nombrados como cargos políticos en sus respectivas agencias”.
Y añadió: “Los líderes de DOGE son cada uno de los miembros del gabinete del Presidente, y el propio Presidente”.